Por fin, la España verdadera

MARIO FERRER : "Entre incendiarios profetas de la balcanización de España y fraudulentos creadores de identidades excluyentes, este país vivía hace un año una especie de trance paranoico a cuenta del estatuto de Cataluña. La España del siglo XXI volvió a sus viejos fantasmas. Los prohombres encargados de guarecer a la Madre Patria vivían obsesionados por un debate abstracto e inútil, mientras la auténtica realidad española, la de un país devorado por un grosero sistema de corrupción urbanística, estaba al margen de los titulares. Nadie hablaba de lo que todos sabían.

Al contrario, la opinión pública se afanaba en discutir sobre entelequias tan absurdas como las nacionalidades históricas, las reivindicaciones identitarias, la unidad de España, las dos Españas... Desde un lado u otro, políticos y opinólogos se lanzaban fanatizados a autoproclamarse grandes salvadores de la patria (la que ellos entendían suya claro). Curiosamente, hoy ya sabemos que entre tanta divergencia sí había un punto en común: hacer negocio con el primer valor de la patria, el del territorio.

Después de innumerables e inservibles chácharas nacionalistas y encendidos elogios sobre las maravillas del autogobierno se empieza a ver que la corrupción se mueve mucho mejor en el ámbito local. El soborno funciona a la perfección en las distancias cortas.

Todos los partidos están implicados en menor o mayor medida y los que no lo están seguramente sea porque no han tocado poder o porque todavía no les han destapado sus miserias. Pero no todos son iguales, habrá que recordar quien diseñó determinadas leyes o quien activó ciertas fiscalías que antes estaban paradas. Los medios de comunicación tampoco son todos iguales; no hace falta mucho para darse cuenta de cuáles juegan a las teorías conspirativas y cuáles mantienen las mínimas medidas deontológicas de la profesión.

La administración de justicia tal vez se la peor parada por su manifiesta inutilidad para actuar con más eficacia y prontitud. Sea por falta de recursos, por mala planificación de las autoridades políticas o por errores propios, el caso es que el sistema no funciona como debería.

El panorama financiero tampoco se salva: un país endeudado hasta las cejas en gran medida por los precios de las viviendas y una economía que pasa del I+D para dedicarse al beneficio rápido del imperio ladrillo.

Pero lo peor ha sido, con diferencia, la aceptación generalizada de la perversión democrática que implica el juego de la corrupción urbanística. Mucho me temo que la mayoría de la población, de los políticos, de los empresarios y de los encargados de aplicar las leyes habían asumido hace tiempo que la situación era ésa y la especulación era asumida como algo inevitable.

Corrupción política, nula efectividad judicial, frágil resultado económico, apatía social... Al menos ahora ya empezamos a hablar de ello. Por fin, la España verdadera.
Martes, 23 de enero de 2007
Diario de Lanzarote

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