ECOLOGISTASENACCIÓN /Monesterio (Badajoz)* : Según se puede ver y oír, nos quieren presentar como imparable algo que no debe serlo: recalificar a lo bestia la mayor parte del suelo que rodea Pallares para inundarlo de ladrillo, es decir, construir casas a troche y moche en una superficie que puede ser algo así como la tercera parte del actual casco urbano. Todo ello se nos vende como una magnífica noticia para el pueblo. Ahora bien, lo primero que hay que preguntarse es a quién beneficia y a quién o a qué perjudica.
Evidentemente, beneficia a los dueños del terreno, que obtienen una gran cantidad de dinero con la venta pero, más que a nadie, beneficia a los compradores del suelo, que lo adquieren a precio de rústico y se revaloriza al pasar a ser suelo urbanizable, obteniendo unas plusvalías, unas ganancias bestiales, si prosperan los intentos de que así sea por parte del Ayuntamiento, o por lo menos de la corporación saliente.
El interés de los que negocian con ello es claro. Ahora bien, ¿cuál es el interés del Ayuntamiento o, en general, de los poderes públicos, por ejemplo la Junta de Extremadura, que es la que tiene que aprobarlo? El fin del Ayuntamiento es velar por los intereses de los ciudadanos y se supone que con ese objetivo debe intentar que haya una mejora de sus condiciones de vida y su prosperidad económica. Ahora bien, vemos cómo en muchos lugares de España los que gestionan los ayuntamientos ponen por delante sus intereses económicos, el afán por enriquecerse o aumentar su riqueza por encima de otras cuestiones, y no voy a citar ningún caso porque son de sobra conocidos.
Quiero pensar que nada de eso sucederá ya en nuestro caso, porque ahora mismo no sé de ningún responsable municipal metido en negocios urbanísticos en la zona en cuestión, con lo cual no hay conflicto de intereses.
Pero volvamos al papel de un Ayuntamiento que no tiene intenciones bastardas en el caso. Se puede pensar que debería autorizar todo esto, porque así el pueblo se beneficia. En primer lugar por el simple hecho de que el pueblo es más grande (ande o no ande, como el caballo), y esto puede tener su importancia en un lugar pequeño que cada vez tiene menos habitantes. Puede hacer que, en ciertos momentos, haya más ambiente, más vida. De todas formas, no parece que tras haberse construido un buen número de casas últimamente se haya visto mucho más movimiento en Pallares que antes de que se edificaran. De todas formas, psicológicamente puede que sea gratificante para la gente ver que algo (aunque sea ladrillo) vaya para adelante.
Otra razón es que la construcción pueda crear puestos de trabajo, cuando el paro es el principal problema de las gentes, y de qué manera. Ahora bien, es más que discutible que, cuando se edifique en tal cantidad, la construcción vaya a suponer empleo. En todo caso, los albañiles locales no podrán asumir tanta obra. Como ya hemos comprobado en parte en la calle Arturo Gazul , son constructores y mano de obra de fuera los que hacen el trabajo, sin que apenas quede nada en el pueblo, además de ser pan para hoy y hambre para mañana.
Quizás, si los contratistas son de la zona, algo de ese dinero quede, pero como estamos viendo en el caso que nos presentan, el principal beneficiario será alguien de fuera que ha comprado el terreno, venderá solares o construirá y se volverá con las ganancias a su lugar de origen. Otra idea que puede hacer pensar que es un beneficio es que quienes compren las casas vayan a suponer una fuente de ingresos para Pallares. Pero como está más que comprobado, lo que se llama turismo residencial, el comprarse una casa para vacaciones, es el turismo que menos interesa a la gente de la zona donde se construye, porque se trata de una gente que gasta relativamente poco.
En Pallares ya se utilizó un mote para cierto tipo de gente que hace muchos kilómetros y gasta poco (en el pueblo): los diesel. Pues bien, algo parecido a eso es lo que suele suceder. Mientras que el turista que se aloja en hoteles, pensiones, etc. deja dinero en esos establecimientos y en los bares o restaurantes donde come, el turista residencial ya tiene alojamiento, cocina y comedor. Es más, ni siquiera las tiendas harán un negocio significativo en muchos casos, porque la mayoría de los que vienen de las ciudades hacen la compra previamente en una gran superficie y, evidentemente, come en su casa. En algunos casos, con la proliferación de las barbacoas, el disfrutar su casa, etc, no visita ni siquiera los bares.
