La España del ladrillo (II): nieve va

Perla Sambá* : "En las últimas semanas se ha puesto en marcha el lanzamiento publicitario de Marina d’Or Golf, segunda fase del famoso emporio turístico inmobiliario diseñado para recluir a 100.000 turistas. A plena ocupación, Marina d’Or pasará estar entre las cuarenta ciudades más pobladas de España. Pero antes de que aterrizen los nuevos colonos es preciso realizar una serena descripción de lo que les espera…


Aprendiendo de Las Vegas
Como no podía ser menos, el nuevo complejo incluirá los preceptivos tres campos de golf, diseñados por los superprofesionales mercenarios Sergio García y Greg Norman. Pero, como ya se imaginarán, a estas alturas del Delirio Urbanístico Generalizado (DUG), lo de los campos de golf es casi lo de menos… Gracias a Anne Igartiburu, portavoz oficiosa del emporio y conocida presentadora del concurso Mira quién saca tajada de la destrucción del territorio, nos hemos enterado de que entre las insensatas novedades que propone el demencial holding castellonense se incluyen los siguientes servicios de interés general: 1) Una serie de románticos canales para pasear en góndola. 2) Un balneario científico de agua marina (signifique esto lo que signifique). 3) Un arrecife coralino con más de 12.000 peces tropicales. 4) Reproducciones de la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo y los Jardines de Versalles. 5) Dos kilómetros de magníficas playas caribeñas (repetimos: caribeñas). 6) Y por último, aunque no por ello menos desquiciado, la mayor pista de esquí artificial del mundo.

Entre unas cosas y otras, los requerimientos de agua de Marina d’Or Golf representarían una quinta parte del trasvase del Ebro, según Ecologistas en Acción. (Nota: para que este tipo de nimias estadísticas no impidan el pleno disfrute de las nuevas atracciones, imaginamos que Marina d’Or proporcionará, a quien no lo lleve incorporado de serie, el mismo kit de aislamiento sensorial que llevan los “turistas” de Guantánamo para que el mundo exterior y sus engorrosos límites no impidan al visitante disfrutar de su vertiginoso descenso en trineo).

El tío Ger
Aunque la idea de esquiar en Castellón en pleno agosto suene quimérica, no hay que olvidar que el lema “nada es imposible” encaja como un guante en la personalidad de Jesús Ger, carismático alcaide de Marina d’Or. A Ger le gustán los desafíos y, para colmo, la Diosa de la Fortuna siempre ha estado de su lado:

- Primero tuvo la buena suerte de que los ayuntamientos de Oropesa y Cabanes le adjudicaran 19 millones de metros cuadrados para edificar Marina d’Or Golf. ¿Qué cómo consiguió la adjudicación? Bueno, según denuncias de Isaura Navarro, diputada de Izquierda Unida por Valencia, “dos de los seis concejales del Partido Popular de Cabanes que votaron a favor del proyecto, dos hijas de los máximos dirigentes del PSOE en Oropesa y la secretaría general del PSOE en esa localidad están en nómina de Marina d’Or”. Y lo dice como si cobrar dinero de Ger fuera algo malo… Vamos a ver: después de todo, los municipios de Oropesa y Cabanes van camino de convertirse en meros suburbios de Marina d’Or, así que es lógico que las autoridades locales reciban órdenes del alcaide Ger que, a fin de cuentas, es el que corta el bacalao. ¿O no?

- Más tarde, en otro increíble caso de buena suerte, las autoridades locales decidieron que el futuro aeropuerto de la provincia estuviera cerca del chiringo vacacionista de Ger. Por si esto no fuera suficiente, Carlos Fabra, presidente de la diputación de Castellón, decidió que había que construir una carretera entre el nuevo aeropuerto y Marina d’Or aplicando la siguiente lógica: la-distancia-más-corta-entre-dos-puntos-es-la-línea-recta (formula geométrica de dudoso encaje legal, según algunos jueces, cuando la línea recta incluye una zona protegida y un yacimiento arqueológico).

