El alcalde de Pozuelo, imputado por corrupción

ELPAÍS/Madrid* : El Juzgado de Instrucción nº3 de Pozuelo de Alarcón ha citado a declarar como imputados al actual alcalde de Pozuelo y a otros cuatro miembros del equipo de gobierno del PP en las legislaturas de 2003 y 2007, además de a un funcionario municipal, por presuntas irregularidades en la construcción del parque de las Cárcavas. El juez ha llamado a declarar al actual alcalde, Gonzalo Aguado; al ex primer edil Jesús Sepúlveda (que dimitió en 2009 tras ser imputado en la trama Gürtel); al concejal de Hacienda, José María Mayo; a su predecesor, Roberto Fernández; a la edil no adscrita Yolanda Estrada, expulsada del PP tras ser imputada en la trama Gürtel; y al jefe del Departamento de Contratación, Leopoldo Gómez.

Este funcionario fue quien redactó el proyecto e intervino en el concurso de adjudicación otorgado a una unión temporal de empresas compuesta por EOC Obras y Servicios y Acanto Instalaciones. Alfonso García Pozuelo Asins, imputado en el caso Gürtel, era el administrador único de EOC. Este empresario devolvió recientemente más de 20 millones de euros a la Agencia Tributaria.

Preguntado sobre la legalidad del expediente de las Cárcavas, un portavoz del Ayuntamiento de Pozuelo aseguró a EL PAÍS: "En cuanto a todas las decisiones políticas sobre esta obra, sin duda". Pero después, en su respuesta por escrito, prosigue: "En cuanto a la parte técnica, fue el ingeniero jefe de área el que tuvo la responsabilidad de redactar los proyectos y los modificados. Posteriormente, las certificaciones, basándose en los aspectos técnicos, fueron competencia y responsabilidad exclusivamente suya". Asimismo, el portavoz del Consistorio explica que cualquier pago del Ayuntamiento está fiscalizado por el interventor. "Una certificación de obra sin firmar por el director de obras correspondiente, primero, no llega ni a tramitarse; y segundo, el interventor no podría autorizar ese pago".

El proyecto del parque de las Cárcavas fue adjudicado en marzo de 2006 por 4,5 millones de euros. Meses más tarde el coste de la obra se disparó hasta los 11 millones por añadidos y modificados al proyecto original. El secretario municipal elaboró un informe en el que señalaba algunas irregularidades y manifestó: "La dirección facultativa ha incumplido su obligación de pedir autorización previa para firmar un acta de suspensión de las obras". Esta suspensión fue definitiva para elevar el presupuesto final.

En el auto de citación el juez, que inició la investigación tras denunciarlo el PSOE en 2008, ordena al Ayuntamiento que remita al juzgado copia del proyecto modificado del parque. Asimismo, pide a la Policía Judicial que prosiga con las averiguaciones, "en especial con relación al viaje de Bélgica para la adquisición de árboles", informa Europa Press.

Respecto al viaje a este país, la portavoz del PSM en el municipio, Eva Izquierdo, explicó que en el mismo participaron tres de los imputados con un acompañante cada uno para adquirir arbolado para el parque. "Nos parece fuera de lo normal que un árbol costara más de 100.000 euros", relató.

Esta operación urbanística también está siendo investigada en la Operación Gürtel. La ex concejal del PP de Pozuelo Yolanda Estrada aseguró el 16 de septiembre ante el magistrado Antonio Pedreira que no tenía competencias en esa materia. La propia Estrada dijo a la prensa que ella fue concejal de Obras, Servicio y Contratas hasta 2007 y que luego su concejalía pasó a Obras, Servicios y Limpieza, dejando de tener competencias en contratación.

La presidenta de la Comunidad y del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, restó ayer importancia a los hechos, asegurando que el origen de la querella es el "encarecimiento de unas obras", algo que, dijo, pasa muy a menudo. Por ello, dijo que esperará a ver "si la imputación tiene trascendencia", porque ella es partidaria de que dimita "el que esté imputado por haber usado su cargo político para enriquecerse", y "no todo el que esté imputado".




* El País - 30.10.10
Foto: Esperanza Aguirre y Gonzalo Aguado, alcalde de Pozuelo (derecha), en abril de 2009.EFE

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Ocho imputados por el fraude urbanístico en Pobla de Farnals

ELPAÍS/Valencia* : La investigación también depurará responsabilidades de los alcaldes del PP. La Fiscalía de Valencia imputa a ocho personas por los delitos de fraude a la Hacienda Pública, malversación de caudales públicos y prevaricación urbanística en La Pobla de Farnals. Son José Vicente Sanchis, ex alcalde socialista; José Vicente Peris Ferrer, ex concejal de Urbanismo; Juan Catalá Peris, director facultativo de Obras; Raúl Ramírez Costa, arquitecto municipal; Eduardo Marín Molino, ingeniero técnico municipal; Alejandro Soler Jiménez, representante de la empresa Estudio Golden; José Luis Boix y Andrés Felma, de PKL Bykes.

El alcalde y el concejal dieron el visto bueno a construcciones con una volumetría superior a la permitida en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), con informes favorables contrarios a la norma, a empresas que no pagaron al ayuntamiento el exceso de aprovechamiento, ni lo pagaron a Hacienda, al tiempo que el Ayuntamiento tampoco declaró lo que le correspondía en la declaración de IVA. El juzgado de Instrucción número 1 de Massamagrell ha acordado, de acuerdo con la Fiscalía Anticorrupción, la entrada y registro en las dos mercantiles; la designación de un perito de la Agencia Tributaria para analizar la documentación y la declaración como imputados de los ocho implicados.

La investigación también se propone depurar las responsabilidades de los ediles del PP que han sucedido al socialista Sanchis Marqués: los primeros ediles José Manuel Peralta y Natividad García. De momento, para el ministerio público está claro que el Ayuntamiento dejó de ingresar 650.000 euros de exceso de aprovechamiento por favorecer a dos empresas en la construcción de dos edificios con una volumetría superior a la permitida. Además, dejó de liquidar a Hacienda casi 630.000 euros en impuesto de IVA.

Los antecedentes de la querella que ahora investiga un juzgado de Massamagrell se remontan a 2004. Fue entonces cuando se realizó una modificación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), en el área de la playa. Ese cambio fijó un nuevo límite en la edificabilidad. Según lo que hasta ahora ha progresado la investigación, dos parcelas están directamente afectadas: las referenciadas como 19 y 23. La parcela número 19 se dividió en cuatro: tres partes las compró la mercantil Prodaemi y una PKL Bykes, que actuó como agente urbanizador.

El 25 de julio de 2005, el entonces alcalde, José Vicente Sanchis, propuso un acuerdo, que salió adelante, en el que se concedía un aprovechamiento objetivo y subjetivo, así como una superficie edificable fuera del PGOU. Contó con informes de los técnicos municipales que fueron contrarios a la normativa. En la parcela 19.2 se permitió edificar 7.728 metros cuadrados. Eso incluía un exceso de 654 metros cuadrados. Es decir, 593 unidades de aprovechamiento de más. Cada una se valoró en 646 euros. El fraude se cifra en 383.000 euros. Según la querella de Fiscalía, ese dinero "se dejó de ingresar con el consentimiento de los querellados". PKL Bykes pagó por los excesos de aprovechamiento 1.244.000 euros. Pero debió haber abonado 1.689.214 euros. "El municipio enajena patrimonio público", recoge la querella, "y está sujeto por ello al pago tributario". No lo realizó en las cantidades adecuadas.

La parcela 23 se dividió en dos. En julio de 2004, Sanchis suscribió un acuerdo que permitía dar a Estudio Golden licencia por 16.962 metros cuadrados de construcción, 1.330 metros cuadrados más de lo permitido. Es decir, 1.206 unidades de aprovechamiento valoradas en 204 euros la unidad. El fraude es de 246.148 euros. El mecanismo fue idéntico al aplicado en la parcela 19.2. Estudio Golden pagó al Consistorio 489.881 euros. Pero debió haber pagado 692.000 euros. Por el patrimonio público enajenado a la mercantil el Ayuntamiento está obligado a tributar. Lo hizo por debajo de lo que correspondía.

Los datos del fraude

- PGOU: El Plan General de Ordenación Urbana fue modificado en 2004 y redujo la edificabilidad en la zona de la playa.

- Empresas implicadas: Estudio Golden y PKL Bykes.

- Perjuicio por los excesos de aprovechamiento: Las dos mercantiles, que lograron licencias con informes favorables contrarios a la normativa dejaron de pagar al Ayuntamiento por los excesos de aprovechamiento 647.333 euros.

- Fraude a Hacienda del Ayuntamiento: Por las dos operaciones, el Consistorio debió haber tributado a Hacienda por encima de lo que lo hizo. En total, se defraudó una cantidad de 629.148 euros.

