Bajo los adoquines, la playa

LAVANGUARDIA* : Los jóvenes idealistas que protagonizaron el Mayo del 68 francés pidieron con sus pintadas una playa bajo los adoquines. Sous les pavés, la plage. Era una metáfora, pero lo cierto es que el hombre se ha empeñado en crear playas donde no existían, para convertir los veranos atrapados en ciudades de interior en un tiempo más placentero. O al menos, si no la playa en sentido estricto, el sugestivo concepto de la costa, con sus dos ingredientes básicos: arena y agua. Hay multitud de variantes de playas creadas por el hombre donde nunca quiso la naturaleza, desde desmesuradas estructuras hasta escenografías temporales como las de París, Berlín u otras capitales europeas.
¿Por qué existe la necesidad social de la playa? José María Ezquiaga, arquitecto, sociólogo y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, lo resume así: “La playa es ante todo un gran espacio público de integración, donde las personas se pueden mezclar mucho más que en otros lugares especializados como plazas o avenidas. La playa nos permite, además, la transgresión, donde la desnudez está socialmente aceptada”. Ezquiaga añade un tercer elemento, las posibilidades de ocio al aire libre, si bien son más limitadas en las playas artificiales que en las naturales.

Por eso Madrid también se ha apuntado al carro con una playa junto al río Manzanares. “Más que una playa en sí misma se trata de una recreación de la idea de una playa natural, en un lugar como Madrid donde siempre ha sido un mito”, explica José Luis Infanzón, subdirector del área de Proyectos Singulares de la capital. La idea fue de una niña, Sara Rojo, que ganó un concurso municipal con un dibujo y una redacción en los que pedía que el Manzanares pudiera convertirse en una playa. A la hora de llevar este sueño a la realidad, los arquitectos seleccionados pasaron mucho tiempo pensando cómo debería ser, buscando ideas en ciudades como París, que es el epítome de playa urbana junto a un río. Pero el Manzanares no es el Sena.

“El concepto tradicional se basa en el contacto con el borde del mar –explica Infanzón–, pero al intentar incorporar esta idea a un lugar como Madrid, con un río canalizado con sólo 40 metros de ancho, tuvimos muchos problemas”. Madrid ya tuvo una zona de baños en el Manzanares en 1932. Pero en la década de los años cincuenta, el río se canalizó, y el baño se proscribió. “Para resolver el tema del agua, decidimos crear tres fuentes ovales que recrean las charcas que dejaba el Manzanares en sus crecidas, con la visión del río desde las mismas, como si nos estuviésemos bañando en él”.

Sobre las elipses hay una lámina de agua de tres centímetros y una serie de surtidores que emiten chorros aleatorios y microgotas que crean una nube de un metro de alto. El efecto que se genera es, en palabras de Infanzón, “como la orilla del mar cuando las olas rompen”. Esta instalación permitirá aliviar la canícula estival madrileña, pero seguirá funcionando en invierno como una mera fuente ornamental. Ahora que Barcelona ha prohibido el seminudismo en el centro de la ciudad, Madrid dejará libertad a los visitantes para mojarse con ropa o sin ella.

¿Pero dónde está la arena? “A la hora de realizar la playa, queríamos que fuese limpia. Si traíamos arena, habría que mantenerla y retirarla al finalizar la época estival. Por eso se decidió que la zona de descanso sería de hierba, con tumbonas y una cafetería”. La playa, que forma parte del parque de la Arganzuela, se inauguró en Semana Santa. Se encuentra junto a una futurista pasarela diseñada por Dominique Perrault, considerada la joya del proyecto denominado Madrid Río, que ha consistido en la rehumanización de los entornos del río tras el soterramiento de la M-30 y su sustitución por zonas verdes. “Hay un deseo social de recuperar el contacto con la naturaleza. Los ríos se perdieron como espacios lúdicos en muchas ciudades, pero la tendencia actual es de recuperar estos espacios para tomar el sol y bañarse si las condiciones del agua lo permiten”, explica Francisco Burgos, uno de los arquitectos que han participado en este proyecto.

Playas temporales En París, ciudad pionera en recrear una playa junto al Sena durante el verano, el concepto fue muy distinto. Iniciativa del alcalde Bertrand Delanoë, que pareció aplicarse el citado lema de Mayo del 68, comenzó con gran éxito hace diez años. La vía rápida Georges Pompidou se corta a la circulación aprovechando el éxodo estival y se transforma en lugar de relax y ambiente tropical con arena y palmeras para los pocos que no se van. Las ordenanzas prohiben estrictamente bañarse en el Sena (y el sentido común lo desaconseja), por lo que los parisinos han de conformarse con tomar el sol, aunque hay también toda una serie de actividades lúdicas, como thaichi o voley-playa en la plaza –recubierta de toneladas de fina arena– del hotel de Ville. Durante el verano del 2003, cuando la famosa ola de calor azotó Francia y el resto de Europa, unos tres millones de personas acudieron a refugiarse bajo los humificadores. El nombre de la operación, Paris Plages, le valió una batalla judicial al Consistorio, ya que desde 1882 existía una estación balnearia llamada así en... el Pas-de-Calais, a 300 km de distancia.

