Ante la crisis, que cada cual aguante su vela

MARÍA LUISA GARCÍA GIL* : Es un buen momento para que se reúnan los arquitectos y es un buen momento para proclamas. Es un buen momento cuando la costa mediterránea, en general, ha perdido su atractivo natural por culpa de la avaricia desorbitada de unos y otros, es un buen momento cuando los edificios dignos y centenarios de los cascos antiguos, por lo menos en Galicia, por falta de protección, han sucumbido a la vorágine constructora destructora que ha permitido duplicar alturas. Es un buen momento para bendecir, apoyar y no criticar la decisión firme de mantener la protección de los 500 metros.

Curiosamente, hace unos días, desde la patronal de la construcción, también se ponía contra las cuerdas a la Dirección General de Urbanismo para forzar el levantamiento de la moratoria de los 500 m, como si esta sabia decisión fuera también la causa de la crisis de la construcción. Las zonas del interior, por cierto, no tienen costa y también han sido objetivo de la bonanza constructiva; por otra parte, uno de los atractivos de Galicia como destino de segunda residencia, en estos últimos años, ha sido su paisaje y su naturaleza aún salvajes, aunque para otros muchos también ha sido la inversión especulativa debido a la diferencia de precios con otras regiones de España.

La crisis de la construcción era un hecho previsible, sencillamente porque las bonanzas económicas son cíclicas y porque un país no puede tan sólo vivir de construir ex novo, porque, evidentemente, esta actividad algún límite tendrá.

Las crisis económicas, a lo largo de la historia, han sido los detonantes del pensamiento que tal vez, gracias a los apretones del cinturón de la penuria, deben de mandar más sangre al cerebro y entonces propician ideas claras, novedosas y paliativas.

Creo que, a lo mejor, ha llegado el momento de hacer introspección y acto de constricción, y a lo mejor ha llegado el momento de que "cada palo aguante su vela" y se haga responsable de sus actos.

Creo que es un buen momento ante una gran crisis para que los especuladores se vayan a sus cuarteles de invierno, para que los constructores de verdad, de profesión, se dediquen al reciclado, es decir, a restaurar lo mal ejecutado, para que los ayuntamientos elaboren planeamiento sensato que intente en lo posible regenerar una vida urbana digna para sus ciudadanos, y para que los arquitectos nos esforcemos en dar a la sociedad esa calidad de vida que viene de la mano de un buen urbanismo y unas construcciones dignas y bien digeridas que en estos últimos años, salvo honrosas excepciones, han brillado por su ausencia.

La costa gallega, toda aquella que no era núcleos urbanos, se ha salvado de momento, gracias a la Ley de Costas y gracias a la moratoria de los 500 m.

Las consecuencias de un urbanismo mal diseñado son demoledoras e irreversibles y el Patrimonio Natural es único e irrecuperable una vez destruido.



* MARÍA LUISA GARCÍA GIL, ARQUITECTA




* El Correo Gallego - la linterna de diógenes - 12.11.2007




0 comentarios :