- Imputados: De momento, ocho. Entre ellos el ex alcalde socialista José Vicente Sanchis.




* El País - 30.10.10
Foto: Pobla de Farnals (Valencia) - C. FRANCESC (El País)


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El chico de Roca en Estepona

ELPAÍS/Málaga* : El ex gerente de Urbanismo de Estepona Pedro López era un secundario del caso Astapa hasta que se supo que sus padres y su hermano guardaban 10, 2 millones en cuentas bancarias de Andorra. Los últimos informes policiales sobre los que se ha levantado el secreto aseguran que López, bautizado en el municipio como El Cobrador del Frac, no tenía ni el coche a su nombre. De hecho, el Jaguar que usaba, figuraba como propiedad de su cuñada Inmaculada. Este cargo de confianza, nombrado por el Partido de Estepona (creado por ex miembros del GIL), fue de los primeros detenidos por la trama de corrupción en el Ayuntamiento esteponero, que ya acumula más de 70 implicados.

Imputado por cohecho y malversación, entre otros delitos, quedó en libertad tras pagar una fianza de 300.000 euros. No era la primera vez que su nombre aparecía en un sumario judicial. Ya llamó la atención de la Policía en el caso Malaya, cuando Juan Antonio Roca, el supuesto cerebro de la trama, se refirió a él como "su chico en Estepona". A López, de 45 años, se le investiga por una serie de irregularidades cometidas entre 2003 y 2007, época en la que fue gerente de Urbanismo.

En aquel cuatrienio, Antonio Barrientos (PSOE) fue alcalde con los ex gilistas como socios. Además de regidor, Barrientos era edil de Urbanismo y tenía a su cargo dos gerentes: Patricia Rojo (nombrada por el PSOE) y a López (del PES). Según los investigadores, López era el encargado de cobrar las "comisiones" de las concesiones urbanísticas que tenían que ver con el PES. "El destino de ese dinero era repartirlo entre las distintas concejalías afines al PES para la financiación irregular del partido e incluso para repartir entre los bolsillos de particulares", explican los agentes.

La policía sospecha que los 10,2 millones detectados en Andorra proceden de tres convenios rubricados entre 2005 y 2006. En sus pesquisas han detectado un desfase superior a los 10 millones entre el dinero pagado durante los convenios y lo que debería de haberse entregado.

El dinero llegó a las cuentas de Andorra desde bancos de Suiza y estuvo moviéndose hasta pocos días antes de las primeras detenciones.

Según un informe policial, entre abril y mayo de 2008 sacaron los 10 millones del banco en nueve veces, siempre en efectivo, y después los reingresaron, también en efectivo, con otras 51 operaciones en una cuenta. Los millones siguieron en Andorra, pero a nombre de la sociedad Sibella Investment, creada en Belice, paraíso fiscal del Caribe. Los agentes desconocen el nombre del propietario de la empresa. Sí saben que Dorinda Fernández y Juan Jesús López, la madre y el hermano de López, figuran como apoderados. El juez ha pedido información tanto a Belice como a Suiza sobre las sociedades relacionadas con estos fondos.

En febrero, el juez Jesús Torres mandó detener a los padres y al hermano del ex gerente de urbanismo por blanqueo de capitales, falsedad documental y por un delito contra la ordenación del territorio. Todos quedaron en libertad con cargos tras declarar.

Dorinda Fernández, de 67 años, y Miguel López, de 74 años, reconocieron que tenían cuentas en Andorra, pero no supieron explicar el origen de sus millonarios fondos. Ambos trataron de desvincular a su hijo, a quien avisaron nada más saber que estaban detenidos. "Nos peleamos con él en 2003, cuando supimos que se iba a meter en política, por eso no figura en la cuenta de Andorra", justificó la madre, profesora de Secundaria jubilada. El padre, criador de pollos de engorde reconvertido a inversionista inmobiliario, aseguró que el dinero era suyo y que se había dejado asesorar por los banqueros. "Mi mujer y mi hijo figuran por mi estado de salud", explicó.

En la casa de los padres de Pedro López, la policía halló 10.000 euros en metálico y cinco pagarés por valor de 9.000 euros, además de documentación relacionada con el caso Astapa y la minuta de un abogado de Andorra a nombre de su hijo. A Juan Jesús López, el hermano, le intervinieron tres vehículos (dos Audi de alta gama y un Porsche 911 Turbo, valorados en 200.000 euros). Juan Jesús, de 40 años y director del museo etnográfico de Estepona, tampoco pudo justificar la procedencia de los 10,2 millones. Su esposa, Inmaculada Martínez, también fue detenida por blanqueo de capitales.
Montas sin contraprestación

Pedro López comparte con Roca su afición a los caballos. Su familia posee en Estepona la yeguada La Granja, con 43 caballos y por la que los investigadores del caso Astapa también se interesaron. En los interrogatorios a los padres y el hermano les preguntaron si el muro que levantaron en la finca en 2005 tenía licencia de obra, tal y como acreditaron ante notario, y si los trabajos, valorados en 583.000 euros, fueron un regalo del grupo empresarial Yeregui por la intermediación de Pedro López en el convenio Parque Central. Sus tratos con la ganadería Marqués de Velilla, intervenida al presunto cerebro del caso Malaya, también se incluyeron entre las cuestiones.

"Mi relación con Marqués de Velilla ha sido la de cubrir yeguas, sin pagar por ello, ni comprar o vender ningún caballo", aseguró Miguel López, padre del ex gerente esteponero y encargado del negocio familiar. Según su testimonio, compró una yegua a Jesús Gil Marín, hijo del fallecido Jesús Gil y ex alcalde de Estepona, y cuando el animal tuvo crías, Gil Marín le puso en contacto con Marqués de Velilla. "No recuerdo si me atendió Juan Antonio Roca u Óscar Benavente", mantuvo. Los policías le preguntaron si Benavente, hombre de confianza de Roca, le cedió una yegua por las gestiones realizadas por su hijo Pedro en el convenio Bahía de Estepona. "No lo sé", contestó.



* El País - 31.10.10
Foto: Estepona (Málaga), policía registro ayuntamiento (archivo) - EFE

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Valencia.- Otra sentencia del TSJ sitúa los parques eólicos fuera de la ley

ELPAÍS* : Los parques eólicos valencianos están fuera de la ley. Una nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJ) abunda en el hecho de que el troceamiento de los complejos eólicos en subconjuntos más pequeños vulnera la ley. La sentencia de la sección primera de la Sala de lo Contencioso-administrativo, fechada el 8 de octubre y notificada ayer, anula la aprobación definitiva en enero de 2008 de la ampliación del plan especial de la zona 6, que se conoce como parque eólico Alto Palancia III.

Ya el pasado mes de junio, el TSJ declaró nula la aprobación del plan especial de la zona 6 al considerar que los seis subconjuntos de aerogeneradores en que estaba dividido constituyen, en realidad, un solo parque eólico. Tanto aquella sentencia como esta responden a recursos presentados por el grupo Acció Ecologista-Agró, que ha contado con el apoyo de la Asociación para un Desarrollo Eólico Sostenible (ADES).

Siguiendo los argumentos que ya desarrolló en la anterior sentencia, el tribunal considera acreditado que "el parque Alto Palancia III, al que se refiere la ampliación, se encuentra a una distancia de 1.000 metros de los parques Alto Palancia I y Alto Palancia II", lo que significa que forman los tres un único parque. De esta manera, no puede considerarse la existencia autónoma de un parque cuya potencia era de 32 megavatios. Eso tiene unas repercusiones importantes, dado que las comunidades autónomas no pueden autorizar instalaciones de producción de energía eléctrica de una potencia superior a 50 megavatios. Sólo puede hacerlo el Gobierno central. El hecho de superar esa potencia, además, impide a las empresas que los gestionan (en este caso Proyectos Eólicos Valencianos, SA) acceder a las primas del régimen especial de producción de energías renovables.
Una misma unidad

Según el Plan Eólico de la Comunidad Valenciana se considera un solo parque eólico aquel conjunto de aerogeneradores que estén situados a menos de 2.000 metros o que viertan energía a la misma central de transformación. En una situación similar a los aerogeneradores del área 6 se encuentran la práctica totalidad de las 15 zonas eólicas.

La sentencia considera nulo el plan recurrido en sus determinaciones energéticas, "en la medida en que la Administración autonómica carecía de competencias para regularlas, lo que le priva de sentido y los descausaliza por completo".




