Notas dispersas sobre hipotecas

JUAN-JOSÉ LÓPEZ BURNIOL* : UNO. No es cierto que los españoles no ahorren. Los españoles ahorran más que mucho: muchísimo. Se pasan buena parte de su vida ahorrando para pagar su vivienda y, si lo logran en un plazo no disuasorio, se embarcan a veces en la adquisición de una segunda residencia en la playa o en algún paraje que, con imaginación, pueda considerarse turístico. También es frecuente que, aprovechándose de la subida de los precios de los pisos, opten por vender su primera vivienda, para adquirir una segunda --más grande y mejor situada--, financiada en parte con el precio obtenido por la venta de aquella, más una segunda y mayor hipoteca.

Y también se da el caso heroico de parejas inasequibles al desaliento, que repiten la suerte mediante la venta de su segunda vivienda, para acceder mediante el mismo procedimiento (venta más nueva hipoteca) a una tercera fase que supone para ellos la gloria en forma de casa adosada. Total, que el españolito y la españolita que acceden al mundo laboral y quieren vivir en pareja se tienen que embarcar --si papá y mamá no se estiran, porque no pueden o porque no quieren-- en un dilatado y proceloso viaje hipotecario, que les absorbe buena parte de sus recursos. Las causas por las que se ha llegado a esta situación son varias y están estudiadas: escasez y carestía de los arrendamientos, desconfianza en otras formas de inversión, alguna modesta ventaja fiscal... En cualquier caso, lo cierto es que la pareja española media está hipotecada hasta las cachas. Ahorra en piedras; mejor dicho, en tochos.

DOS.Ha habido cierta alegría hipotecaria por parte de algunas entidades crediticias. No insinúo que hayan quebrantado la ley, pero sí que han llegado hasta el extremo, financiando al límite a personas con una situación laboral inestable y con avalistas cuya solvencia era pareja a la de los avalados. A estos efectos --lo digo porque así lo creo-- no todas las entidades crediticias españolas han funcionado con análogos criterios de prudencia. Las ha habido digamos que más alegres. Admito que el sistema financiero es, en su conjunto, de gran calidad técnica, pero en todas partes hay sus más y sus menos.

TRES. El problema grave en el mercado inmobiliario no se planteará, si surge, a consecuencia de la subida de los tipos de interés, sino del retroceso en el mercado laboral, de manera que uno de los miembros de la pareja hipotecada pierda su trabajo. Entonces sí que aflorará en muchos casos el problema, porque ya no habrá en el cinturón agujeros bastantes con que apretarse. Muchas familias españolas no podrán pagar la hipoteca y subsistir, si en casa entra un solo sueldo. Recuerdo, en este sentido, que el director de una agencia de una entidad financiera me dijo un día, al término de la firma de una escritura, que lo que mira más la gente, a la hora de embarcarse en un crédito hipotecario para comprar su vivienda, no es el tipo de interés ni las comisiones que se le cobran, sino la seguridad que tiene en la solidez de su puesto de trabajo. Tenga salud y trabajo, piensan los españoles de hoy al liarse la manta a la cabeza. El problema surge cuando falta el trabajo.

CUATRO. El precio desorbitado de la vivienda responde prioritariamente, entre otras causas, a la carestía del suelo urbano. En España no hay escasez de suelo; hay escasez administrativa de suelo, pues el sistema limita artificialmente la oferta y coloca en situación jurídica privilegiada a los titulares de suelo clasificado, lo que otorga a este mercado características de oligopolio. Pero ello no tiene que ser necesariamente así: es la consecuencia de un mal sistema que lleva en sí mismo el germen de la escasez y de la especulación. Un andaluz inteligente dijo que, en materia de suelo, los españoles hemos inventado el capitalismo sin mercado. ¿A quién beneficia esta situación? Primero --ya se ha dicho-- a los dueños de terrenos clasificados, y, en segundo lugar, a quienes tienen la llave de la clasificación. De lo que se deriva la necesidad de una nueva ley de financiación de las haciendas locales, para que el suelo deje de ser una de las principales --si no la principal-- fuente de financiación de los ayuntamientos. Digan lo que digan y se pongan como se pongan.

CINCO. Las parejas hipotecadas se asemejan a los antiguos siervos de la gleba medievales, es decir, a aquellos labradores que se ocupaban de las tierras de su señor y recibían de este una vivienda y protección, a cambio de entregarle en pago parte de su propia cosecha y satisfacerle otras gabelas. Asimismo, las parejas hipotecadas están amarradas de hecho --poco menos que de por vida-- a la finca donde viven, satisfacen mensualmente el canon de unos intereses periódicamente revisados y pagan comisiones por cualquier modificación de su relación con la entidad financiera (nueva disposición, amortización anticipada e, incluso, cancelación de hipoteca). Si bien se piensa, la posición de las entidades financieras se asemeja bastante --sin derecho de pernada-- a la de los antiguos señores feudales. Y, al igual que estos, extienden su influencia --basada en su supremacía económica-- a todos los ámbitos de negocio, de comunicación y políticos.

SEIS. Atisbar el futuro de una economía es tarea compleja, pero sí cabe señalar --con referencia a España-- algunos datos indiscutibles: desempleo ascendente, disminución de las afiliaciones a la Seguridad Social, merma de la recaudación por IVA (que implica una desaceleración del consumo) y deterioro de la confianza de los agentes económicos (según la última encuesta del Instituto de Crédito Oficial). Las conclusiones a extraer de estos datos son a gusto del consumidor.


* Notario




* El Periódico - Opinión - 11/9/2007




1 comentarios :

Sísifo de Éfira dijo...

Quien siga culpando a la supuesta carestía de suelo del precio de la vivienda justifica le especulación. La escasez de patatas hace subir el precio de las patatas, poruqe las que hay son las que se pueden sacar a la venta y no más, mientras que todo el suelo es susceptible de ser urbanizado, esto es, la oferta de suelo es virtualmente infinita o incrementable hasta el infinito. En España no hay carestía de suelo, lo que hay es utilización del mercado inmobiliario como medio para inmovilizar un capital improductivo.
Es un tema largo de desarrollar, pero que casi nadie ha tocado. Me gustaría ver por aquí algo publicado en ese sentido. Saldrían ideas muy interesantes.