La rebelión de los ´Pringaos´

DAMIÁN CANEDA* : L­a crisis, con su crudeza y duración, va perfilando de forma nítida y clara los distintos sectores en los que habitualmente se divide la población laboral y la diferencia con la que cada grupo transita por las dificultades. Ricos, funcionarios, trabajadores de empresas públicas, de grandes empresas, pequeños empresarios y sus trabajadores, autónomos… Cada grupo experimenta la crisis de distinta manera. A unos no les afecta nada, a otros un poco y a otros muchísimo. Estos últimos son los «pringaos», básicamente, constituido por las pymes con sus trabajadores y los autónomos. La diferencia es notable. En una coyuntura normal este grupo es el que más trabaja, con la crisis las jornadas se alargan por las dificultades, obteniendo menos ingresos y con la incertidumbre siempre de si sobrevivirá la empresa. Por el contrario, si eres trabajador de una empresa pública que ha disminuido su volumen de trabajo, simplemente, tienes más tiempo de ocio. Las pérdidas serán cubiertas subiendo impuestos a los «pringaos». Igual que si hay que ayudar a una multinacional a pagar generosas indemnizaciones o prejubilaciones. Es la ruleta de la vida. Caso especial son las empresas públicas por excelencia: los ayuntamientos.

Vemos noticias, cada vez con más frecuencia, de la imposibilidad de pagar las nóminas y del retraso en el cumplimiento con proveedores. Curiosamente la reflexión no es cuestionarse si han contratado personal innecesario o, en el mejor de los casos, necesario en su día pero no ya hoy, como claramente pasa en todas las gerencias de urbanismo, ni tampoco plantearse si se ha despilfarrado en viajes y obras innecesarias, no.

La conclusión es que necesitan más financiación. Es decir, más impuestos a los referidos «pringaos» para pagar la brillante gestión y el ocio de muchos empleados de los ayuntamientos de Barbate, Los Barrios, Vejer, Mondoñedo, Viveiro… por citar los que más salen en prensa por sus reclamaciones de ayuda, pero que es válido para cientos, miles de ayuntamientos que se acercan a la quiebra técnica. Eso si, sin preguntarse cómo es posible que un policía local gane más y trabaje menos que un policía nacional o un guardia civil. Ni por supuesto plantearse un plan de saneamiento riguroso y realista que pase por frenar el déficit, adecuando gastos y plantillas como cualquier empresa.
No, la solución es más multas e impuestos al susodicho grupo de sufridores para que graciosamente mantengan miles de televisiones públicas, municipales y autonómicas de muy dudosa utilidad.

¿Qué pueden hacer los «pringaos», chantajear a la sociedad como los controladores, los trabajadores de Aena, los del metro de Madrid o recurrir a piquetes violentos como los de los liberados sindicales? Obviamente no, están ocupados trabajando para subsistir y, por conciencia social, saben que tienen que mantener a 5 millones de parados, 9 millones de pensionistas, 3 de funcionarios y otros cuantos millones de estudiantes a los que les gusta el status y repiten curso una y otra vez.

La respuesta está siendo una rebelión silenciosa que ha detectado el cuerpo de inspectores de Hacienda, el incremento de la economía sumergida.

Hartos de legislaciones absurdas, empezando por la laboral, inspecciones constantes, impuestos confiscatorios, seguridad social abusiva, generosas subvenciones a sindicatos y partidos..., hay «pringaos» que se sumergen y escapan al control del Estado. Ya alcanza el 23% de la riqueza nacional, es decir, casi 1 de cada 4 euros que se producen es en negro.

La construcción, la hostelería, el turismo, el transporte de mercancías y de pasajeros, la agricultura… Por todos los sectores se extiende, el problema es que lo que no pagan estos sumergidos lo tienen que pagar de más los «pringaos» de superficie.


* La Opinión Málaga - Opinión - 19.03.11

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