* El País - 30.10.10
Foto: Parque eólico Serra del Tallat - EFE

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Valladolid.- El TSJ anula el trámite urbanístico que permitió iniciar la construcción de Ikea

NORTECASTILLA* : «Tranquilidad, calma y que nadie pierda los nervios porque esto es como una carrera de fondo.» Esa fue la receta que ayer trasladó el alcalde de Arroyo de la Encomienda, José Manuel Méndez, tras conocer la sentencia del Tribunal Superior de Justicia por la que anula la modificación del Plan General de Ordenación Urbana que permitía la construcción de Ikea y su centro comercial. La decisión da la razón a la Agrupación Vallisoletana de Comercio (Avadeco) y declara como nula de pleno derecho «la Orden de la Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León de 16.04.2009 y el acuerdo de la Comisión Territorial de Urbanismo de Valladolid de fecha 28.10.2008» por las que se aprobó la modificación puntual del PGOU en sus sectores 6 y 15 y que permitió la permuta de parcelas entre el Ayuntamiento y la familia Ibáñez, quienes posteriormente vendieron esos solares a Ikea.

Eso sí, de momento, no habrá que paralizar las obras de construcción del centro ya que la sentencia «no es firme y cabe recurso de casación ante la sala de lo contencioso administrativo del Tribunal Supremo». Y eso es lo que hará el Ayuntamiento de Arroyo, tal y como confirmó su regidor después de reunirse ayer de urgencia en Junta de Portavoces a las nueve de la noche, así como la propia empresa del mueble. En cuanto a la Junta de Castilla y León, aunque no hay confirmación oficial, sí que todo apunta que se presentará en la causa.
En el encuentro estuvieron el resto de representantes municipales de la oposición en el Consistorio, Ismael Bosch (PSOE) y María Ángeles Cantalapiedra (PP), así como el portavoz de Independientes por Arroyo, José Manuel Barrio. En esa reunión todos los grupos firmaron un comunicado conjunto en el que reiteraron su «apoyo incondicional a la instalación de Ikea en el municipio, dado que consideramos que dicha instalación redunda en el beneficio, no solo de nuestros vecinos, sino también de todos los vallisoletanos y castellanos y leoneses». Asimismo anunciaron que antes de presentar el recurso «la Junta de Portavoces volverá a reunirse para realizar un estudio minucioso del mismo y del pertinente informe jurídico de la secretaría de este Ayuntamiento».
Allí comprobaran que la resolución judicial resalta que la modificación impugnada «infringe» lo dispuesto en el artículo 29.2.b del Decreto 194/2005 del Plan Regional de Ámbito Sectorial de Equipamiento Comercial de Castilla y León. Según la sentencia, «no se prevé una dotación de aparcamientos mínima, exclusivamente para estacionamiento público del establecimiento comercial y ubicada en un suelo de uso público cuyo dominio o posesión pertenezca al solicitante de la licencia comercial, ya que la parcela EQ-2 es un sistema general de titularidad municipal, por lo que el solicitante de la licencia comercial no tiene el dominio ni la posesión de ese suelo».
Esta afirmación del fallo sorprendió puesto que, algunas fuentes municipales, indicaron que «este tema se solucionó hace meses». De hecho, está previsto que la parcela para el aparcamiento, que constará de 3.900 plazas en una superficie de 130.000 metros cuadrados, tendrá la fórmula de «cesión demanial». Es decir, se construirá sobre una parcela municipal aunque la concesión para su explotación se concederá a la multinacional sueca. Eso sí, será gratuito y beneficiará también a los vecinos de la zona.
En la sentencia, además de las cuestiones técnicas de la modificación del plan urbanístico, hace también referencia al informe redactado por un perito judicial relativo a las «prescripciones establecidas por la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento». Es decir, todo lo referente a accesos al centro. En ese estudio se destaca que «no se ha valorado con el rigor necesario ni con los datos adecuados la circulación de vehículos de que se trata en el estudio de tráfico y que es de esperar que se produzcan notables embotellamientos, especialmente, en el nudo 128 de la A-62, donde confluye la VA-20 y el vial procedente del Parque Comercial». El alcalde de Arroyo ha negado en varias ocasiones estas circunstancias porque «no habrá retenciones con las carreteras de acceso que estamos haciendo».
Lo que sí que es cierto es que en esa zona aún falta que el Ayuntamiento de Zaratán realice una serie de modificaciones para que se pueda hacer el acceso tal y como el Ministerio de Fomento exigió a Ikea. Ese enlace lo costeará la propia empresa y transcurrirá paralelo a la Autovía de Castilla para enlazar a la altura de la rotonda de la salida 128. En ese lugar se construirá un enlace de cuatro carriles. Dos del Viario de Zaratán, que corren a cargo del propio Ayuntamiento de Arroyo, otro que llega de la Ronda Interior y un cuarto vial que realizará la compañía sueca.




* El Norte de Castilla - 30.10.10
Foto: Las máquinas trabajan en los terrenos que albergarán el parque comercial InterIkea - nortecastilla

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Valencia.- El fiscal pide procesar a Bellver por delito de prevaricación

ELPAÍS* : La Fiscalía de Valencia solicitó ayer al titular del Juzgado de Instrucción nº1 de Valencia el procesamiento de Jorge Bellver, concejal de Urbanismo, y otros cinco funcionarios del Ayuntamiento de Valencia por un supuesto delito de prevaricación. Está referido a la licencia concedida para la construcción de un aparcamiento que invade el subsuelo de los Jardines de Monforte, un Bien de Interés Cultural (BIC) desde la década de los años 40.

Junto a Bellver, el ministerio público solicita el procesamiento de una arquitecta, un jefe del servicio de tráfico, un técnico, el secretario del Ayuntamiento, Pedro García Rabasa, y el jefe del servicio de Planeamiento, Juan Antonio Altés.

Entiende la fiscalía que actuaron a sabiendas de que esa licencia se concedió de forma irregular porque no se solicitó el preceptivo informe que indica la ley de Patrimonio, cuando en otros expedientes de actuaciones similares, incluso sin afectar a bienes protegidos, incluso siendo obras menores de particulares se obliga a hacerlo. La página web recoge los detalles de las tramitaciones. Bellver dijo que primero que no sabía que los Jardines de Monforte estaban protegidos. Luego, que firmó lo que los técnicos le dijeron. Algunos técnicos quisieron escudarse en la ignorancia del procedimiento, pero a conocerlo obligan las oposiciones.




* El País - 30.10.10
Foto: Valencia, jardines de Monforte con la ampliación a la derecha - aytovalencia

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Nuevo globalismo, nuevo urbanismo

NEIL SMITH/Artículo* : No es solamente el espacio el que está siendo reestructurado bajo los auspicios del nuevo globalismo, sino el conjunto de la estructura de las escalas espaciales, de lo global a lo local. En esta reestructuración, de naturaleza totalmente política, a la escala urbana se le vuelven a asignar funciones como lugar de producción, pero no como lugar de reproducción social. Cada día aumenta la presión sobre los gobiernos municipales para que se desentiendan de sus responsabilidades en la reproducción social a la escala local, al tiempo que se ven cada vez más envueltos en una aguda competencia sin precedentes por las inversiones de capital en el seno del mercado global. Esta situación es aprovechada por los especuladores para elitizar ciertos barrios degradados: el caso del Lower East Side de Nueva York es paradigmático.

Introducción

Entre finales del verano y comienzos del otoño de 1997, a lo largo de un periodo de seis semanas, mientras la primera ola de la crisis económica global resonaba desde Tailandia y Hong Kong, cuatro acontecimientos, aparentemente distintos y al mismo tiempo singulares, ocuparon las cabeceras de los periódicos y las emisiones de la CNN. En la primera historia, Giuliani, el alcalde de Nueva York, se mostraba muy disgustado por la forma en que, al parecer, los diplomáticos de Naciones Unidas ignoraban las ordenanzas locales sobre aparcamiento; haciéndolos responsables de buena parte del embotellamiento cotidiano de Manhattan, prometía actuar con severidad, amenazando con utilizar la grúa para retirar todos los coches mal aparcados que tuvieran matrícula diplomática. Giuliani dirigía también sus iras hacia el Departamento de Estado, al que calificaba de débil y blando por su aparente capitulación ante los malos modos de las Naciones Unidas. «Puede que hayamos llegado al punto», señalaba ofendido, «de que la Ciudad de Nueva York necesite disponer de su propia política exterior».

Las Naciones Unidas compartían también los titulares de la segunda historia: el magnate de los medios de comunicación de Atlanta, Ted Turner, anunciaba que, en vista de la grave situación financiera por la que atravesaba esa organización (causada en buena medida por el rechazo de los Estados Unidos a pagar sus deudas), iba a donar mil millones de dólares al organismo internacional. Casi tan generoso se mostraba el financiero George Soros, quien respondía a la espantosa situación económica de Rusia proporcionando quinientos millones de dólares en préstamos al gobierno de Yeltsin. En ese momento, tal cifra suponía más de cinco veces la cantidad aportada por el gobierno de los Estados Unidos. Por último y casi por las mismas fechas, los responsables de la compañía Disney proyectaban el estreno de dos películas que apoyaban a la monarquía religiosa del Tíbet frente a la brutalidad militar china, pero manifestaban su inquietud acerca de la reacción del Gobierno chino ante tal planteamiento. Para limar asperezas, la empresa Disney nombró a Henry Kissinger como su «embajador ante China». Mil millones de consumidores, después de todo, hubieran supuesto para la compañía una terrible pérdida.

