¿Entiendes o no?

JUAN BOLEA* : "Los pelos se nos han vuelto a poner como clavos o escarpias al leer la transacción de las conversaciones secretas (que dejaron de serlo gracias a un pinchazo policial) entre el concejal de Urbanismo de Alhaurín el Grande y uno de los constructores con intereses económicos en dicho término municipal. En tales, y ahora públicas componendas, el político recordaba al empresario la necesidad de abonar de inmediato (a él, se supone) una compensación millonaria por haberle permitido edificar en un solar un número mayor de viviendas al estricta y legalmente permitido. "Te he llamado por el tema que ya hablamos la última vez", decía el concejal. "¿De qué?", preguntaba el constructor, como haciéndose el loco. "De la compensación que tienes que darle al Ayuntamiento". "¿Cuánto era?" "122.000 euros". "Y eso... ¿Tanto, de qué es?" "Pues de lo que hablamos en su día, del exceso de peso y del exceso de viviendas. ¿Entiendes o no?", remataba, sin piedad, conminatoriamente, a modo de ultimátum, el edil de Alhaurín.


Viene al caso este ejemplo para preguntarnos, una vez más, si este tipo de situaciones, de prevaricaciones, de corruptelas, es habitual o simplemente esporádico. Si, tal como sucede en otros países, en especial en los de habla hispana, el nuestro es un modelo de corrupción establecida, clínica, endémica, o, por el contrario, tan sólo saltan a la luz pública los pocos casos reales de corrupción que en la realidad han sido o son.

Ésta es la hamletiana duda: ¿cuántos de estos chorizos, de estos siniestros concejales de Urbanismo, hay repartidos por la piel de toro? Sabemos, desde luego, que hay unos cuantos en Marbella, en los municipios de la Costa del Sol, quizá en Valencia, tal vez en nuestras islas más turísticas, en Baleares o Canarias, pero... ¿quién nos asegura que tal especie no se ha extendido por la España interior, por los feudos de la honradez socialista, del honor de los populares, incluso de la ética de Izquierda Unida?

Antes, en los primeros tiempos de la transición, el origen de estos desórdenes morales y financieros parecía tener origen en el económico sostén de los partidos. Muchos creen, saben o presumen que la fontanería oscura de las grandes siglas pudo llevar liquidez a los grifos de la intendencia interna gracias al trasiego de maletines, pero tal justificación colectiva, si acaso lo era, no parece tener aplicación en Alhaurín el Grande; allí, como en tantos otros municipios, los políticos implicados en casos de corrupción podrían estar persiguiendo su lucro personal, al margen del partido al que representen.

A la Justicia, claro está, compete combatir este tipo de lacras, pero una amplia mayoría de ciudadanos coincidiría, me temo, en que las penas a los delitos llamados de pajarita o de guante blanco no son en absoluto ejemplarizantes; y en que sus actores salen del maco demasiado pronto, en muchos casos para reincidir.

¿Y no tienen,también, los partidos, una enorme responsabilidad para desprenderse de las manzanas podridas, y evitar que el cesto huela a degradación?





* Escritor y periodista


* El Periódico de Aragón - 19/07/2007




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