El impacto de 50 años de crecimiento: cinco modelos de desarrollo urbanístico

GACETA* : Una muestra revela cómo han cambiado algunas ciudades españolas desde finales de los años cincuenta. El denominador común es la falta de planificación. La construcción ha sido el gran motor de la economía española durante muchos años. Ha creado riqueza y ha transformado el paisaje, hasta dibujar nuestro actual perfil urbano. ¿El mapa de nuestros pecados?

Con el pinchazo inmobiliario a las puertas, parece que se acerca el tan temido fin de ciclo. Momento ideal para un balance.

Las Arquerías de Nuevos Ministerios, en Madrid, acogen la exposición 5 paisajes x 50 años, que propone un recorrido por los cambios experimentados en el desarrollo urbano de España en los últimos 50 años a través de la evolución de cinco entornos a lo largo de medio siglo: Madrid, Barcelona, Alicante, Murcia y Córdoba.

Organizada por el Ministerio de la Vivienda, la muestra se divide en dos espacios diferenciados. En el primero se recogen las proyecciones de imágenes aéreas de 1956 e imágenes de satélite de 2006 de cada una de las cinco ciudades. La segunda sala permite el acceso a través de ordenadores interactivos de los datos sociológicos explicativos de dichos mapas: población, economía, educación y vivienda.

Se han elegido dos fechas claves. En 1956 se promulgó la primera Ley de suelo y el Ejército de Estados Unidos tomó una serie de fotos aéreas de la Península y las Islas Baleares, un retrato de nuestra piel de toro que se conocería con el nombre de “el vuelo americano”. Medio siglo después, se inició la tramitación formal de una nueva Ley de Suelo, finalmente aprobada en 2007.

Diferente fisonomía

En cuanto a las localizaciones geográficas, se han elegido áreas urbanas —se evita el término ciudad, más reduccionista— de diferente fisonomía, para proporcionar una perspectiva global.

Madrid y Barcelona, inevitables, representan las áreas metropolitanas, y muestran cómo el mapa municipal ha sido desbordado por el crecimiento urbano. La costa de Murcia y de Alicante describen la influencia y el impacto del turismo en determinadas localizaciones. Finalmente, Córdoba sirve como ejemplo de capital de provincia de tamaño medio en el interior, ajena a los fenómenos que han tenido lugar en los dos casos anteriores, pero también afectada por la expansión urbana.

Josep Roca, director del Centro de Política de Suelo y Valoraciones de la Universidad Politécnica de Cataluña, es uno de los comisarios de la muestra. Según él, la principal conclusión del balance es el aumento exagerado, y peligroso, del consumo de suelo.

“En 1956 había en las cinco ciudades una media de 6,3 hectáreas por cada mil habitantes; en 1990 se pasó al 12,5, y en 2006 la cifra era ya de 35,4”, dice Roca. Y el factor demográfico no basta para explicar el salto: “La población creció sobre todo hasta la década de los 90, y el consumo de suelo se dispara precisamente a partir de entonces”. Ahí parece estar la clave. La década prodigiosa del crecimiento económico y la euforia capitalista.

Frente a los excesos, Roca advierte: el suelo es un bien escaso. No hay que abusar. De hecho, la UE es clara en su apuesta por la “ciudad compacta”, que además de suelo ahorra energía: la vivienda unifamiliar o el adosado se suelen situar lejos del trabajo, con el consiguiente gasto de gasolina en los desplazamientos, mayor consumo de electricidad por persona...

Otra forma de vida

El problema es el arraigo del problema: la causa está, sobre todo, en un cambio en la forma de ver la vida. Los urbanitas españoles necesitan más suelo: casas más grandes, más espacios comerciales... ¿Y viviendas vacías por la especulación?

Jesús Leal, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y otro de los comisarios de la muestra, cree que “se ha impuesto una forma determinada de crecimiento que tiene problemas notables de sostenibilidad cara al futuro, no solamente por el hecho de contar con una gran cantidad de viviendas sin un uso permanente, sino también por la forma en la que se han ido desarrollando”.

Jesús Leal propone una reflexión para dar un giro al urbanismo en España, que debe orientarse a un “mayor aprovechamiento de los recursos disponibles y a un mejor reparto de las oportunidades”.