Tratando de hacer balance de todo lo que estos acontecimientos representaban, se constata que algo extraño estaba teniendo lugar (Katz, 1997). Cualquiera de estos acontecimientos desafía nuestro sentido tradicional acerca de cuál es el papel que les corresponde a los gobiernos municipales, los Estados nación y las empresas transnacionales. Las ciudades no deberían desarrollar su propia política exterior; los individuos privados no tendrían por qué suplantar a los gobiernos en la labor de financiar a otros organismos gubernamentales o transnacionales; y, además, ¿desde cuándo las multinacionales disponen de sus propios emisarios internacionales, suplantando así un papel reservado a los Estados nación? Los tiempos, en efecto, están cambiando, y parece que a marchas forzadas.

Analizados en conjunto, tales sucesos no sugieren simplemente una economía que se ha vuelto global, ni tan sólo la adaptación de los gobiernos locales y nacionales a la denominada «globalización»; sino que muestran, al propio tiempo, la aparición de una nueva clase de capitalistas (con sus correspondientes aliados) que, al modo de los viejos «conquistadores del oeste», exploran las fronteras globales de la capitalización total. Mediante cambios de esta naturaleza se ha ido tejiendo una reestructuración mucho más profunda y multidimensional de las escalas geográficas conforme a las cuales se organiza la economía y la sociedad.

Existen, además, otros casos verdaderamente singulares. Centraré mi atención exclusivamente en el sector de la educación. A finales de octubre de 1998, un colectivo de trescientos mil estudiantes de enseñanza media mantuvo una serie de militantes manifestaciones en París. Soportaron duros choques con la policía, con el propósito de reivindicar mejor calidad de los centros y del profesorado. Este fenómeno señala una ruptura dramática en las condiciones de reproducción social, por lo menos en lo que se refiere a la educación financiada por el estado. Por esas mismas fechas, la ciudad de Nueva York, que cuenta con una población de más de dos millones de hispanohablantes, tomó la decisión de contratar profesores en España para que impartieran en los institutos clases de ese idioma. Resulta innegable que esta decisión viene marcada por un cierto elitismo y racismo eurocéntrico; pero eso es sólo una parte de la realidad: también el Consejo de Educación de la Ciudad ha reclutado profesores de matemáticas austríacos, lo que indica de nuevo el carácter extraordinario que ha cobrado la ruptura de los sistemas locales de reproducción social, tal como los habíamos conocido hasta entonces. Más espeluznante, al tiempo que categórica señal de esta ruptura, es la noticia de que la ciudad ha hecho responsable de la seguridad en las escuelas al Departamento de Policía.

Las escalas geográficas funcionan como el depósito espacial de nuestros supuestos sociales más profundos acerca de lo que constituyen formas normales o anormales de diferencia social. Como he defendido en otro trabajo, la escala constituye una cuestión de naturaleza política en tanto que representa la tecnología —los medios de producción, como ha planteado Swyngedouw

(1997)— según la cual los acontecimientos y las personas son de forma absolutamente literal «contenidos en el espacio». La escala destila y expresa las posibilidades del espacio, tanto en un sentido opresivo como emancipatorio, de muerte o de vida (Swyngedouw, 1997). Que nuestro sentido del orden correcto se vea afectado por la ambición de Giuliani por desarrollar su propia política exterior en los cinco distritos de su competencia, o por el nombramiento de Kissinger como embajador de la Compañía Disney en China es una muestra de la forma, en gran parte inconsciente, a través de la cual la escala geográfica ordena y mantiene nuestros supuestos acerca de lo que constituye la normalidad sociopolítica. Y no es que tales rupturas de escala no hayan tenido lugar en el pasado. Lo destacado es la intensidad que cobran en el día de hoy tales rupturas de escala, evidenciando la profundidad de la mutación social, política y geoeconómica que se está gestando actualmente.

Trataré de sintetizar mi argumento en pocas palabras: no es solamente el espacio el que está siendo reestructurado bajo los auspicios del nuevo globalismo, sino el conjunto de la estructura de las escalas espaciales, de lo global a lo local. Dentro de esta reestructuración de naturaleza totalmente política de la escala geográfica, a la escala urbana se le vuelven a asignar funciones como lugar de producción, pero no como escala de reproducción social. El corolario sería que en las ciudades del mundo capitalista desarrollado, donde se están desmantelando importantes sistemas públicos de reproducción social, esto vuelve a traer la cuestión de la reproducción social directamente a la agenda política. Pero antes de dirigir la atención hacia lo global, quisiera tratar un poco acerca de lo urbano, y especialmente sobre las nuevas concepciones de política urbana.


Nuevo urbanismo: el Lower East Side en los años noventa

Quizá puede parecer oportunista por mi parte el empleo de un término tan tendencioso como el de «nuevo urbanismo» en el título de este artículo. Debo aclarar que no me propongo referirme al denostado movimiento de diseño que ha reclamado para sí tal nombre —o, de forma algo menos pretenciosa, el de «neotradicionalismo»—. Por el contrario, empleo a propósito esta terminología porque me parece que el antiurbanismo del movimiento de diseño neotradicional no se explica sin tener en cuenta los desastres de la planificación urbana de la posguerra que motivaron el surgimiento de ese movimiento. Lo que me interesa destacar es que el escapismo elitista y nostálgico del supuesto nuevo urbanismo no se explica sin un sentido de mayor alcance, el mismo que en la actualidad rehace las ciudades previamente existentes, y que se manifiesta de forma tanto global como local.

Al mismo tiempo que George Soros y Ted Turner desembolsaban miles de millones de dólares y Giuliani ejecutaba ruido de sables contra las Naciones Unidas, yo trataba de descifrar las dimensiones de lo que he llegado a considerar como la «tercera ola» de elitización1 urbana que irrumpió en Nueva York y otros lugares a partir de 1994. Para profundizar en la cuestión del nuevo urbanismo, voy a proporcionar otra modesta viñeta local de Nueva York, expresiva a la vez del nuevo globalismo que recorre la ciudad; no la de barrios elegantes como el Seaside o Celebration, sino la del Lower East Side. En ciudades tan distantes como Londres, Sidney y Filadelfia (Society Hill), la que podemos denominar ahora como «primera ola de elitización urbana» empezó a aparecer como muy pronto en los años cincuenta. Se trató de una irrupción a pequeña escala, casi quijotesca, en el paisaje urbano. Nathanial Burt escribió acerca de Society Hill en 1963: «la moda de remodelar casas antiguas se le ha subido a la cabeza de las clases altas como el champaña». Esta primera ola supuso apenas un murmullo en el mercado inmobiliario local, aun cuando provocó cambios residenciales definitivos y atrajo mucho aliento cívico.

La segunda ola de elitización, que surgió al final de los años setenta y se prolongó durante la mayor parte de los ochenta, no fue ya un acontecimiento aislado en los mercados inmobiliarios locales, sino que se hizo cada vez más reconocible como parte de un proceso, mayor y más integrado, de reestructuración urbana. Esto significaba conexiones más amplias con la socioeconomía. La elitización urbana, la reinversión en un barrio ruinoso pobre o de clase trabajadora, dejó de constituir un asunto exclusivo de las clases altas (tal como refería Burt), y se convirtió en una seria opción residencial también para lo más granado de la clase media. En el Lower East Side apenas unos pocos edificios fueron renovados durante la primera ola, pero la segunda ofensiva de la elitización se configuró como un proceso mucho más coordinado. La reinversión de capital en barrios como éste se llevó a cabo mediante una estrategia deliberada de colocar artistas como tropas de choque de la elitización, aprovechando que el nuevo arte que surgía en la zona alcanzaba prestigio internacional, y que el Lower East Side se situaba en la cresta de la ola entre los lugares de moda en la ciudad. Pero la recapitalización de este medio construido extremadamente deteriorado se llevó a cabo con las miras más puestas en Wall Street, en plena expansión y distante apenas dos millas, que en el establecimiento de algún tipo de meca cultural o artística con carácter permanente.

Además de una nueva coyuntura de cambio económico y vanguardia cultural, la elitización urbana del Lower East Side durante los ochenta expresa, asimismo, una reestructuración de las relaciones de clase y género. Recuérdese que 1984 fue señalado como el «Año del Yuppie» por el semanario Newsweek, que simbolizó de forma explícita tal estilo de vida con un telón de fondo de elitización urbana. Otros dos acontecimientos marcaron la elitización como un concienzudo atrincheramiento en la economía política de la ciudad: primero, la proliferación de protestas contra la elitización, que culminaron en los enfrentamientos de Tompkins Square Park entre 1988 y 1991 (véase Smith, 1996); pero, en segundo lugar, el hecho de que a diferencia de la crisis más rigurosa de principios de los ochenta, cuando el proceso de elitización urbana apenas se vio afectado, la recesión posterior a 1989 limitó severamente el nivel de la elitización, llevando a predicciones marcadamente erróneas de que este fenómeno se había terminado para siempre, como consecuencia de los excesos de los ochenta. La elitización se comportó entonces mucho más como una parte del proceso económico y social, y sufrió sus correspondientes ciclos.

