'Porca' miseria

JAVIER GÓMEZ/Málaga* : Puede que lo que más impresione a un español en cualquier viaje a la Toscana no sean exactamente sus joyas artísticas y arquitectónicas. Es más que probable que si un andaluz esquiva el síndrome de Stendhal al doblar la vía florentina del Calzaioli y descubrir la majestuosidad del Duomo de Brunelleschi; si a fuerza de pedalear sobre la muralla medieval de Lucca escapa del desmayo ante semejante belleza, o si incluso logra burlar el desvanecimiento en la Piazza del Campo de Siena cual jinete a la carrera por el Palio, al final sucumba ante el tesoro más impresionante de esta región transalpina: el paisaje.
No es ningún secreto que los italianos dominan el buen gusto. Sus modistos son universales y han logrado que el diseño sea la marca-país. Puede que no sean sinónimo de fiabilidad, durabilidad o eficacia, como ocurre con los alemanes o japoneses, pero la fórmula magistral de la belleza se esconde detrás de los productos italianos. Y el paisaje y el urbanismo, como escenario que acoge a los miles de monumentos de un Estado que, como el nuestro, vive en parte del turismo, son bienes protegidos. Para los ojos de un malagueño, acostumbrados a la destrucción de playas, acantilados, bosques, laderas, ríos y montes en aras de un falso desarrollo en forma de ladrillos, de la necesidad de atender a miles de turistas cargándonos precisamente lo que los atrae, resulta todo un reto buscar elementos discordantes en cualquier lugar de la Toscana. Es casi imposible.

¿Acaso alguien duda de que si tuviéramos por aquí un lugar como San Gimignano lo habríamos atiborrado de adosados? No hay que irse a los cascos urbanos. Cipreses, vides, olivos, girasoles y bosques constituyen una campiña italiana de postal que podría emitirse como anuncio turístico. En Málaga es cada vez más complicado encontrar localizaciones sin tener que recurrir al 'lifting' del photoshop.

Parece una broma de mal gusto la promesa de Rubalcaba de incrementar los controles a los planes urbanísticos, cual médico que receta antibióticos a un cadáver en la morgue. También que la Junta y el Ayuntamiento se feliciten por la próxima aprobación de un PGOU que sólo busca inversiones y empleo, como sin reparo declaran los responsables de ambas administraciones. Teniendo en cuenta que barbaridades como Colinas del Limonar son perfectamente legales, uno se pregunta en qué momento de la historia perdimos el sentido del gusto de nuestros primos hermanos italianos. Compartimos sangre y pasado, pasiones y fisionomía. Pero de nuestro ADN extirparon el instinto protector de la belleza.

* Málaga Hoy - Opinión - 14.07.11

0 comentarios :