«El urbanismo loco es la causa del cambio climático»

IDEAL* : El físico e ingeniero Millán Millán Muñoz (Granada 1941) inventó a los 24 años el detector de metales de los aeropuertos. En 1995, el diseño de un dispositivo que predice las erupciones volcánicas le valió la nominación al Premio Nobel. Director del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), con sede en Valencia, el científico pronunció ayer en la Estación Experimental del Zaidín del Centro Superior de Investigaciones Científicas una conferencia sobre cambio climático.

En una charla con periodistas previa a su intervención, Millán aseguró que los gases de efecto invernadero influyen en el clima «a largo plazo», pero las «perturbaciones» meteorológicas que estamos viviendo estos días son el resultado de treinta años de «urbanismo loco» en la costa mediterránea. Según sus datos, la pérdida de vegetación, tanto natural como agrícola, es la causante directa de los «eventos extremos» actuales: prolongados periodos de sequía seguidos de lluvias torrenciales e inundaciones, olas de frío en invierno y olas de calor en verano... «Tú construyes 10 kilómetros cuadrados en Castellón y el nivel de formación de nubes en Teruel sube 150 metros», argumentó el especialista. En resumen: a menos plantas, menos lluvia.
El físico recalcó que esta idea no es en absoluto nueva. Ya el hijo de Colón apuntaba en sus crónicas americanas que los bosques parecían atraer la lluvia: cuando cortaron los árboles y abancalaron el terreno, cesaron los chaparrones.
«El suelo es el mecanismo de disparo de la lluvia -señaló el director del CEAM-. Para que se dispare una tormenta en los montes del sistema ibérico hacen falta 20 gramos de agua por metro cúbico de aire. Del mar vienen 10. La evaporación de los cultivos, de los humedales y albuferas añadía esa humedad de más. Si no se añade vapor de agua suficiente, no se forma la tormenta o empieza a formarse pero no acaba de cuajar». Ese aire húmedo vuelve al mar y forma frentes que acaban causando inundaciones veraniegas en Inglaterra y en el centro de Europa, mientras en el Mediterráneo hay sequía. Y en invierno, el Atlántico está demasiado caliente y sobre él se forman borrascas que descargan sobre nosotros «en dos semanas toda el agua que debería haber caído en un año».
Prioridad a la Vega
«La agricultura regula el sistema y juega un papel fundamental en los ciclos locales, y eso se propaga a escala europea». Por ejemplo, recordó, en tiempos antiguos en Granada, cuando había sequía, se cortaba el suministro a la ciudad y se mantenía el sistema de riego en las acequias. «La Vega era capaz de evaporar lo suficiente para disparar la tormenta en la Sierra por la tarde y que hubiera otra vez agua para todos. Antes se sabía que pasaba, pero no por qué; ahora ya sabemos por qué», zanjó.
De hecho, la ONU ya advirtió en 1971 de que el cambio de uso del suelo provocaría avenidas de agua, sequía y desertización. «Pero nadie ha hecho nada porque es políticamente incorrecto», lamentó. Por un lado, el urbanismo en la cuenca mediterránea ha sido el motor económico durante décadas; por otro, a muchos países no les interesa que se hable de unas condiciones meteorológicas extremas que ahuyentarían el turismo.
A pesar de todo, cree que la situación aún es reversible: habría que establecer un mecanismo de compensación por el cual por cada hectárea que se urbanizara, se reforestaran tres, «para mantener el balance de vapor de agua en esa cuenca».
Pero los políticos no están por la labor. Millán, que asesora a la Unión Europea en asuntos ambientales, reconoce que el sistema no se puede parar de golpe porque tiene «su propia inercia social, urbanística, industrial...». Como se ha visto en la reciente cumbre del clima, «nadie quiere cortar» la emisión de gases de efecto invernadero. «Copenhague ha sido una catástrofe», resumió. Allí «no había científicos, sólo políticos».
Otro problema de las políticas internacionales sobre el clima es que están basadas en datos científicos antiguos, «desfasados 15 años, con suerte». Y por si fuera poco, en la Unión Europea se toman decisiones en virtud del ciclo hidrológico del norte del continente: «Los modelos que se están utilizando, basados en investigaciones realizadas en Holanda, Bélgica o Alemania, no funcionan en el Mediterráneo».
Un ejemplo. «La directiva marco del agua está pensada por unos señores de Dinamarca: a ellos se les inundan los campos y cuando hacen acequias para drenar los cultivos el problema es que ese agua puede tener muchos nitratos, así que la directiva marco está orientada a la calidad del agua. En cambio, aquí necesitas las acequias para llenar de agua los campos, lo opuesto. Aquí tendrías que pagarle al agricultor para que regara y mantuviese el sistema».
Olas de frío y de calor
Millán subrayó que lo más evidente del cambio climático no será la subida de las temperaturas, como piensa mucha gente. «Como promedio, puede ser, pero lo que se va a notar es el aumento de eventos extremos: olas de frío, olas de calor, sequías extensas, lluvias impresionantes... y, escondida en eso, una paulatina subida de temperatura».
¿Y qué pasará en Sierra Nevada? «Pues lo que se está viendo que pasa: en vez de tener una precipitación relativamente continua durante el año, puede ser que te quedes sin nieve durante el verano y luego tengas nieve de sobra en un periodo relativamente corto en el otoño-invierno. Tanta, que a lo mejor no la puedes ni digerir. Y luego en la primavera siguiente te vuelves a quedar sin nieve».





* Ideal - Opinión - 17.01.10
Foto: Benalmádena Costa - J.Rojas (El País)

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