En Nueva York la tercera ola de elitización no dio comienzo en serio al menos hasta 1994, después de que un reanimado Wall Street apartara la economía de la Ciudad de una larga y profunda depresión. Los contornos de esta ola de elitización los empezamos a percibir con claridad ahora: exactamente como una nueva, lejana y más sombría crisis económica global que amenaza con restringir la actividad de elitización a partir de 1998. En lo que respecta al Lower East Side, varios cambios resultan ya característicos de esta nueva fase:

1.

Inversiones a gran escala de capital de corporaciones, sobre todo en la nueva construcción: Times Square, Trump City, o casos como el de Queens West, donde se lleva a cabo la reconstrucción sobre suelo industrial abandonado o semi-abandonado.
2.

Reducido nivel de resistencia contra la elitización urbana.
3.

Paisajes de elitización más funcionalmente integrados con la reproducción social y la producción (es decir, no limitados exclusivamente a la producción de viviendas).
4.

Creciente internacionalización del capital implicado en los procesos de elitización urbana.
5.

Una modificada geografía de la elitización, produciéndose una pérdida de la «línea de frontera».

Uno de los edificios del Lower East Side constituye el paradigma de los cambios que definen la tercera ola de elitización, incluyendo la mayoría de los ingredientes definitivos. En la esquina entre la Avenida B y la Calle Segunda

Este, una gasolinera abandonada fue transformada en galería de arte de vanguardia, conservando su nombre original. Como muchas otras galerías de arte que brotaron en el vecindario entre 1982 y 1987, ésta con el tiempo quebró. En el mismo solar, hoy se ha construido un edificio de siete plantas, con sesenta y un locales comerciales. Los locales, de unos ochenta y cinco metros cuadrados de media, se cotizan a partir de dos mil dólares al mes, y los dos pisos superiores presentan apartamentos dúplex y cuatro áticos, a precios de alquiler aún desconocidos en el momento de escribir este artículo. El promotor era israelí, el arquitecto, de Long Island y la financiación procedía del European-American Bank. De forma significativa, todos los apartamentos han sido dotados de líneas para Internet T-1 de alta velocidad, que funcionan a 1,5 megabytes por segundo, instalados por la International Building Technology Company (Oser, 1997). Además de los habituales Wall Streeters y arquitectos, abogados e intelectuales, la clientela esperada para el nuevo edificio incluía diseñadores de páginas web y otros profesionales, conformando así el denominado «callejón de Silicon» de Nueva York.2

En una ciudad donde la industria de la construcción está militantemente organizada en sindicatos, resulta aún más extraordinario que el edificio se construyera con mano de obra no sindicada. Aunque hubo algunas protestas al respecto, fueron secundadas sin entusiasmo y sólo consiguieron crear retrasos sin importancia. Esta combinación de apartamentos de lujo y trabajadores no sindicados hubiera sido demasiado inestable para tener éxito en los años ochenta. Pero en los noventa, y en particular en la zona del vecindario denominada «East Village», se vivió un proceso de mercantilización de una intensidad y alcance impensables durante la década anterior. Las tiendas tradicionales de ropa que ocupaban Orchard Street, que suministraban a la gente de la zona vestimenta a bajo precio (a menudo a precios de saldo) y que se habían convertido en un destino turístico en los años ochenta, se adaptan ahora cada vez más a la última moda de París y Milán; varios establecimientos comerciales han sido ya adquiridos por exquisitas cadenas comerciales al por menor.

Los medios audiovisuales y electrónicos también han desempeñado su papel en la mercantilización del vecindario. A principios de los noventa, el Cable Comedy Channel introdujo una serie cómica titulada Tompkins Square. MTV promovió en la localidad la película El Apartamento de Joe, con un concurso que ofrecía un año de alquiler gratis en un apartamento real del barrio; y la obra de teatro Rent convirtió al Lower East Side en un barrio chic, provocando de paso que en Broadway se difundiera la problemática de los seropositivos y enfermos de sida. Por si fuera poco, en 1996 comenzó en la web una telenovela llamada East Village, cuyo creador, Charles Platkin, intentó crear una revolucionaria imagen de marca y línea de ropa. A través de un almidonado reconocimiento del envoltorio económico-cultural que ahora domina el Lower East Side elegante, Platkin admite de buena gana que «lo que hemos intentado hacer es tomar la energía del East Village y crear un nombre de marca para él».

A diferencia de los años ochenta, por tanto, esta combinación singular de vitalidad económica y cultural presente en el Lower East Side tuvo poco de accidental. Propietarios de galerías de arte, promotores inmobiliarios y políticos municipales, entre otros, influyeron encarnizadamente en la elitización que tuvo lugar durante la década de los ochenta. Pero la nueva situación del vecindario está más relacionada con una miríada de decisiones sin apenas conexión con los mercados culturales e inmobiliarios. Si fue un descarado marketing de arte y bienes inmuebles el que empujó con furia política numantina un vehemente liberalismo elitizador anterior, en los años noventa, sin embargo, funcionó simultáneamente una nueva ola de elitización más estrechamente vinculada con los circuitos del capital internacional, aprovechándose de un nombre de marca ya asegurado para el Lower East Side. Pero un barrio que cuenta con su propia telenovela en la web depende para su audiencia de los barrios residenciales distantes treinta o trece mil millas de Tompkins Square Park. Y a pesar de que en el vecindario continúa residiendo un inquilinato caracterizado por su extraordinaria diversidad humana, a buena parte del cual le resulta cada vez más duro encontrar o retener pisos accesibles, la elitización y la búsqueda consciente de nuevos márgenes de rentabilidad están debilitando su vanguardia. La línea de frontera del proceso de elitización ha sobrepasado ya el Lower East Side hacia localizaciones más periféricas en Brooklyn y Queens por el este, y New Jersey por el oeste. La energía, tanto cultural y política como económica de la temprana elitización, así como el descarado exceso anterior que combinaba arte con capital, están siendo progresivamente sustituidos por acciones combinadas a gran escala que involucran al conjunto del entorno económico y cultural. La frontera ha sido, efectivamente, domesticada, y en una irónica repetición de Frederick Jackson Turner, la materialización del proceso de elitización en los nuevos márgenes —el desarrollo de Queens West, por ejemplo— resuena en los vecindarios elitizados más tradicionales como el caso del edificio de la gasolinera para el Lower East Side.


El nuevo globalismo: ¿final de la geografía o reafirmación del lugar?

Algunas de las conexiones entre esta imagen de un nuevo y elitizado urbanismo sobre el Lower East Side y la globalización de los años noventa resultan bastante evidentes. De este modo, voy a centrarme ahora de forma explícita en el nuevo globalismo, y lo voy a hacer cuestionando dos líneas de pensamiento un tanto contrapuestas que enmarcan los argumentos actuales sobre la globalización.

La primera corriente es la que podríamos llamar la tesis del «final de la geografía». En todas las escuelas de negocios a lo largo y ancho de los Estados Unidos se les transmite a los expectantes estudiantes de Master of Business Administration el potente mensaje de que la globalización representa el fin de la geografía, y que ello plantea desafíos así como extraordinarias oportunidades. Con el auge de los nuevos mercados financieros y su accesibilidad tecnológica prácticamente inmediata, espacio, lugar y límites se han vuelto superfluos: el director económico del American Express Bank señala explícitamente que, «el fin de la geografía nos remite a una condición de desarrollo económico donde la situación geográfica ya no afecta a las finanzas». Habiendo completado su destino, el Estado nación y las demás trabas impuestas por el localismo político y cultural, han sucumbido ante el mercado. O, como alardeaba un anuncio de British Telecom empleando un tono sintomáticamente norteamericano, «la Geografía [ya] es Historia» (O’Brien, 1992, p. 1; véase también Ohmae, 1990). Ante esta retórica prepotente, tan repetida y en apariencia coherente, uno debería estar excusado de descubrir una cierta adulación en la optimista linealidad de esta visión que propugna algo así como: capital global über alles. Una visión incubada con un sesgo inevitable en la experiencia cotidiana de una pequeña camarilla de negociantes y ejecutivos de las finanzas, nutrida por una extendida revolución en las comunicaciones electrónicas, informáticas y audiovisuales, y extrapolada hasta el infinito de la capitalización planetaria total. Este supuesto de un mundo sin límites ha sido llevado bastante más allá de los límites de su propia veracidad. Si esta visión alimenta la noción de globalización como la de un irrefrenable «bulldozer» del capital, lo cierto es que encuentra también sus variantes más progresistas y críticas, como en el aserto de Manuel Castells de que el mundo comprende ahora un espacio de flujos —más que un espacio de lugares—, una sociedad conectada en red, la era de la información y de la sociedad interconectada, en la que las viejas formas de diferencia política resultan trasnochadas. Incluso el crítico cultural francés Paul Virilio, que debería conocer mejor esta materia, se sitúa en una insólita posición, haciéndose eco de las posiciones del capital financiero cuando se suma al anuncio de la «muerte de la geografía» (Virilio, 1997, p. 65; Castells, 1996-1998).

