LAPROVINCIA/Lanzarote* : El vecino tiene un solar urbanizable. Lleva años sin saber muy bien qué hacer con él. Un buen día conoce a un constructor que, con profusa y envolvente palabrería, le propone una permuta. "Yo me encargo de todo. Usted no tiene que preocuparse de nada y al final tendrá una casa para usted y otra para su hija", le dice. El empresario, por su parte, se quedará con un ramillete de viviendas para vender en el mercado libre según se plasmará en el contrato suscrito entre ambas partes. Un negocio redondo para todos. Aparentemente.
Pero el cuento no siempre acaba bien. Sobre todo últimamente. El promotor resulta ser un advenedizo que ha montado la empresa al calor de la vorágine del bloque en la Isla. Hay cientos como él. Con el dinero que recibe de las certificaciones de obra mantiene un envidiable tren de vida, incluido el reluciente todoterreno de lujo con el que se deja ver de cuando en cuando por las obras.
Primero los cimientos, luego las primeras filas de bloques... Todo parece ir bien. El señor ya se hace ilusiones con su nueva vivienda. Pasan las semanas y al hombre le da ahora la sensación de que el ritmo no es el que debiera, que aquello no avanza. De hecho, la cuadrilla de obreros ha quedado reducida a un par de peones. "El lunes llamo al constructor", piensa. Lo hace y recibe por respuesta que se esté tranquilo, que no hay problema de ningún tipo. Bueno, de acuerdo. Tranquilidad. Pocos días más tarde el dueño acude de nuevo al solar. Es día laborable, pero allí no hay nadie. La obra está parada. De inmediato llama al constructor. Buzón de voz. Una y otra vez. Se acerca a la pequeña oficina. Está cerrada.
Han pasado varios días. El móvil sale ahora como apagado o fuera de cobertura. El local es una tumba. El hombre ha hecho algunas averiguaciones. El constructor aprovechó los pagos del banco a través de las certificaciones de obra para ir tapando agujeros de otras obras. El material, al parecer, se lo habían fiado los proveedores. Pero llegó un momento que le cerraron el grifo. Y fin del cuento. Pero la pesadilla continúa. Las fábrica de bloques y la hormigonera quieren cobrar. El constructor ha desaparecido y, aunque se le localizara, seguramente se declararía insolvente. Si quiere seguir con la obra tendría que hacerse cargo de las deudas.
Una parcela, un sueño, una promesa, un drama. Este relato es una síntesis de la recopilación de varios casos similares de los que ha tenido conocimiento este diario. Decenas de pequeños propietarios se han convertido en víctimas de la crisis del sector de la construcción o, más exactamente, de pequeños constructores y promotores que carecían de mimbres -y escrúpulos- suficientes para hacer frente a la actual coyuntura. Habían vivido en el alambre porque los proveedores fiaban y porque los pisos y adosados, hasta no hace demasiado tiempo, se vendían rápido y con un amplio margen de beneficio, según indican desde el propio sector de la construcción. Pero esa etapa ha tocado a su fin y este tipo de negocios caen con el mismo estrépito y rapidez con los que subieron. Muchos desaparecen entre la polvareda y la confusión provocadas por su propia caída.
REGUERO DE DEUDAS. La llegada de la crisis a la construcción se traduce también en el caudal de impagos que tienen entre manos los proveedores de materiales, algo que se explica en buena medida por la extendida costumbre de no cobrar sobre la marcha. Esta realidad está dando lugar a la apertura de múltiples demandas mercantiles, según ha podido constatar este periódico a través de varias fuentes. Las cifras oscilan entre lo módico y lo astronómico. Existen referencias concretas de casos en los que se acumulan deudas por valor de cerca de 200.000 euros, aunque las fuentes dan por seguro que las habrá incluso mayores.
El fenómeno de la ´desaparición´ del mapa de los desaprensivos es en realidad la vertiente más extrema de una enfermedad que se manifiesta con varios síntomas, todos relacionados con la drástica reducción de la demanda, que guarda por supuesto una relación directa con la desaceleración económica general y las condiciones de las hipotecas, incluido el endurecimiento de las condiciones por parte de la banca. Determinados promotores han optado por ralentizar el ritmo de las obras que tenían en marcha dejando a un personal mínimo. Otros han optado por frenar del todo a la espera de mejores tiempos.
* La Provincia - GREGORIO CABRERA - ARRECIFE - 20 de abril de 2008
Foto: Teguise (Lanzarote), vista aérea costa - diariodelanzarote.com
Promotores sin escrúpulos ´desaparecen´ dejando deudas y obras sin finalizar
en
20.4.08
por UrbanismoPatasArriba
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Tema: NOTICIAS Canarias
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