La marginalidad se adueña del centro de Arrecife: “Ni en el tercer mundo viven así”

DIARIODELANZAROTE* : Arrecife, agosto de 2010. Debajo de una roñosa manta canela se intuye un bulto humano. Yace en plena calle, sobre un viejo colchón y la indiferencia de quienes pasan al lado, en el mediodía de una de estas sofocantes jornadas de agosto. Cerca, un alcohólico orina contra los contenedores de basura. No muy lejos, una mujer esquelética se esconde de las miradas en una casa abandonada para inyectarse su dosis.

Juan Pérez vive en la calle Gran Canaria, con vistas a lo que ha bautizado como “la explanada de la mierda”, una hilera de casas abandonadas que están –o han estado- ocupadas por drogadictos. Las puertas principales dan a la calle Cienfuegos. El nombre de la calle es irónico: los vecinos soportan desde hace tiempo continuos incendios que les hacen incluso temer por sus propias viviendas.

Hace una semana, de madrugada, se prendió fuego una palmera. A las dos horas los bomberos tuvieron que volver a sofocar las llamas que habían calcinado uno de los “habitáculos”, como los llama Juan. El domingo, a las tres de la mañana, un estruendo le interrumpió el sueño: un muro que estaba entre una casa y la explanada se había desplomado, dejando al descubierto un bloque de basura de más de metro y medio de altura. “Y todo esto a unos metros de la calle Real... no tiene perdón de Dios”, critica.

“Nadie sabe lo que hay aquí. Ni en el tercer mundo viven de esta forma, tan próximos a cantidades enormes de desperdicios y focos de infección”, dice sin resignarse. Está harto de dirigirse al Ayuntamiento para que limpien a conciencia la zona y se queja de que no le hagan ni caso. Hace algo más de un año se desahogó escribiendo una serie de artículos en los que denunciaba el abandono municipal y las trabas para derribar las casas en ruina.

Ahora señala a unas jeringuillas –“seguro que infectadas”- que están a un paso de la acera, al lado del muro de basura. Residente en la calle Gran Canaria “desde hace 21 años”, ha llegado a ver entrar cada día al muladar “a entre 80 y 100 personas por la droga”. También ha visto morir a un chico víctima del sida, y a otro estar muy grave y resistirse a recibir ayuda.

Mientras lo recuerda, de la hilera de infraviviendas sale un joven, con una bolsa de Jack&Jones en la mano. “Ése es un traficante, un chico limpio, que vive ahí con su madre”, explica. Antes habían entrado no más de 40 kilos de mujer embutidos en un chándal rosa. Juan asegura que no ha tenido nunca conflictos con los yonkis y que no son pocas las veces que les ha dado de comer. “Me da pena de estos tíos, los tienen que cuidar”, dice. Al poco sale un pibe, con tatuajes en los brazos. “Éste es nuevo, me dijo que tenía 21...”, y sacude la cabeza.

Juan apunta que todo comenzó “hace unos seis o siete años, con la escalada de la droga”. “Había un pescador que tenía una de las casas” de la calle Cienfuegos, “donde preparaba la machucha y guardaba los atriles de pesca. Estaba sólo por la mañana, y por las tardes, los chicos que lo sabían entraban y se drogaban dentro”.

Buena parte de las calles cercanas al Charco de San Ginés, como la Cienfuegos, Gran Canaria o Jacinto Borges se han degradado por completo en los últimos años, y a la situación de exclusión social en la que se encuentran decenas de personas que vagan por ellas cada día, se une el estado de ruina que afecta a muchos inmuebles.

En la última década, hay casas viejas que se protegieron inicialmente en el avance del Plan General de 2002, se desprotegieron luego, en el catálogo arquitectónico municipal de 2008, y sobre ellas se volvió a restringir la posibilidad del derribo por el expediente para declarar bien de interés cultural el Charco de San Ginés, que en la práctica ha fenecido en vía administrativa.

“Patrimonio tiene que ver cuando se trata de pobres desgraciados; cuando se trata de ricachos, ni hablar del muerto”, sentencia Juan. Pero el urbanismo no es la única causa del estado de esta céntrica zona de la capital de la Isla. Se suma el problema social: muchas de las personas que frecuentan estas calles, hace un par de años estaban en las naves de la Rocar. Las naves se cerraron y las excavadoras las acaban de tirar al piso, pero la marginación no ha desaparecido, tan sólo se ha trasladado.

“Pero que aquí no puedes estar, que me cuesta el trabajo, fuera”. La camarera de una cafetería de la calle Real cercana a las Cuatro Esquinas increpa a un chico y consigue que retroceda un par de pasos. Se sienta en las escaleras, contrariado, hasta que a los pocos minutos una señora le toca en el hombro y le regala un bocadillo. Se levanta, le pide un cigarrillo al charcutero del Hiperdino que había salido a coger aire, y se va. Unos minutos después, su puesto lo ocupa otra persona.