Una segunda corriente en las discusiones sobre la globalización rebate de inmediato esta claudicación completa al capital. Desde los años setenta, muchos geógrafos, urbanistas, antropólogos, arquitectos y otros investigadores, insisten en que estamos asistiendo mucho más a una marcada reestructuración de los conceptos de espacio, lugar y geografía, que a su desestructuración o eliminación unidimensional; y que el lugar ocupa otra vez una nueva importancia tras el desmantelamiento del orden de la posguerra y la irrupción de ideologías aespaciales, que nutren los relatos heroicos sobre el llamado «siglo americano». Como el historiador del arte John Berger hizo célebre hace algunos años, es el espacio y no el tiempo el que ahora nos oculta las consecuencias políticas del cambio social. De modo que este intento de socavar las geografías —de nuevo empleo aquí el término en su más amplio sentido transdisciplinario— supone, al mismo tiempo, el restablecimiento de una política que había sido sistemáticamente enterrada durante esa posguerra, la de los relatos aespaciales del «siglo americano». Tanto si se considera el siglo largo como el siglo corto; tanto si tomamos nuestras referencias teóricas, históricas y, en último término, políticas, de Eric Hobsbawm como de Giovanni Arrighi; sea que el Nuevo globalismo, nuevo urbanismo Doc. Anàl. Geogr. 38, 2001 23 «siglo americano» ya ha terminado, o bien que la globalización de los noventa alcanzó su cima y la crisis económica de 1998 marcó su desenlace —asumiendo una coincidencia histórica demasiado exquisita con respecto a la importancia simbólica de 1898—; en cualquiera de todos esos casos, está claro que el «siglo americano» ha sido el de un «imperio americano», y que como todos los imperios ha esculpido su propia arquitectura global (Smith, 1999).

En sus ensayos certeros y sintéticos, Saskia Sassen plantea un argumento de referencia acerca de la importancia del lugar en el nuevo globalismo. Insiste en que el lugar resulta central para la circulación de personas y de capital que constituye la globalización, y la centralidad de los ámbitos urbanos en un mundo globalizado trae consigo el reconocimiento de la rápida pérdida de importancia de la economía nacional. Pero también considera necesario destacar el hecho de que la globalización tiene lugar a través de complejos sociales y económicos específicos, enraizados en lugares igualmente específicos (Sassen, 1998). Esto aporta una imagen conocida de la globalización, definida en términos del cambiante nexo entre la producción y las finanzas. Las ciudades globales surgieron cuando, en los años setenta, el sistema financiero global se amplió marcadamente y la inversión extranjera directa ya no estuvo dominada por capital obtenido del sector primario, sino más bien por capital que se movía dentro de y entre los mercados de capitales. Esto requería, a su vez, de un amplio orden de productores auxiliares de servicios concentrados en los puestos de mando y control de la economía financiera. Las nuevas formas urbanas resultantes se caracterizan por su extrema polarización entre abundancia y miseria, su drástica reordenación de las relaciones de clase y su dependencia sobre nuevas oleadas de mano de obra inmigrante. Éste, por supuesto, resulta ser el paradigma de la ciudad global. El equilibrio del poder económico ha cambiado a partir de la década de los setenta, según Sassen, desde los lugares de producción, tales como Detroit y Manchester, hacia los centros de finanzas y servicios altamente especializados.

Entre los diagnósticos alternativos que dibujan una utopía globalizada —planteada literalmente como una globalización que se sitúa fuera del espacio— y la reafirmación del lugar en la nueva geografía global, los lectores habrán supuesto ya, especialmente tras mis comentarios introductorios sobre la escala, que soy un evidente partidario de la segunda opción. Y todavía esta reafirmación del lugar no ha completado con éxito la tarea de comprender el significado de la transformación forjada por el nuevo globalismo. En la visión de Sassen, es como si la economía global constara de una plétora de contenedores —los estados nacionales— en cuyo interior flotara un número de contenedores de menor tamaño, las ciudades. La globalización provoca un cambio radical en el tipo de relaciones sociales y económicas que se mantienen entre unos y otros, una suerte de intercambio de actividades entre diferentes contenedores, y una creciente porosidad de los contenedores nacionales que provoca que la turbulencia en el extenso mar global afecta cada vez más directamente a las ciudades implicadas. Pero con la excepción de ciertos contenedores nacionales que pueden en realidad encontrarse sumergidos, los contenedores mismos permanecen en gran parte intactos, incluso cuando las relaciones entre ellos se transforman. Lo que quiero argumentar aquí es que, con el nuevo globalismo, los mismos contenedores están en lo fundamental volviéndose a repartir, y que éste es un proceso que tiene lugar a una escala completamente nueva. Lo «urbano» está siendo redefinido de forma tan dramática como lo global; los viejos contenedores conceptuales —nuestros supuestos de los años setenta acerca de lo que es o era lo urbano— ya no sirven. En resumen, la globalización anuncia lo que puede considerarse como producción y reestructuración global, no simplemente del espacio o del contenido de espacios dados, sino de la escala geográfica per se (Swyngedouw, 1997).

Voy a intentar una segunda metáfora, quizás más elocuente, que pueda ayudar a concretar mejor esta idea. Si pensamos en el mundo de posguerra como un rompecabezas, no es tan sólo que desde los setenta este puzzle se haya hecho añicos y nos encontremos luchando, en los conceptos y en la práctica, para volver a colocar las piezas en algún orden coherente. Lo que ocurre, más bien, es que los fragmentos que están bajando no son todos los que subieron. Nuevas amalgamas de espacio urbano, internacional y global se han fraguado ya a partir de los fragmentos viejos, y lo que tenía sentido para la vieja geografía política resulta pintoresco, en el mejor de los casos, a la luz del nuevo globalismo. Las reafirmaciones de lugar que se suceden en medio de la globalización generalmente conservan todavía los supuestos de escala que estaban vinculados a los viejos contenedores, a los viejos fragmentos, como el mapa de partida sobre el que el nuevo mundo globalizado ha sido redibujado. ¡Pero es que el mapa de partida mismo ha sido redibujado!

El propio lenguaje de la globalización representa una tentativa muy potente, aunque indudablemente partidista, de redefinir la escala de nuestra visión del mundo. De forma quizás menos evidente, y en la escala opuesta, se puede aplicar un criterio similar a las políticas de identidad de los años ochenta, las cuales, cualquiera que sea el mortífero fundamento planteado para su aparición, constituían respuestas a crisis de identidad tan amplias y polivalentes como viscerales. Las políticas identitarias tienen que ver con el cómo estos fragmentos redefinidos de escala resultan nuevamente unidos (en este caso, la escala redefinida en declive, con un potente aunque no exclusivo énfasis en lo individual); pero están relacionadas asimismo con la pregunta de cuáles son las piezas que tienen poder, y a qué coste, en el nuevo mapa mundial.


El nuevo urbanismo: producción, reproducción y escala

¿Cómo genera el nuevo globalismo un nuevo urbanismo? Voy a intentar resumir la primera parte del argumento a través de una serie de afirmaciones silogísticas. En primer lugar, la teoría urbana de posguerra, durante su apogeo en los años setenta, llegó a caracterizar la ciudad del capitalismo avanzado desde el punto de vista de la geografía política de la reproducción social. Se trata de una interpretación coherente, si recapitulamos el trabajo de los principales teóricos urbanos del último tercio del siglo XX, los cuales explicaron la —eufemísticamente etiquetada— crisis urbana de los sesenta y los setenta como una crisis de reproducción social relacionada con revueltas de clase, con la disfuncionalidad del racismo y el patriarcado, y con las contradicciones entre una forma urbana obtenida según estrictos criterios de rentabilidad pero que todavía tenía encomendado llevar a buen término la reproducción social de las masas (véase Lefebvre, 1971; Harvey, 1985; Castells, 1977). Se trata también de una suposición que se hallaba implícita bajo la tradicional atención de la geografía urbana por los trayectos al trabajo, y el empleo de este indicador para medir la extensión espacial del campo urbano. De modo que resulta oportuno pensar en la ciudad en muchos aspectos keynesiana —la ciudad de la política urbana progresista de posguerra— como el reino del bienestar, la reserva de fuerza de trabajo para cada capital nacional. Es bien sabido que las ciudades combinan muchas otras funciones, pero su papel como enclaves de reproducción social para las economías nacionales resultó definitivo.

