Málaga: sus errores urbanísticos

JOAQUÍN CESTINO* : La inconcebible demora en la efectiva y total depuración de las aguas residuales que vierten al mar. La antigua permisividad ante la masificación urbanística promovida por interesados promotores en distintas áreas de la ciudad. La imprevisión en el proyecto y ejecución de las infraestructuras viarias que el crecimiento demanda. La pasividad e incapacidad, quizás impotencia, para evitar el abandono y la marginalidad de nuestro viejo centro histórico. Estas son algunas de las graves irresponsabilidades en las que, durante muchos años, incurrieron los políticos malagueños que nos gobernaron.
Pero ya sabemos que de poco valen quejas y reproches.

Pudimos tener un litoral abierto, limpio, despejado, bien preparado para los requerimientos propios, y técnicamente perfecto para su incorporación a la gran demanda turística de la Costa del Sol. En su lugar tenemos cambiantes playas artificiales que los temporales de levante vacían de sus arenas todos los inviernos, y cuyas aguas, aún hoy, no suelen invitar al baño. Un litoral sin verdaderas instalaciones, hoteles e infraestructuras atractivas para un turismo aceptable. Tenemos un paseo marítimo hacia el este que en su primer tramo es de insuficiente anchura y está agobiado por altos edificios, y en su segundo y más prolongado tramo es una carretera con estrechas aceras. Y otro paseo marítimo hacia el oeste, más amplio y dotado, pero ocupado casi exclusivamente por bloques de viviendas. ¿Podremos esperar que, llegado el caso, la Diputación y el urbanismo municipal, en un ejercicio saludable de modestia ante la crisis, reconviertan en hoteles sus magníficos edificios en primera línea del litoral?

Pudimos tener áreas urbanas, barriadas, bien comunicadas, con pocas alturas y amplios espacios ajardinados, gratas a la vida y a la vista. Pero hemos heredado algunos barrios que ya fueron marginales desde su inauguración. Con la construcción de La Malagueta, se destruyó la zona mejor situada de la ciudad. Nunca se completó el tejido urbano entre los sectores incorporados a la ciudad. Nunca se pensó en la funcionalidad, comercios y servicios, tampoco en la cultura, el deporte o el ocio de esas barriadas. Poco se pensó en la arquitectura adecuada a la especificidad de los lugares que se urbanizaban. Poco se pensó en el paisaje o en la defensa de los montes litorales o interiores. Así creció esta gran conurbación que puede identificarse como una ciudad archipiélago. Es ahora cuando el Ayuntamiento desea obtener de los fondos Feder más de 4.000 millones de las antiguas pesetas para la recuperación de los barrios degradados.

Pudimos conservar el atractivo y acogedor centro antiguo de la ciudad. Sus valiosos edificios del siglo diecinueve, sus comercios y cafés, su vida intensa y amable. Pero sólo tenemos la calle Larios y algunas pocas más que puedan ser atractivas para el visitante. Amplias zonas, múltiples calles, abandonadas a su suerte. Gran parte de los inmuebles en evidente deterioro. Un centro impresentable, pleno de oscuridades, suciedades y pintadas. Donde el turista sólo puede hallar el desagrado o la inquietud.

También pudo proyectarse la reconversión adecuada de los muelles cercanos, el uno y el dos, de nuestro Puerto. Pudo promoverse la integración de ambos, formando un área única y singular, con los espacios monumentales y museísticos, Aduana, Teatro Romano, Alcazaba, Catedral, Museo Picasso. Sin embargo, tuvimos que oír, una vez tras otra, el inconsistente tópico de que había que abrir el Puerto a la ciudad, o la ciudad al mar. ¿Por qué abrirse al mar justamente por el Puerto, que es un importante centro de actividad económica para la ciudad, un espacio productivo de primer orden, y cuyo recinto está protegido por las leyes internacionales? Un recinto que limita con el mar en sólo un 15% de la longitud total del litoral municipal.

Desde el principio pudo verse que lo que sobre todo se buscaba era la comercialidad del lugar. Se impuso una vez más la obtención de fáciles plusvalías a partir del suelo público. Vialia y la antigua Fábrica de Tabacos son ejemplos de esa rechazable forma de administrar lo público con criterios privados. Lo ha dicho el decano del Colegio de Arquitectos, Francisco San Martín, cuando ha escrito que la cultura urbana de la construcción de esta ciudad es ya en un puro ejercicio mercantilista.

Ahora parece que, como dice el reclamo publicitario del muelle uno, vamos a tener ocio, moda, arte y restauración. Puede ser. Setenta locales comerciales van a estar dispuestos para ello. Un nuevo centro comercial y de ocio, probablemente sin sentido en este lugar. Quioscos, pérgolas, marquesinas, terrazas, palmeras y huertos de frutales (?) completarán el escenario. Y es posible que si llega también a los muelles uno y dos la llamada movida, el temido botellón, algunos considerarán esto como un logro social y político. Ya hemos dicho que de nada vale quejarse. Sin embargo, el recuerdo y la anotación tal vez, de lo que se hizo mal, puede ayudar a que no se repitan nuevamente los errores pasados.

Málaga es una ciudad favorecida por su situación geográfica y su agradable clima. Málaga es ya casi una ciudad global. Pero ese necesario paso, ese difícil problema que supone la transformación de la ciudad local en ciudad global, que como ha dicho el arquitecto Thom Mayne, premio Pritzker en el año 2005, es compleja y prácticamente incontrolable, aún no se ha consumado. Esperemos que la actual crisis globalizada, económica y financiera, mueva a los ciudadanos y contribuya al menos a que la dormida sociedad civil reaccione contra la falta de control, de ideas y de sentido social de los políticos. Contra la sumisión de estos a las presiones económicas del capital. Contra la falta de perspectiva en el tiempo y en el espacio que aquellos evidencian.






* Málaga Hoy - Opinión - 23.12.2008

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