El problema, reconoce Leal, es que “los planes territoriales han estado ausentes en las decisiones de desarrollo porque no existían o porque se les hacía poco caso”.

Política urbanística

Se trata de un debate que los expertos llevan sosteniendo durante años, pero que parece haber llegado a su punto de ebullición con el crecimiento exacerbado de la construcción en los últimos años.

En unas recientes jornadas sobre El papel de las herramientas de planificación urbana en el desarrollo de las ciudades españolas, Marcos Vaquer, de la Entidad Pública Empresarial del Suelo, ponía el dedo en la llaga: “La Unión Europea insiste en la necesidad de políticas urbanas integrales”, que crearía un sistema más sencillo, ya que ahora mismo “sólo los sacerdotes del urbanismo pueden leer un plano”.

Para Vaquer, los planes se han cargado de contenidos impropios de instrumentos de planificación urbana. Y, además, son ilógicos los planes que pretenden ordenar a 20 o 30 años vista y con estructuras jerárquicas que hacen difícil los cambios. Esto es lo que explica, por ejemplo, que se hagan modificaciones puntuales a planes generales casi simultáneamente a la misma redacción. “Hay que reivindicar una cultura de planeamiento, pero no con instrumentos de hace 50 años”, asegura.


Madrid: el derroche de suelo y la dispersión

Con 10,5 hectáreas por cada mil habitantes y la moda de viviendas unifamiliares y pareados, Madrid refuta la estrategia europea de la ciudad compacta que ahorra suelo y energía. Además, la creación de infraestructuras, como la M-40, favorece y dirige la urbanización.

Barcelona: ingenio contra la naturaleza limitadora

Constreñida por el mar y la montaña, Barcelona tiene una densidad mucho mayor que Madrid, con los consiguientes problemas de congestión. La necesidad se convierte en virtud con la reutilización de suelo industrial en residencial, comercial y turístico. La zona portuaria es el mejor ejemplo.

Alicante, la locura del turismo de masas

Debido al turismo, el consumo de suelo es, lógicamente mayor que en las metrópolis: 21,6 hectáreas. Pero el crecimiento ha superado toda lógica, sobre todo en municipios com Benidorm, Santa Pola y Torrevieja, cuyo suelo urbanizado creció en torno al 90% entre 1990 y 2006.

Murcia o el expolio de la naturaleza

Con sus 34,1 hectáreas, supera incluso a Alicante. El de la Manga del Mar Menor es un caso de manual de pérdida de espacios naturales o ganancia de suelo residencial y comercial (según se mire). Una barra de arena se ha convertido en zona de puertos deportivos, hoteles, residencias...

Córdoba, el crecimiento sin excusa

Sin área metropolitana, ha multiplicado por 7,5 el suelo urbanizado. Un auténtico expediente X, ya que el turismo no es comparable a Alicante o Murcia, ni tiene ciudades dormitorio a su alrededor. Su densidad ha pasado de 4,9 hectáreas por mil habitantes en 1956 a 20,3.





* Gaceta.es - Ángel Peña - 30.04.2008
Foto: Madrid, hace 50 años (arriba) y ahora (abajo).

1 comentarios :

Anónimo dijo...

"50 años de disparates urbanísticos" debería ser el título de cualquier exposición sobre lo ocurrido durante dicho tiempo en las principales ciudades (y territorios) de este país. Aunque el premio gordo se lo llevarían, sin duda, los últimos 10 años.

Como dice la noticia, en 1956 había de media 6,3 hectáreas de suelo por cada mil habitantes, en 1990 se pasó al 12,5, y en 2006 la cifra era ya de 35,4 (casi tres veces más).
Me parece que los números lo dicen todo, sobre todo cuando la población apenas aumentó en esos últimos años.

Consumo desordenado de suelo. Despilfarro público. Especulación urbanística. Récord de pisos vacíos. Construcciones ilegales. Transportes insostenibles. Consumo energético desbocado. Infraestructuras avasalladoras. Planificación inexistente. Contaminación excesiva. Precios prohibitivos.
¡Bonito panorama para 50 años de historia!
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