Prevenir es mejor que curar y corregir

ROSA ESTHER BELTRÁN/México* : Si esperas mejorar el planeta no te quedes sentado. Los desastres naturales se multiplican, cada vez son más frecuentes: huracanes, sismos, inundaciones, incendios forestales, tsunamis, sequías, hambrunas, desastres en cadena… ya que mientras más fuerte es un desastre hay mayor probabilidad de que desencadenen otros. En este país, los gobiernos de todos los niveles desde hace algunos años culpan de cualquier contingencia al cambio climático; sin embargo, los especialistas en estos eventos han establecido que la vulnerabilidad no es la causa, sino uno de los efectos del desastre. Los expertos también señalan que generalmente se culpa a las víctimas de su propia desgracia y que hay una ruta para prevenir los desastres, ésta es: primero, tener una economía robusta; segundo poseer un sistema educativo de calidad y, tercero, insistir en el desarrollo social.

Supongo que usted, estimada lectora, lector, ya estará pensando que México está totalmente fuera de esa ruta porque no alcanza ninguna de las tres condiciones. Aquí, los problemas por riesgos naturales y de ingeniería son serios y complejos: contaminación, agua potable, desechos fluidos y sólidos, sismos, inundaciones, entre otros, por lo que urge que las autoridades creen un enfoque de urbanismo original, embebido en ideas y prácticas de sustentabilidad.

Está previsto que se avecina un periodo, que puede ser largo, de lluvias abundantes. ¿Dónde y cómo se van a captar? Para desgracia de los ciudadanos, la visión de los políticos mexicanos si acaso llega a un sexenio o a un trienio, mientras que los poderes legislativos no consideran que sea su asunto prevenir, en las leyes de aguas, por ejemplo, para asegurar un futuro en el que los riesgos de desastres sean mínimos.

En Saltillo, los técnicos de Conagua tienen más de 10 años dándole vuelta a las propuestas de planear y realizar obras para aprovechar los escurrimientos de la lluvia en las sierras que circundan a Saltillo, pero siguen pensándolo, no concretan, ¡Ahí se ven!

VANGUARDIA presentó en EL SEMANARIO (19-07-10) un conjunto de propuestas presentadas por expertos, experiencias aplicadas exitosamente en Texas, y otras que ya se han aplicado aquí, como los gaviones.

La prevención no forma parte importante de la conciencia colectiva y menos de las políticas públicas; en México se invierte 30 veces menos en prevenir los desastres de lo que se gasta en atender emergencias y reconstrucciones.

Según el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), las repercusiones económicas de los desastres en los últimos 10 años han aumentado constantemente, al pasar de 2 mil 182 millones de pesos en el 2000, a 14 mil 290 millones en el 2008. Según la misma fuente, el número de muertos se mantiene sobre los 500 por año desde el 2003, sin guardar proporción con la magnitud de los desastres.

Para reducir los riesgos es preciso no sólo invertir en obras de mitigación, sino también reducir la vulnerabilidad, que en muchos casos implica el fortalecimiento de la infraestructura o la reubicación de población que está en zonas de riesgo, pero aquí nos hemos acostumbrado a la condescendencia y el populismo de las autoridades que se atienen al dejar hacer, dejar pasar para no afectar intereses de grupos.

Se presentan los desastres y no se hace una reflexión a fondo para buscar las causas y los errores de por qué ocurrieron. Si hubo un desastre es porque alguien cometió un error, un error de cálculo, no fue la naturaleza. No se trata de señalar a ese alguien, sino de no volver a cometer esos errores.

Tampoco contamos con instituciones para la prevención de riesgos que tenga facultades no sólo de fiscalizar, sino también de castigar.

Desde hace más de una década, el Cenapred trabaja en la elaboración de un Atlas Nacional de Riesgos a partir de la información geográfica, sociodemográfica e histórica disponible para lograr una información más detallada y precisa sobre la incidencia de los fenómenos naturales y las características y riesgos de las regiones, varias entidades han obtenido recursos para hacer sus mapas de riesgos.

Sin embargo, Coahuila está entre las seis entidades que no cuentan con un mapa de riesgos, a pesar de que en los últimos 10 años ha padecido una alta incidencia de desastres.

Es preciso reconocer que la cultura de la prevención está en pañales y en algunas entidades no ha nacido; además, los fondos son insuficientes y su obtención está demasiado burocratizada, de manera que llegan con retraso, por eso se hace urgente que los gobiernos adopten un nuevo modelo de organización para prevenir y enfrentar desastres, de manera que la protección civil sea prioritaria y la planificación contenga acciones realmente preventivas, lo que implica tanto el uso de conocimiento de los peligros como de la coparticipación de la población en riesgo.






* Vanguardia - Opinión - 28.07.10


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