Bajarse al moro… con los palos de golf
Pero no se alarmen, porque a Ger nadie le para los pies: aunque haya que secar el Ebro y sus batracios se caguen en la puta raza de Fabra y Ger, en Marina d’Or va a haber agua, suelo, carreteras y energía para lo que a él le de la real gana. No obstante, tras haber conseguido que nieve en Oropesa en agosto y en vista de que en España no hay autoridad competente que se le resista, Jesús Ger está intentando ahora el más difícil todavía: construir un complejo marinadoriano en Marruecos. ¿Utilizará el agua de los oasis marroquíes para construir una reproducción de Cullera en el Sáhara Central? Bueno, hasta que esto se aclare que mejor manera de amenizar la espera que echando un vistazo a uno de los últimos videos ideados por las autoridades de Castellón para atraer a sus costas a los colonos/turistas. Ladies and gentlemen, con ustedes, el único, el incomparable, el legendario… ¡LUIIIIIIIS AGUILÉ!


*LadinamoBlog - Miércoles, 21 Febrero, 2007

Foto: Marina D'Or /integral

1 comentarios :

Unknown dijo...

La horterada de Marina D'Or no tiene precio. Ya no es sólo que se haya urbanizado irregularmente (y se siga haciendo), con amiguismo descarado, tráfico de influencias, especulación salvaje y demás mafia mediterránea. Es que, encima, es un compendio de atentados contra la vista y el oído, como esa arquitectura de cartón piedra fallero o esa publicidad de canción casposa del veterano Luis Aguilé (por no mencionar más nombres).

Sobre la impresentable "ciudad vacacional" ya se ha escrito bastante y se seguirá haciendo.
Las denuncias contra políticos y empresarios implicados esperemos fructifiquen algún día. Y que el efecto purificador de Marbella se extienda por la costa levantina.

Añado un artículo con mucha sorna de Manuel Vicent sobre la horterada de marras:


"Infame", por Manuel Vicent
Diario El País* | 27 de noviembre de 2006.


Enmascarado detrás de unas gafas oscuras, con el ala del sombrero en las cejas y las solapas de la chupa levantadas hasta media mejilla he visitado el complejo inmobiliario, que responde con el nombre de Marina d'Or, en Oropesa del Mar. Si tienes un mínimo aprecio por la estética, es mejor que te sorprendan en un antro de perdición que te reconozcan en un lugar como ése. En Marina d'Or hay una avenida principal iluminada con arcos de bombillas como en la feria de abril de Sevilla, un jardín con esculturas romanas de yeso alternando con otras modernas de metacrilato, farolas barrocas y de diseño, bancos de azulejos adoptando formas imposibles de animales, todo amalgamado por el horror al vacío.

En una carpa, bajo un espectáculo de agua, luz y sonido, se muestran las maquetas de lo que será este inmenso alarde de la especulación para atraer a los incautos. En ese mundo de ilusión se levantará una Venecia de cartonpiedra con canales llenos de góndolas, avenidas de París con una torre Eiffel de cemento pintado, un simulacro de cabañas del Caribe con estanques para remar entre cocodrilos de plástico, unos Alpes repletos de nieve sintética con pistas de esquí, y no sé si montarán también las cataratas del Niágara sin una sola gota de agua. La línea del mar ya está tapada por varias murallas de apartamentos desolados puestos a disposición de una clase media cuyo buen gusto ha sido ofendido y degradado.

En el vestíbulo de algunos hoteles valencianos he visto rincones decorados con el escudo de una gran águila bicéfala cuyas alas se abren sobre un tresillo estilo Luis XV, flanqueado por una columna corintia que tiene plantado en el capitel un chino de alabrastro fosforescente bajo un centollo pegado a la pared a modo de lámpara. Creía que la locura hortera se había detenido ahí, pero el listón ha sido sobrepasado en el hall de hotel de cinco estrellas de Marina d'Or. Allí, por unas enormes columnas con taraceas de falso mármol y de acero dorado, la mirada asciende hasta el techo, donde te encuentras con los frescos de la Capilla Sixtina. En uno de los paneles está pintado el mismísimo Jehová en el momento de unir su dedo creador con el dedo de Adán. Se trata de una pintura simbólica, porque ese dedo no pertenece a Jehová, sino al político infame que ha engendrado a un tiburón inmobiliario con carta blanca para violar la belleza de este paraje, uno más entre los depredadores con tres filas de dientes que siguen tapando con un muro lo poco que queda del litoral mediterráneo.