Hospital grande, ande o no ande

JOAN OLMOS* : Cuando las grandes decisiones urbanísticas se toman sin tener en cuenta sus efectos sobre el equilibrio de la ciudad y el bienestar de la gente, ocurren estas cosas. Como en los sesenta, cuando se creó el campus de la Politécnica alejado del eje universitario que se estaba desarrollando en el entonces denominado paseo de Valencia al Mar. O más recientemente, cuando se construyó el edificio de los juzgados en una zona con baja accesibilidad. El argumento de que todos estos equipamientos exigen parcelas muy grandes, y por tanto difíciles de encajar en la trama urbana, no resulta muy convincente. En cuanto al nuevo hospital La Fe, parece que no son tiempos para seguir construyendo grandes centros, en una época de elevado gasto sanitario y continuos cambios tecnológicos, sino de crear eficaces redes hospitalarias, primando la asistencia primaria y las políticas de salud pública. En este modelo descentralizado, que va instalándose en Europa, los hospitales especializados no necesitan tanto espacio. Por otro lado, el gran tamaño implica una gestión más complicada, que afecta a la calidad del servicio y aumenta la despersonalización.

Como señala el arquitecto J. J. Santos Guerras, «el hospital no debía figurarse inhumano o amenazante, no debía aparecer como el alarde o demostración de poder de una organización central».
El nuevo hospital no reúne buenas condiciones de accesibilidad. En el enorme espacio ocupado (casi 20 hectáreas de huerta), el edificio principal no es permeable, lo que obliga a realizar grandes rodeos para andar de un sitio a otro, con merma de la operatividad y del humor del personal sanitario. Encajado entre el (mal llamado) Bulevar Sur y las vías del ferrocarril, el medio urbano resulta muy poco grato. Por el contrario, un entorno urbano agradable y dinámico aportaría ventajas físicas y psicológicas a las personas que trabajan o acceden al hospital. Por difícil que parezca, el margen para mejorar la situación es todavía importante, si se retoman las promesas de integración paisajística de la huerta. Con 6.000 personas trabajando en el centro y centenares que acuden como pacientes, familiares o acompañantes, el recinto es un importante nodo en la movilidad urbana. Pero basta con abrir la web del nuevo hospital, plano incluido, para comprobar que los medios más razonables de desplazamiento, es decir, andando, en bici o en transporte colectivo, resultan poco recomendables. Este último, improvisado, no cubre las necesidades de un área de influencia tan extensa como la del citado hospital, alejado de la red metropolitana. Así que no resulta extraño que las 1.600 plazas de aparcamiento para coches ya se están quedando escasas.
En otros países, y de manera obligatoria, se exigen planes de empresa para racionalizar el acceso a los grandes centros de producción o de servicios, con el menor coste económico, social y ambiental. Se trata de evitar que cada trabajador viaje solo en su coche al trabajo. Para ello se crea, por un lado, transporte de empresa, que incluye lanzaderas hasta las estaciones de ferrocarril y subvenciones al transporte público. Por otro, se dan facilidades para ir en bicicleta y se fomenta el uso compartido del coche, reservando plazas de aparcamiento para estos casos. En nuestro caso, además, habría que acercar la estación del ­ferro­carril próxima al hospital y prolongar la línea de metro desde la plaza de España, que cubriría de paso una zona urbana hoy desatendida (Ausiàs March, Malilla) y aproximaría a los trabajadores que eligieron vivir en el barrio del antiguo hospital de la avenida de Campanar.
Los problemas estructurales son de difícil solución, pero en la accesibilidad se pueden mejorar notablemente las condiciones actuales: basta con tomar nota de las experiencias suficientemente ­contrastadas y, al menos, paliar los fallos de una decisión tomada de manera poco meditada. Todos saldrían ganando, tanto el personal sanitario como los enfermos y familiares que acuden al hospital, a los que no es cuestión de añadir más penalidades.

* Ingeniero de Caminos. Profesor de Urbanismo. Universidad Politécnica de Valencia

* Levante - Opinión - 26.03.11

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