“El espacio público se puede y se debe pensar de otra manera para hacerlo más participativo. La ciudad se olvida muchas veces de la parte más lúdica del urbanismo. Todo este tipo de instalaciones estacionales permiten combatir el estatismo del mobiliario urbano y de las plazas duras que tan bien conocemos en Madrid y Barcelona”, explica el urbanista José Luis Vallejo, de Ecosistema Urbano. Su estudio propuso hace unos años convertir una plaza degradada del centro de Madrid en una playa como la de París, con arena de sílice y sistema de vaporización de agua, como forma de reconciliar el espacio público con los vecinos, ya que iba a ser instalada por ellos mismos. Pero, finalmente, fue el fabricante de móviles Nokia quien en el 2010, con la misma idea y en el mismo lugar, la llevó a cabo como parte de un plan publicitario.

El ejemplo parisino también fue copiado por otras capitales europeas. En Berlín, las riveras del Spree se convierten, gracias a varias toneladas de arena, hamacas y quioscos, en la Bundespressestrand o “playa de la Prensa”, que recibe este nombre por su cercanía con la sede de la asociación federal de diarios. Allí, unas piscinas flotantes sobre el río sí que permiten algún chapuzón, aunque no sea directamente en el Spree.

“Se trata de ser capaces de adaptar el espacio público a la sensación de paso del tiempo, adaptándolo a las estaciones, y propiciando una forma distinta de vivir la ciudad”, agrega Vallejo. Agustín Sánchez Arcilla, profesor de Ingeniería Hidráulica de la Universitat Politècnica de Catalunya resalta las ventajas de este tipo de instalaciones efímeras. “La mayoría de estas ciudades tienen un río que es bonito pero que no es aceptable para el baño, por lo que una instalación tipo piscina en la orilla permite tener la calidad del agua controlada”. Pero también recuerda que la mayoría de playas naturales tienen su punto de artificialidad, en cuanto que precisan la intervención humana debido a la fuerza del mar, que arrastra los sedimentos.

Proyectos faraónicos Al norte de Sudáfrica, en medio del parque nacional Pilanesberg, se encuentra un lujoso complejo hotelero denominado Sun City. Con una estética kitsch a medio camino entre El libro de la selva e Indiana Jones y el templo maldito, posee una enorme playa artificial denominada Valle de las Olas. Alimentada por un río también artificial, que recorre todo el complejo de hoteles, casinos y campos de golf, posee unos mecanismos hidráulicos ocultos que generan olas de hasta dos metros de altura.

Pero la más grande y más sorprendente se encontraba en la ciudad de Miyazaki, en Japón. Llamada Ocean Dome, cúpula del océano, acogía en su interior un volcán artificial, 600 toneladas de arena y un mar de 140 metros de ancho que permitía incluso hacer surf. Pero este paraíso imposible desarrollado con tecnología nipona permanece cerrado desde hace varios años. Una megainfraestructura muy parecida, a 60 kilómetros de Berlín, recrea un paraíso tropical bajo la inmensa cúpula de un hangar diseñado originalmente para aviones. En el 2004 fue comprado por una compañía malaya, que lo convirtió en una evocación de Bali, con lluvia artificial, 500 especies de árboles, varias playas de arena y una temperatura constante de 25 grados.

Y aunque pueda sorprender, Portugal también se ha apuntado a la moda de las playas artificiales. El país vecino ha necesitado un rescate financiero, pero eso no ha impedido desarrollar un proyecto para construir la playa artificial más grande de Europa: 22.500 metros cuadrados en Mangualde, una pequeña ciudad del interior, con chiringuitos y zonas para conciertos. Todo con tal de levantar el pavimento y ver la playa.

SUDÁFRICA
Sun City, el templo perdido

Esta playa sudafricana de 6.500 metros cuadrados en medio de las montañas tiene una serie de mecanismos que pueden producir olas de hasta dos metros de alto. El complejo de hoteles y casinos imita las ruinas de una supuesta civilización perdida en medio de la selva. Fue construido en una provincia autónoma del país, pese a que el apartheid, en ese periodo, impedía actividades como el juego o los espectáculos de variedades. Esta playa artificial ha acogido espectáculos como Miss Sudáfrica Adolescente">* La Vanguardia - SERGIO DANIEL BOTE - 12.08.11
Foto: Paris, playa en el Sena - gtresonline

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