ANTONIO VILORIA/Zamora* : Participa el Urbanismo de la crisis que afecta a sectores tales como las finanzas públicas o privadas, los valores morales que la sociedad tenía como inamovibles y aquellos que alcanzan hasta los mismos patrones de comportamiento usuales entre los ciudadanos? Es bastante probable que sea así. Cuando se constata que la crisis del ladrillo ha puesto en evidencia el desparpajo con que se ha venido manejando un dinero en forma de créditos que no se podían satisfacer y de producir alzas de precios claramente especulativos, por fuerza, esta fiebre constructora tenía que reflejarse en la forma y calidad del crecimiento de la ciudad. Crisis como la que padecemos, están haciendo tambalear economías de naciones y que, tal como ha venido a denominarse, se han originado en especial a partir de procesos de promoción y construcción de conjuntos residenciales. Estos han irrumpido de manera abrupta en los paisajes originales, generalmente como entidades añadidas y en gran parte como cuerpos extraños a la ciudad. Lo que no se entiende es que en todo este fiasco no se haya alterado un ápice la credibilidad de los planes urbanísticos que han apoyado tal tipo de expansiones urbanísticas. Seguro que tales planes han venido convenientemente blindados con todo tipo de razones de tipo económico, estadístico, firmados por competentes especialistas en demografía, mercadotecnia, ciencias ambientales, etc., factores que alentaban el crecimiento en forma acelerada de la ciudad. Claro que hay que reconocer que el urbanismo que ha padecido el país ha venido alentado por poderes de todos los niveles, en sus marcos de competencia respectiva.
Esta ciudad nuestra soporta, además de la crisis general que afecta a todas las naciones, una crisis propia originada por la penuria de una economía basada en su producción agrícola y como cabecera de los servicios de la comarca. Los efectos más visibles son la despoblación y envejecimiento de sus habitantes, situación que empeora tras varios lustroso. Sin embargo todavía no tenemos claro el modelo por el que la ciudad debe apostar para su desarrollo económico y social. Ahora, por el momento existe el encargo de un Plan Estratégico que puede avanzar en el sentido de marcar las líneas y venga a definir el sentido de su crecimiento y, en especial, el papel de la ciudad con respecto a su entorno natural, no solo en el terreno económico sino en su proyección socio-cultural. Y surge el interrogante de cómo se ha interrumpido la colaboración con el equipo profesional que hasta ahora se ha ocupado del planeamiento de la ciudad, cuando sería el que tuviese un conocimiento más preciso de las condiciones que inciden en su proceso económico. ¿Ha sido por un hartazgo de la calidad de los servicios que ha prestado el equipo que ha llevado la redacción del Plan General o más bien parte del general escepticismo creado por este sentido crítico hacia el planeamiento en general, tal como he referido en las precedentes líneas?
Ante tal panorama, este sentimiento de desapego generalizado se ha trasmitido a los ciudadanos, con el efecto de haber anulado todo sentimiento colectivo, sobre el que debería formarse la base crítica ante los fenómenos que jalonan la vida cotidiana de la ciudad. Por todo ello lo más urgente que tendríamos que hacer sería recuperar el interés por las cosas de la ciudad, que devuelva a los ciudadanos el protagonismo necesario y que la ciudad vuelva a percibirse como la obra que debe ser de todos.
Ya es hora de iniciar un proceso de reflexión que nos dé luces para tantear las posibilidades que puedan ayudar a resolver los problemas que se presentan en el mantenimiento y crecimiento de la ciudad. Tenemos que convencernos de que las soluciones decisivas no van a venir de fuera, de que desde su origen deberán hacerse reconocibles por sus propios ciudadanos y así poder asumirse y ejecutarse.
En primer lugar tendríamos que alcanzar una serie de principios generales que sean aceptados y que nos permitan crear ese estado de opinión colectiva que conlleva la confianza necesaria para abordar las distintas propuestas de la gestión que todo plan conlleva. Vendrían a producirse situaciones polémicas, pues en toda actuación pública son inevitables. Pero independientemente del resultado se pondrían en juego los aspectos críticos que deberán abordarse en instancias de nivel político institucional.
Habría que empezar por discutir lo que ha sido la evolución de la ciudad, principalmente en nuestro pasado reciente, de cómo se frustraron objetivos que a pesar de haber sido considerados positivos en sus inicios, no pudieron hacerse realidad y análogamente habría que analizar como se consiguieron objetivos que fueron decisivos en la modernización de la ciudad.
Debates como los apuntados, deberían tener un carácter de continuidad si se aspira a formar una conciencia cívica capaz de hacerse firme. Ello vendría a confirmar la razón de ser de un órgano con presencia en la vida de la ciudad, sin perder su carácter oficioso, independiente de toda tutela oficial y capaz de desarrollar una función deliberativa y de pensamiento. Además de atender a los múltiples aspectos de la actividad urbanística cotidiana, permitiría ir sustanciando una serie de reflexiones para llegar a formarse una doctrina propia, con la solidez suficiente sobre temas urbanos.
Son evidentes las resistencias para crear un órgano de estas características y que arrancaría inicialmente por la determinación de unos pocos. Pero la conveniencia de dar este paso es evidente pues ello vendría a sustituir el carácter espontáneo y discontinuo con que se hace la crítica del urbanismo en nuestra ciudad. Posiblemente se susciten recelos entre la clase política, a pesar de que tal entidad debería tener un estatus de tipo cultural. De hecho sería un Centro de Estudios Urbanos y supondría dar un paso para sacar de la contienda política aspectos de los problemas de la ciudad que deberían estar por encima de todo punto de vista partidista. Porque las grandes decisiones sobre la ciudad deberán contar con un consenso general de todos los ciudadanos. No sería buscar la cuadratura del círculo. Aunque los objetivos logrados fuesen modestos, nos permitiría llegar a conocer carencias y puntos conflictivos que generalmente se revelan demasiado tarde, incluso de haberse originado a partir de interpretaciones o informaciones deficientes y que a posteriori no tienen solución posible.
Es de esperar que podamos contar con la colaboración de personal experto en las técnicas y metodologías de la ciencia urbanística y de todos los que se animen con esta noble causa. Y así rescatar este conocimiento que está casi siempre monopolizado por el concepto monumental y artístico de su arquitectura histórica. Nos hemos olvidado que la ciudad, en su conjunto, posee una propia y compleja arquitectura, rasgos que hay que pararse a descubrir y que son los que le han dado su propia personalidad, de creación colectiva. Procesos que reflejan este carácter y que la ciencia histórica frecuentemente pasa por alto.
(*) Miembro del Foro Ciudadano de Zamora
* La Opinión Zamora - Opinión - 6.02.11
Urbanismo durmiente o ¿en caída libre?
en
8.2.11
por UrbanismoPatasArriba
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