A la hora del primer café, en un par de esquinas del Charco de San Ginés se bebe ya vino de cartón y cerveza de oferta. Una veintena de habituales cambia de ubicación la tertulia a lo largo del día en busca de sombra. En ocasiones la conversación sube de tono, se cruzan insultos y amenazas en medio de la confusión etílica, algún vecino llama a la policía y se disuelven un par de horas.

En el callejón Tirso de Molina, entre la calle Real y el Charco, hay un muro que rodea un solar. A un lado del muro, un magrebí que aparenta haber superado los 40 se envuelve en una manta que no alcanza a cubrirle una pierna, con las costras de suciedad propias de alguien que está tirado en la calle.

Al otro lado del muro, la imagen deplorable de lo que queda de los cimientos de una obra paralizada que, con el paso de los años, se ha convertido en una charca putrefacta en la que se acumulan toneladas de basura. Donde los carritos de supermercado se han fundido con incontables latas, botellas y bolsas en una postal precisa de lo que es, a día de hoy, el centro de Arrecife.

“Pues sí, se han venido para acá, para la calle Norte”. El dueño del supermercado, detrás de las rejas que protegen una de las puertas de acceso al local, se refiere a los 'residentes' que antes utilizaban otras casas abandonadas en calles adyacentes y que han terminado quemadas o, con suerte, tapiadas.

Donde había un par de casas viejas que debían convertirse en un edificio de varias plantas, hay un solar y unas ruinas propicias para ser ocupadas. “Lo menos ocho se quedan habitualmente, pero es un fumadero, lo que significa que aparte entran y salen unos cuarenta”, destaca con el conocimiento de quien es observador diario.

Los vecinos se quejan de que, tras ser demolidas las casas en cuestión, y toda vez que la obra nueva no salía adelante, no se hubiese impedido el acceso al solar con un muro. Alguno comenta con sorna que la Policía Local conoce bien el problema ya que algún agente estaría relacionado con la constructora.

En frente del supermercado de la calle Norte se yergue una obra recién terminada, a la que no ha afectado la crisis económica. “Allí se murió un drogata, pobrecito”, señala el dueño del súper. Ese tipo de sucesos, y la presencia de personas con problemas de adicción, no extraña a ningún vecino, pero la zona ha incrementado su mala fama. “Nosotros estamos acostumbrados y no hemos tenido problemas con ellos, pero la gente que no es de aquí se asusta, y te dicen: ¡La calle Norte, quita pa'llá!”.


manuelriveiro@diariodelanzarote.com



* Diario de Lanzarote - 13.08.10
Foto: Arrecife (Lanzarote), abandono centro - diariodelanzarote.com

1 comentarios :

Angel dijo...

Muy buen reportaje fotografico. Pero eso ya lo sabiamos, incluidos los turistas que visitan esa cosa cutre llamada "ciudad" de Arrecife. Porque hay que estar ciegos para no ver lo evidente. A veces me pregunto si es un problema de habito, de acostumabrase a ver la mierda y la degradacion y terminar entonces por ignorarla. Porque como conejero que vive fuera me produce una tremenda repulsa e indignacion venir a la isla y ver que nada ha cambiado en Arrecife, que los politicos solo se dedican a poner parches (la izquierda y el nacionalismo obsesionados con el Patrimonio Historico prefiriendo la ruina y el deterioro/la derecha obsesionada por las grandes obras faraonicas dejando a un lado las reformas basicas). Y asi nos va; un enclave urbano envidiable con un potencial estetico enorme abandonado a su propia suerte, sin estetica, presa de la basura y el mal olor (creo que algunos se entusiasman en exceso con el hedor pestilente a pescado, es parte del patrimonio), fachadas sin encalar pero pintadas de orina y grafitis, barrios enteros donde las edificaciones tienen como principal referente estetico los palomares, tanques de agua y tenderos de ropa. Una ciudad cuyo unico acierto ha sido la via medular, extensa y verde pero en el centro, alejada del mar y la costa. La entrada a Arrecife, ya sea desde el sur o desde el norte es de verguenza! Y aun se atreven a traer cruseristas! estan locos! toda esa zona del Puerto -exceptuando el Castillo de San Jose- es para bombardearla y construirla de nuevo, al no ser que alguien crea que aquel conglomerado de naves industriales en medio de terrenos desolados resulte esteticamente atractivo. Zona de la rapaduras, entrada por los cuarteles, lamentables rotondas como las que estan cerca del hospital.... y asi podria seguir con innumerables referencias. Es obvio que los que concedieron el titulo de reserva de la Bisofera a Lanzarote no estuvieron en Arrecife, debieron entrar por Playa Blanca, visitaron Timanfaya y el Norte y volvieron a salir por donde vinieron.



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