La ciudad fenicia y la ciudad-codicia

CARLOS HERNÁNDEZ PEZZI/Málaga* : Los componentes de eficiencia, compacidad y complejidad que deben dar lugar a la estabilidad y cohesión social de la ciudad sostenible han sido definidos por Salvador Rueda, al aplicar un modelo formal de sistemas agregados, para la evaluación innovadora de las morfologías, espacios públicos y movilidades urbanas de redes ciudadanas complejas e indicadores en Barcelona y Sevilla. El modelo de ciudad mediterránea del siglo XXI se asienta sobre los factores de precisión de la evolución urbana sostenible. La ciudad de Málaga ha tendido a configurase dentro de un sistema caótico debido a la desorganización morfológica del PGOU de 1973, que el PGOU de 1983 intentó racionalizar, cuya desvirtuación y pérdida de integridad han devaluado las sucesivas revisiones, que han acentuado sus modelos de expansión caótica y, a menudo, especulativa.

La concepción de la ciudad como instrumento al servicio de la lógica inmobiliaria ha acabado imponiéndose sobre cualquier otra, hasta el punto de que los representantes municipales entienden como suyos los intereses de los propietarios y sus lógicas de ocupación de la ciudad y creación del espacio público; y de la reorganización de sus intereses de cara a la urbanización, las prioridades y secuencias de acción en infraestructuras. Las etapas de la integración de los elementos de ciudad se miden sobre proyectos estrella o proyectos motores que apenas esconden su vocación meramente individualista, cuando no especulativa. Esta visión inmobiliaria se consolida en la ausencia de una perspectiva metropolitana, en el discurso hueco de la ciudad poli-céntrica y las lógicas discursivas de la confrontación que esconden la dependencia de los intereses de los tratantes de suelo. Este proceso es verificable en cualquier zona de la ciudad, desde Los Montes, hasta Campanillas o Churriana, en lo que son grandes áreas de actuación, hasta las microescalas de las barriadas o las actuaciones puntuales. Sea en el Centro Ruso, en el puerto, en Colinas del Limonar, en Teatinos o en Campanillas o Arraijanal, la lógica especulativa busca revalorizar activos que la iniciativa privada ha puesto en juego, sin buscar la reversión de plusvalías.

El endeudamiento municipal y la falta de alternativas visibles al actual proyecto de gobierno de la ciudad nos lleva a un territorio plano, consecuencia de acciones puntuales que pujan por la renta de activos inmobiliarios puestos en juego. Cierto que para fundamentar las perspectivas y los resultados se ha creado un discurso sostenible ad hoc, mediante el eficaz Observatorio del Medio Ambiente Urbano y las redes de ciudades en los que éste está inscrito, pero ello, en lugar de atenuarlo, acrecienta el perfil benefactor y compasivo para la mera mitigación de efectos inducidos, frente a la evolución sostenible de cambios de modelo a medio y largo plazo.

Las consecuencias catastróficas para los planos activos y las redes de participación, socialización y creación de tejido económico "micro, pequeño y medio" productivo de la ciudad de Málaga, entendida como ciudad mediterránea, son cada vez más patentes, en la destrucción de su tejido innovador, empresarial y comercial, dejados al exclusivo interés de la demanda inmobiliaria y la patrimonialización de activos, mediante venta o alquiler. La financiación de las operaciones es externa, eso sí, sin riesgo alguno para los promotores-pantalla o los nombres de paja, que se mueven en las esferas de esa construcción económicamente improductiva. Un ejemplo paradigmático es el puerto, cuyo Plan Especial representa el descrédito de todos los modelos democráticos de hacer urbanismo, porque se salta a la torera las reglas y procedimientos más elementales. No crea valor, sino que desertiza los vínculos con el comercio y la cultura, de partes sustantivas de la ciudad, privatizadas de hecho, al depender de una operación cuyo coste y concesión tenemos que sufragar -entre todos- a los promotores.

La destrucción del comercio no se compensa con la construcción de equipamientos sin gestión, que buscan concesionarios en la iniciativa privada, como pasa con las guarderías y con los de tercera edad, como en Madrid, a la que Málaga sigue tercamente en su destino de ciudad adusta y costosa.

Al destruir la identidad de ciudad en tecnología, comercio y diseño, se acaba con la innovación, el riesgo y la creatividad. El tejido urbano mediocre implica la destrucción del centro. Pero el centro de Málaga no es el centro histórico sólo. La ciudad de raíz fenicia se concibe con los barrios en centralidades complementarias y eso requiere cooperación en la construcción del espacio público. Algo que está en las antípodas de esta urbe confrontada, en la que brillan por su ausencia el Consejo Económico Social y los lazos de participación y solidaridad. Así, los procedimientos de construcción del espacio público tienden a ser paulatinamente opacos.

Adaptados a Málaga, son patentes los 5 mitos de la innovación empresarial aplicados al urbanismo que denuncian los expertos: la excesiva dependencia de los grandes proyectos, la fascinación malsana por los líderes mediocres, la aplicación errónea de los métodos y proyectos de otras ciudades, el círculo vicioso de la recriminación y la confrontación y la resignación a los cambios superficiales particulares. Sin embargo, los fundamentos de la ciudad sostenible no están en el slogan o en la propaganda, sino en los lazos y la trabazón del capital humano y productivo, en la fortaleza democrática y el tejido social culto, con el espacio público como fábrica de educación de la civilidad futura. Y esos se nos están hurtando a cambio de negocios que no añaden valor y dejan residuos decepcionantes por todas partes.

* Carlos Hernández Pezzi, arquitecto



* Málaga Hoy - opinión - 8.07.10


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