En segundo lugar, durante los años setenta la idea de «economías nacionales» separadas se volvió cada vez más obsoleta. El capital comercial y financiero se encontraba ya en gran medida mundializado y, aunque la proliferación de mercados financieros en Asia y la intensificación de intercambios financieros mundiales agravó sensiblemente la globalización financiera, fue la globalización de la producción de capital y del proceso de producción la que constituyó la base real para la globalización de los ochenta. Ésta es, por cierto, la razón por la cual prefiero la terminología de «nuevo globalismo». No se trata de un fenómeno totalmente nuevo como el término «globalización» parece sugerir, sino más bien la conclusión de un fenómeno largamente presente en la agenda global. En cualquier caso, este nuevo globalismo fue marcadamente estimulado —aunque no causado— por la generalización de la tecnología informática, la desregulación de los mercados financieros, el relativo abaratamiento del transporte aéreo y la paralela disminución de precio de la mayor parte de las materias primas. El capital variable también fue globalizado, en este caso a través de una migración internacional sin precedentes de fuerza de trabajo.

En tercer lugar, la creciente movilidad de capital y trabajo se complementan. La porosidad de las fronteras nacionales como límites económicos fue tanto la consecuencia como la causa del aumento de la movilidad de capital y trabajo, cuando una serie cada vez mayor de capitales se mueve libremente hacia los lugares en que los costes más bajos de reproducción social se traducen en costes más bajos de producción. El corolario también viene a ser que, al tiempo que las economías de los estados nacionales se hacen cada vez más independientes de las economías sociales para la reproducción de la clase trabajadora nacional, se ven a sí mismos introducidos a la fuerza o más capaces de sacar ventaja de una creciente competencia entre capital y trabajo en lo que se refiere a localizaciones más baratas del coste de la mano de obra. Al margen de opciones ideológicas o necesidades de competencia, los estados aumentan las zanahorias ofrecidas al capital inversor, mientras recurren al palo con los trabajadores. Las políticas de los estados nacionales se desarrollan a la par entre las preocupaciones por la competitividad económica y el desmantelamiento de las medidas de bienestar nacional y los servicios sociales.

En cuarto lugar, las economías locales urbanas y regionales se abren a una competencia económica global sin precedentes y padecen un desgaste en el suministro de capital social desde la escala nacional. En este contexto, la presión sobre los gobiernos municipales para que se desentiendan de sus responsabilidades en la reproducción social a la escala local crece cada día, al tiempo que se ven cada vez más envueltos en una aguda competencia por las inversiones de capital en el seno del mercado global. Por último, con la reestructuración de la producción desde los años setenta que ha transformado las relaciones de clase, y con los conflictos de base clasista o racial en retroceso, los gobiernos municipales han tenido tanto las condiciones como el incentivo crecientes para abandonar a ese sector de población que resulta excedentario por la reestructuración económica, desmantelar los servicios sociales y favorecer la elitización urbana. En este sentido, los niveles relativamente bajos de conflictividad resultaron decisivos en la verdadera ausencia de respuesta gubernamental a las sublevaciones de Los Angeles después de 1992; lo cual supone un dramático contraste respecto a la reacción de mejora que provocaban las sublevaciones de los años sesenta.

Esto nos lleva al meollo de las transformaciones que afectan a las ciudades. Dos cambios que se refuerzan mutuamente han reestructurado, por consiguiente, las funciones y los papeles activos que les corresponde tomar a las ciudades, y la propia escala a la que lo urbano está constituido.

El primer cambio concierne a la producción, el segundo, a la reproducción social. En primer lugar, así como la escala urbana era tradicionalmente definida por la teoría de posguerra en términos de una geografía de la reproducción social, la escala regional fue en gran parte definida en términos de sistemas más o menos especializados de producción al interior de economías nacionales. Pero la erosión de los límites económicos nacionales, y la consiguiente desindustrialización de regiones subnacionales anteriormente protegidas, que tuvieron lugar en los años setenta y ochenta, han llevado a la desintegración de esa geografía regional de posguerra y, con ella, al desvanecimiento de la base de una escala subnacional de regiones productoras especializadas. Los nuevos complejos espaciales de producción en los paisajes económicos del fin del milenio son mucho más pequeños y diversos que las viejas regiones industriales que desplazan; y están definidos desde el comienzo más en términos del mercado global que del nacional. Desde Silicon Valley hasta la llamada «Tercera Italia», desde São Paulo hasta Shangai, las locomotoras de la producción en la economía global ya no son complejos regionales como el Midwest o Nueva Inglaterra, Yorkshire-Lancashire o el Ruhr. Más bien se trata de regiones metropolitanas, complejos productivos organizados a través y dentro de geografías urbanas en activo crecimiento. El nuevo globalismo ha definido a la baja la escala geográfica de los sistemas de producción. Las regiones al viejo estilo y escala se han disuelto en gran medida. Y el corolario resulta ser que las ciudades están siendo febrilmente transformadas de escala, en la misma proporción que lo están también sus renovadas funciones de plataformas de producción global

Existen muchas señales y consecuencias de todo esto. La industrialización sin precedentes a través de toda Asia después de los años sesenta, que encabezó mucho del nuevo globalismo, y la explosión de los mercados financieros que provocó, estuvo más fuertemente centrada en lo urbano que en lo regional. En los Estados Unidos, el libro Edge Cities de Joel Garreau resulta sólo uno de los más evidentes registros de una llamativa expansión y reestructuración de la escala metropolitana, de tal forma que las tradicionales distinciones entre ciudad y periferia residencial han perdido su sentido. Y claro, retrospectivamente, la reivindicación de una sociedad postindustrial parece por desgracia sintomática no tanto de un mundo encerrado por economías nacionales impermeables, sino de uno ciego a los cambios masivos que han tenido lugar fuera de unos pocos centros europeos y norteamericanos.

Si las ciudades están siendo transformadas de escala hacia plataformas geográficas de producción en la economía global, ¿qué ocurre entonces con la reproducción social? Éste es el segundo cambio del cual me quisiera ocupar brevemente. Si es correcto mi argumento de que la producción viene a definir la escala del nuevo urbanismo, esto parecería sugerir igualmente que Shangai y São Paulo —o posiblemente Tokio, a un trecho de Los Angeles— resultan ejemplos más definitorios de la vanguardia de este nuevo urbanismo, que Nueva York o Glasgow. La división geográfica del trabajo se vuelve verdaderamente global, de una forma que no anticipó la ya obsoleta división entre Tercer Mundo y Primer Mundo. La cuestión de la reproducción social resulta, claro está, crítica en estas aglomeraciones industriales de vanguardia, pero el nuevo globalismo no ha modificado todavía seriamente las relaciones sociales de reproducción. Esto puede estar ya sucediendo, por ejemplo, cuando un gran número de mujeres indias o indonesias —muchas de las cuales trabajan fuera de casa para compañías multinacionales o sus proveedores— tienen acceso a imágenes de televisión y a culturas que presentan un retrato radicalmente distinto de las relaciones de género (sea para mejor o para peor). Pero en la mayor parte de Asia, Sudamérica y África, no existe un sistema estatal significativo de reproducción social (China constituye una importante excepción al respecto) que pudiera ser corroído por el nuevo globalismo.

Evidentemente, la situación difiere mucho en los países capitalistas desarrollados. El desmantelamiento de los sistemas públicos de reproducción social frente a los aparentes imperativos del mercado global —desde la asistencia social, hasta el acceso a la sanidad o el subsidio a la vivienda— sitúa en la agenda de forma más apremiante para nosotros la cuestión de la reproducción social, incluso cuando el nuevo urbanismo se define desde la producción. Y todavía me parece que las luchas políticas relacionadas con la reproducción social se presentan más fragmentadas que nunca desde los años setenta, y que la atención intelectual hacia estos asuntos ha descendido de igual forma. Los debates feministas sobre la reproducción social que tuvieron lugar en los setenta parecen ahora un eco lejano; la teoría feminista posterior a los años setenta —en realidad, toda la teoría de izquierdas en general— la dejó atrás en su desplazamiento hacia temas como la cultura o, sencillamente, la olvidó. Resulta sorprendente, incluso, que las cuestiones de la reproducción social no hayan resurgido con fuerza en los noventa, a no ser que le echemos la culpa otra vez al bajo nivel general de oposición y a una evidente abdicación de nuestro propio papel como intelectuales de izquierda. Un remedio excelente podría ser retomar esos debates feministas de los setenta, no porque pensemos que encontraron todas las respuestas correctas —ciertamente no lo consiguieron—, sino porque plantearon adecuadamente muchas de las preguntas; preguntas que necesitamos que sean respondidas otra vez. Y mientras estemos en ello, sería igualmente deseable volver a los debates sobre la naturaleza del estado capitalista. ¿Dónde se sitúa hoy el debate sobre el Estado —nacional, local, o inclusive internacional— en un momento en el que éste, bajo una aparente impotencia frente a los imperativos globales, empieza a parecerse mucho más al comité ejecutivo de la burguesía planteado por Marx?


