El silencio de los 'teresitos'

JUAN JOSÉ JIMÉNEZ* : Desde hace ahora una semana el caso de Las Teresitas se ha puesto al día con el levantamiento del secreto del sumario de una parte del documento. En el pomo de estos 20.000 folios de más estricto culebrón aparece el esqueleto de una ingeniería financiera que de haber sido aplicada en el beneficio de los administrados previsiblemente Canarias estaría ahora en la vanguardia de la macroeconomía, y hasta vendrían los del Fondo Monetario Internacional para conocer las ingeniosas formas de provocar un tsunami económico con cuatro olas y tres callaos.

Pero, independientemente del presunto cambalache en sí, y aún imaginando mucho mucho que el contenido de estas pesquisas de la fiscal y la policía tuviesen la misma inconsistencia que el peito del pájaro apupú, el acontecimiento ha revelado un problema casi aún más grave si cabe que el supuesto atraco a las arcas públicas, en un verdadero trasunto que deja la articulación de la sociedad tinerfeña, y desde aquí un afectuoso saludo, a las postrimerías del XVIII cuando las primeras publicaciones contrarias al criterio del poder establecido eran castigadas con el repertorio más duro de la ley por su carácter 'sedicioso'.

Durante siglos, primero panfletos y luego libelos fueron haciéndose un hueco en las gavetas ocultas de los intelectuales franceses hasta que a partir de 1789 empezó a hacerse común, -todavía de aquella manera-, estampar y difundir en papeles el pensamiento puro y la crítica al gremio político, lo que con el tiempo se conocería como cuarto poder: hoy una asombrosa herramienta que actúa de válvula de presión para evitar el desmadre, el cohecho, la prevaricación y la ingesta del caldo de papas en el plato ajeno.

Y es por esto que los ciudadanos de Tenerife están sufriendo un retroceso de siglos con el chirriante silencio que mantiene el 90 por ciento de su prensa sobre un lío que, sean culpables o no los protagonistas de este poltergeist urbanístico, es noticia que no puede sustraerse a la opinión pública porque afecta a un alcalde, a un lugar emblemático, a unos empresarios, a una institución financiera y, ahora vemos, a unos medios que se están saltando esa ineludible responsabilidad, clave para la articulación de cualquier democracia de mínimos.







* La Provincia - Opinión - 28-01-2008



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