EL culpable es el suelo

LASPROVINCIAS/Valencia* : Pues resulta que algunos agricultores llegaron a vender sus terrenos rústicos de Montroy a varias veces su valor. Ya tienen ahí la raíz del problema, el foco de todo el lío urbanístico que se ha desatado en dicha población. Los agricultores no resistieron la tentación y vendieron la hanegada a 12.000 euros, cuando normalmente valía 1.200 o 1.500. Hete ahí la clave de la especulación urbanística.

Los agricultores no fueron capaces de eludir los cantos de sierenas y sucumbieron ante el vil dinero. Les ofrecían más de lo que valían sus campos, y ellos lo sabían, pero en vez de proclamar ¡Vade retro, Satanás!, y negarse en redondo, prefirieron vender a quienes les pagaban. Si ellos se hubieran negado, nada más hubiera ocurrido.
¿Por qué siempre se tiene que culpabilizar de todos los males al agricultor? El agricultor especula, el agricultor contamina, el agricultor es un quejica, el agricultor siempre dice que no gana, y a saber...
Cuentan las crónicas que vecinos de Montroy se destapan con que ya veían algo raro en todo aquello, porque los precios de la tierra se multiplicaron por diez. ¿Qué les parece? Por diez.
Nadie habla casi nada de los promotores, de los constructores, de los bancos que repartían créditos, de la importación de albañiles de Portugal y países del Este que se prodigaba aquellos años del 'boom', de lo que ganaban los estudios de arquitectos y aparejadores, del aumento de carga de trabajo en las notarías, del negocio de los ayuntamientos, que pasaban a cobrar una catarata de impuestos nuevos, de la apertura de almacenes de material de construcción, de la ampliación de fábricas de ladrillos, de la importación de cemento o vigas de hierro, de las rifas cotidianas por un un fontanero regular o un aprendiz de electricista.
Nadie se escandalizó nunca de que los precios de enyesadores, encofradores, tabicadores, caravisteros, carpinteros, cristaleros o instaladores de antenas parabólicas se dispararan hasta lo indecible, de modo que plantearse por entonces una pequeña reforma urgente en la cocina de casa implicaba rezar para que se dignara a acudir alguien, pagarle a tocateja la pastizara que pidiera, sin rechistar, y encima invitarle y darle las gracias.
No, la culpa iniciática es evidente. Los agricultores hicieron negocio al vender sus campos por más de lo que valían. Ahí empezó todo. Se supone que ellos deberían haberle dicho al comprador: Mire, señor, no me pague tanto, que me conformo con mucho menos, que si no tendré remordimientos de conciencia. O bien haberle inquirido: ¿Para qué lo quiere, no irá a construir usted un chaletote ilegal? Pues no se lo vendo, no lo hará sobre el campo que fue de mi abuelo.
Hay que ser ingenuos. Lo facilón es tirar por el lado más débil.
Pues claro que hay una sarta de barbaridades urbanísticas y despropósitos por todo el territorio, no sólo en Montroy, ni sólo en la Comunitat Valenciana, pero los responsables serán quienes los alentaron y permitieron, porque todos ganaban. Señalar el pequeño detalle de que el valor del suelo se multiplicó suena a poquito y a mala intención paradesviar el tiro. Porque, a todas estas, ¿cuánto se revalorizó después ese suelo en manos de los urbanizadores?, ¿cuánto ganaron en pocos meses por lo que estuvo durante generaciones en una misma familia?
¿Cuántas parcelas salían de una hanegada? ¿Tres, por ejemplo? De los 12.000 euros de la venta por el agricultor, 4.000 de repercusión en el conjunto del chalet. ¿Qué valía el conjunto, 200.000, 250.000, 300.000?
Por el otro lado están los ciudadanos extranjeros presuntamente engañados. La casuística será amplia. Unos habrán sido estafados, sin duda, y en toda regla. Les dieron gato por liebre y se fiaron de quien no debían. Hasta les cambiaron los contratos a la hora de traducirlos al inglés. Pero también los habrá que quisieron aprovecharse de lo que vieron como una ocasión única, una ganga impensable en su país.





* Las Provincia - 7.02.10
Foto: Urbanización Els Mallars de Montroy. :: F. GARCÍA, lasprovincias.es

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