Conclusión: de vuelta a la Ciudad, transformada de escala

Desde lo alto de Nueva York y desde las más prestigiosas publicaciones se produjeron un torrente de solemnes comentarios en los últimos años noventa, planteando que había llegado el momento de redescubrir a Carlos Marx. Esto vino estimulado por el hecho de que en 1998 se conmemoraba el 150 aniversario de aquel pequeño y travieso panfleto titulado Manifiesto Comunista y, es de suponer también, por la miope presunción de que con el estalinismo y sus patéticos restos bien muertos desde 1989, las ideas políticas de Marx no suponen ahora ninguna amenaza (lo cual sí que resulta una verdadera manifestación de fetichismo acerca del Estado). El Wall Street Journal, el New Yorker y el New York Times afirmaban que, según parece, vuelve a ser seguro otra vez admitir que Marx puede haber sido el verdadero teórico del capitalismo. Olviden el «Samuelson», lean Das Kapital. Hay que decir que el alardeo en torno a Marx cesó bruscamente cuando la bolsa cayó con estrépito tres semanas después. Pero el problema actual con Wall Street no es que hayan demasiados marxistas: es que han ido más allá de Marx. Deben ser más bien demasiado leninistas pues ¿de qué otra manera podríamos entender la potente tesis sobre la globalización emanada de Wall Street —«las diferencias geográficas políticas han muerto»—, si no como una versión del viejo axioma de Vladimir Ilich sobre el «decaimiento del Estado»? No le resultó tan sencillo a Lenin deshacerse del Estado, y tampoco lo será para Wall Street, lo cual se aplica especialmente a la escala de la ciudad de Nueva York.

Se está produciendo una patente revitalización de las prerrogativas políticas urbanas si las comparamos con las de los estados nación. Rudy Giuliani bromeaba sólo en parte cuando reclamaba su propia política exterior. Bajo este prisma, podemos interpretar al revés la literatura sobre las ciudades globales. No es tanto que éstas estén convirtiéndose cada vez más en economías sustentadas en las finanzas y los servicios, más que en la producción; sino más bien que las ciudades se están volviendo a definir como unidades de la escala geográfica de la producción, al tiempo que el proceso de producción mismo se ha visto transformado. Los anteriores límites entre la producción tradicional y las finanzas, que antes resultaban ya confusos, son ahora prácticamente opacos. Sectores completos de los servicios financieros, especialmente los productores de servicios, ahora se desarrollan con éxito como productores de excedentes de valor, como en buena medida anticipara ya Henri Lefebvre. La construcción de bienes inmuebles se ha convertido en su propia locomotora de la producción económica, ahora ya no restringida a la periferia, sino actuando también en la propia remodelación del corazón urbano. Al propio tiempo, las ciudades globales han podido comprobar por sí mismas su capacidad para desviar los excedentes de valor producidos en cualquier parte hacia sus propios mercados financieros. ¿Dónde radica finalmente el poder entre disciplinas comunes y contradictorias impuestas por la producción y el control financiero? ¿Es São Paulo un accesorio de Nueva York, o al revés?

Hace casi cien años, el historiador de tendencia conservadora, Brooks Adams, argumentó respecto al imperio americano que el mundo se encontraba en la cúspide de un ciclón de cambio económico. «El torbellino del ciclón se sitúa cerca de Nueva York», anunció, con un recato apropiado para la principal ciudad del continente. Precisamente el año pasado, el novísimo plan para Nueva York elaborado por la Asociación del Plan Regional se titulaba, apropiadamente (dados los argumentos que aquí he aportado sobre una escala urbana en expansión), Una Región en Peligro. Plantearon que «las tendencias se manifiestan aquí primero». El Plan es un proyecto que aspira a convertir la ciudad de Nueva York en una metrópolis productiva par excellence, pero, como sugiere su título, se desprende algo más que congoja del análisis planteado. La competencia global constituye la sombra oscura que se cierne sobre un plan que se manifiesta inusualmente preocupado, y que fue encargado por una élite neoyorkina que se caracteriza tradicionalmente por su inveterado optimismo.

La elitización urbana aparece con mucho peso en el plan, sin atreverse, claro está, a denominarse claramente así. Pero el paisaje de Nueva York sí expresa su nombre con elocuencia suficiente. Directamente en el corazón, Times Square, se asienta el buque nodriza de Disney, enviado desde Florida, según parece, con el propósito de expandirse colonizando su perímetro. El esfuerzo de la elitización urbana consiste entonces en lanzar la idea de los «espacios totalmente obsoletos y superfluos»,3 como escenarios potenciales de los nuevos asaltos de la producción inmobiliaria en la ciudad global (y no tan global).

Como es propio del nuevo urbanismo, esta estrategia de producción inmobiliaria encaja con cuidado en la agenda de reproducción social de las nuevas clases profesionales, empleadas dentro y alrededor de la economía global, al tiempo que se deshace de todos aquéllos que sobran por la misma causa. La elitización representa la perfecta metáfora de las dos puntas de los nuevos globalismo y urbanismo —producción y reproducción social—, así como del desplazamiento —exclusión socio-espacial— que constituye su intencionada consecuencia. A este respecto, la remodelación de la escala geográfica resulta completa, pues sería un error pensar que la globalización de algún modo se limita a allanar los paisajes locales urbanos para convertirlos en receptores unidimensionales del impulso global.

De este modo, si observamos la evolución del Lower East Side desde los días anteriores a la elitización que tomó cuerpo en los ochenta hasta el presente, podemos constatar una extraordinaria ruptura de escala provocada por la creciente capitalización global. El vecindario ha sido parcelado a su vez por la industria inmobiliaria en numerosos mercados menores de elitización, a modo de condición geográfica de conquista. Esto aporta en realidad un extraordinario ejemplo de producción de escasez geográfica, en tanto que la creación de mercados menores locales produce una escasez de localizaciones en cualquier otro escenario.

Ya planteé que el Estado no se debilitará tan fácilmente. Esto resulta especialmente cierto para Nueva York, y especialmente mientras siga siendo la ciudad del alcalde Giuliani. De forma apropiada, los términos de la producción y la reproducción definen bajo su dominio las políticas del nuevo urbanismo. Por un lado, el alcalde está tratando de seducir a corporaciones grandes y simbólicas mediante «geosobornos» —así denomino a tales subvenciones de los contribuyentes de proporciones insondables— para que permanezcan en la ciudad: a la Bolsa le propusieron setecientos millones de dólares en ayudas públicas; y al equipo de los Yankees de Nueva York, un paquete de promesas no especificadas acerca de un nuevo estadio, cuyo coste ha sido indistintamente estimado hasta en mil millones de dólares. Otro tanto ha ocurrido con Disney, con Trump, con Helmsley, con todas las pobrecitas corporaciones que vienen tocando a la puerta. Pero la otra cara de esta generosidad con las grandes empresas es un pétreo revanchismo asestado contra las víctimas de la globalización, que están siendo bruscamente despojadas de servicios federales y municipales.

Una de las cuestiones centrales de la redefinición de escala de la ciudad es, obviamente, la suerte que corran todas aquellas personas marginadas como consecuencia de la creciente abstención del Estado de cualquier responsabilidad relacionada con la reproducción social. Lejos de debilitarse, la administración municipal de Nueva York está orquestando una represión coordinada contra esta población «sobrante». Una política represiva de cuyas manifestaciones y consecuencias probables, en los próximos años, no nos deberíamos sorprender.


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Notas

1 N. del T.: Empleamos el término «elitización urbana» como traducción del inglés gentrification, siguiendo la propuesta de un reciente libro del autor, primero que se publica en español (Smith y Katz, 2000). Para designar a este proceso socioespacial propio de las ciudades capitalistas desarrolladas otras personas han preferido utilizar vocablos tales como «aburguesamiento», «recualificación social», «aristocratización» y «gentrificación».

2 N. del T.: Silicon Alley en el texto original. El nombre representa un juego de palabras respecto al Silicon Valley californiano.

3 N. del T.: En el texto original: «Totally Obsolete And Redundant Spaces». El autor añade entre guiones: «un colega mío ha acuñado el nombre de TOADS para tales lugares», haciendo un juego de palabras con las siglas y el término «sapos» (toads) en ingles.

* Fuente original: http://neil-smith.net/articles/new-globalism-new-urbanism-gentrification-as-global-urban-strategy




* Rebelión - Artículo - 27.10.10



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