Urbanismo salvaje

JUDIT PITARG BUTILLÉ* : Tras la lectura del interesante artículo de José Luis Barbería sobre el urbanismo salvaje, he sonreído con tristeza e impotencia. La risa amarga ha llegado cuando el alcalde de Carboneras (Almería) dice que el problema se reduce a una cuestión estética. "Yo no veo ese impacto, a mí el hotel me gusta", añade. Y se queda tan ancho. Unos 75.000 metros cúbicos de hormigón, un gigante de cemento de 20 alturas que cae a pico sobre el mar, como una colmena en pleno corazón del parque natural del Cabo de Gata.

Un centenar y medio de alcaldes procesados por delitos urbanísticos por corrupción municipal en nuestro país. ¿Hay justicia? ¿o sólo hay justicia para unos pocos? Como siempre, la justicia llega tarde y mal.

Es grande el descontento al ver las mentes pensantes (en teoría) que gestionan proyectos esperpénticos como éste, que están al mando de ayuntamientos, que compiten en un mercado marcado por el lucro personal, gozando de un poder que les viene grande, y a los que la brújula se les extravió por el camino hace mucho.

Y sobre todo es triste ver cómo se evita el riesgo de matar la gallina de los huevos de oro, alias ladrillo.

Espero que la creación de las fiscalías de Medio Ambiente y de Anticorrupción y del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil acaben de una vez por todas con toda esta sensación del todo vale, de impunidad, en la que vivimos.

Tal vez entonces algunos empecemos a creer que el criterio y la justicia existen y que se predica con el ejemplo.






* ELPAIS.com - Opinión - JUDIT PITARG BUTILLÉ - Vila-seca, Tarragona - 18/11/2008

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