El PGOU y Rabasa

JOSÉ MARÍA ASENCIO MELLADO* : Basta leer las diferentes opiniones que sobre el PGOU de Alicante se vierten en este diario, para comprender, aunque uno se mueva casi en el terreno de la ignorancia urbanística, que el mismo no se ha hecho atendiendo a las necesidades de la ciudadanía, a dar cobertura a una visión de ciudad habitable, sino respondiendo a los intereses de los constructores y los beneficios inmediatos que supone esta actividad para las arcas municipales, al desarrollo cuantitativo de la ciudad en metros urbanizables y a proyectos beneficiosos económicamente para unos cuantos -no se sabe cuántos ni quiénes-.

Trasluce todo el entramado proyectado un marcado carácter especulativo que se oculta tras frases majestuosas y humanitarias, sobre los beneficios que lo establecido en el plan va a producir en la creación de puestos de trabajo, en acceso a viviendas que ya no son de protección oficial, sino pública, mucho más caras, por cuanto su precio se ha elevado considerablemente hasta alcanzar los de mercado y a las que pueden acceder los estratos no tan necesitados y ese arrebato protector aparece ahora como una revelación cuando antes no ha sido objeto de las más mínima atención, precisamente por el incremento de su precio.
Todo lo relativo a servicios públicos hospitalarios, educativos, asistenciales, culturales, espacios verdes, es decir, lo que realmente merece el calificativo de general, por afectar a todos, se señala, pero no se concreta con el mismo grado de especificación. Es accesorio frente a la especulación, al crecimiento no sostenible, a la desigualdad que se ha instalado en la ciudad cuyos barrios más clásicos están viéndose degradados a favor de nuevos enclaves sin alma.
Los parques naturales, que se destacan, dependen del real desarrollo de las grandes actuaciones urbanísticas y luego han de ser abonados por el Ayuntamiento, lo que, al menos, cabe poner en duda por los antecedentes.

Entiendo que es una opción, una opción de principios de los ochenta que consistía en que las clases medias pudieran acceder a viviendas y espacios abiertos que les reportaran mayor calidad de vida, pero opción que a la postre se ha mostrado errónea, pues, entre otras cosas, lo que había se ha dejado morir de inanición y lo construido no es otra cosa que un conjunto de viviendas sin conexión con la ciudad y sin servicios suficientes a su alrededor.
Rabasa, es un plan problemático al que muchos nos hemos opuesto con criterios nunca discutidos por quienes nos gobiernan, que sabrán en realidad las razones para ello. Y ese plan apoyado por el PSOE bajo la portavocía de Blas Bernal con excusas de un pretendido beneficio social que se entiende poco en ese sentido social y que necesitaría de explicaciones más concretas y exactas, se ha aprobado casi al fin por el Ayuntamiento contra todos los inconvenientes y reparos que se han suscitado y ante el riesgo de que los tribunales puedan paralizarlo. Y todas las viviendas sociales se concentran en ese lugar y bajo el control de unos pocos.
Y se ha aprobado fuera del PGOU; se ha indultado de someterse a una planificación general. Constituye un cuerpo único, una realidad individual que sólo por el hecho de mantenerse así, fuera del conjunto, plantea más dudas que seguridades. Porque no se trata de una simple actuación, sino de la más importante que nunca se ha llevado a efecto en Alicante. Y, porque, no es sólo Rabasa, sino lo que después viene conectado a Rabasa, muy cerca de ahí y previsto en el PGOU que, aunque lo ha mantenido fuera, lo contempla y se supedita a él. Porque Rabasa se ha aprobado fuera del PGOU por el solo hecho de que, incluirlo, aunque lógico y coherente con una planificación superior, hubiera ocasionado ciertos retrasos y perjuicios en la persona de su promotor.
Pero, a cualquier observador no se le oculta, que el PGOU contempla actuaciones íntimamente vinculadas a Rabasa, supeditadas en realidad a dicho proyecto, especialmente en el entorno cercano y conectado en su día, pues así será la zona del Rico Pérez, los centros comerciales previstos y, sin duda, la desaparición como tal de una zona deportiva importante que será engullida por negocios ajenos.

Y, lo más preocupante es que Rabasa se construya ahora y, necesariamente, como siempre sucede, me imagino que con préstamos elevados. Ante el riesgo de que las viviendas no se vendan, cabe preguntarse si las entidades que lo apoyan verán mermada su liquidez y si nuestros ahorros pueden verse en una situación al menos comprometida. En definitiva han sido este tipo de operaciones culpables en buena parte de la crisis económica global y, especialmente, de la gravedad de la española.
Esta forma de comprender el urbanismo ha causado muchos males en la economía española, pues el crecimiento basado en el "ladrillo" es, por su propia naturaleza, especulativo, al coincidir en él múltiples intereses y no ser, por supuesto, un modelo de crecimiento sostenible. Se sale de una crisis que ha acreditado que la economía debe crecer alrededor de otro tipo de actividad, pero se insiste en el PGOU en volver, una y otra vez, a lo mismo, aún cuando es apreciable que cada vez será menor la capacidad de construir y menor, también, la adquisitiva y que una ciudad que crezca en los términos diseñados en ese plan, debe contar con servicios paralelos a sus nuevas necesidades. Y eso se olvida, se relega o, simplemente, se apunta, pero sin prestar la debida atención o dotarlo de apoyo cierto. El desinterés de los gobernantes valencianos ante el urbanismo más allá del día a día es total. Como ejemplo valga la condena de Europa, que ya habla claramente de corrupción urbanística -lo que todos sabemos y acreditan los tribunales-, y los retrasos en el colegio de Benalúa, ejemplo claro del futuro de este tipo de dotaciones que molestan, aunque vengan obligadas, pues suponen gastos donde sólo se quiere hallar ingresos.
Mi rechazo al PGOU y a Rabasa se fundamenta, pues, más allá de los aspectos concretos, en la filosofía misma que inspira ambos, en las bases en que se asienta, en el pan para hoy y hambre para mañana. Un PGOU no es sólo un modelo de planeamiento del crecimiento, sino que debe reflejar una forma de entender la ciudad y sus habitantes, de respeto al entorno, de facilidad de la movilidad interior y periférica. Es un absurdo que el PGOU de Alicante, por ejemplo, no haya atendido a los planes de las ciudades cercanas, al menos para conectarlas mediante el transporte público.
Se ha pensado en pocos y se ha regulado para ellos. Esta es una ciudad poco habitable y el PGOU no lo va a remediar, sino que profundizará en los mismos errores, pues no ha cambiado nada en la forma de entenderla y de comprender la responsabilidad ante la ciudadanía.


* José María Asencio Mellado es catedrático de Derecho Procesal de la UA.






* Información - Opinión - 16.12.2008

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