Esto es más claro todavía cuando se trata de gente que no tiene ninguna relación con el pueblo. No quiere decirse que todos lo hagan, pero sí que es lo esperable porque, no nos engañemos, el turista residencial que está llegando al sur de Extremadura suele ser de relativamente poco poder adquisitivo, que no ha podido comprar en la ya saturada Sierra de Huelva o Sierra Norte de Sevilla porque no puede permitirse esos precios. Un turista con poco dinero dejará más bien poco, por más que quisiera. Es más, esas viviendas pueden suponer un perjuicio para los intereses de posibles empresarios locales que se dediquen al turismo rural, porque en lugar de acudir hoteles o casas rurales, se alojarán en las casas que alquilen los de fuera, sin dejar nada dentro, como ya sucede en las sierras vecinas andaluzas.
Tampoco el Ayuntamiento consigue gran cosa, salvo algún terreno que se le debe ceder. Esto estaría muy bien si se pudiera destinar a viviendas sociales, pero hay que construirlas y, además, al consistorio le sobraría aun así terreno. Es decir, para las viviendas de promoción pública que se pueden edificar bastaría con el terreno conseguido con una recalificación muchísimo menor. Se podría pensar que el municipio obtiene más ingresos por impuestos, pero son más los gastos que contraería que el dinero que recibiría por el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI). En efecto, el turista residencial no vive en el pueblo, no se empadrona y, por tanto, el Estado no transfiere más dinero al municipio por contar con más habitantes, ya que no lo son y no rezan como tales. Por el contrario, el Ayuntamiento, sin recibir dinero, tiene que ofrecer una serie de servicios a esa nueva población y a esas viviendas y calles.
Pero si hemos visto que los beneficios son mínimos, los perjuicios son muchos. En primer lugar se crea un problema importante con el agua, ya que en el pueblo es escasa. Recordemos que depende de un pozo, cosa casi insólita en la España de hoy, y que ha sido necesario un nuevo pozo el verano pasado para atender a la falta de agua. Las expectativas a medio y largo plazo en España son que cada vez hay menos agua, debido al cambio climático, entre otras cosas, de tal manera que habría que repartir la poca agua que ahora tenemos, y menor cantidad que tendremos en el futuro, entre más gente. Con un problema añadido, que puede ser en verano cuando más gente se concentre y es precisamente en verano cuando hay menos agua. Además, la población urbana que compra segundas residencias suele consumir mucha más agua que la del pueblo, eso sin contar la posible proliferación de piscinas privadas, aunque sean pequeñas. Tarde o temprano, los vecinos de Pallares sufrirían las restricciones. Además, el agua tiene otro problema, que es la mayor cantidad de aguas residuales que se producirían, y recordemos que aquí no se depuran, sino que van directamente a contaminar los cauces.
Otro asunto es que se acabaría con unas de las zonas más interesantes ecológicamente del pueblo, las vegas. En ellas tenemos las últimas tierras calmas de la campana del pueblo prácticamente, los últimos agostaderos y unos huertos que, además, de servir de entretenimiento a algunos de nuestros mayores, son un refugio de la biodiversidad agrícola, donde se mantienen algunas variedades locales y con un sistema de riego muy curioso y singular. La vega, además, es paisaje hermoso, sobre todo en primavera.
Finalmente, urbanizar en masa supone que, tras la apertura de la autovía, el pueblo se inundará de gente que viene de fuera y no tienen ninguna relación con el pueblo. Podría terminar creándose, en cierta manera, un mundo social aparte en esas nuevas zonas, ajeno a la cultura y las relaciones sociales del pueblo. El pueblo podría perder algo de su carácter. Eso no tiene por qué ser malo tampoco, porque la vida es cambio, pero habrá que valorarlo y, sobre todo, compararlo con los perjuicios que supone la construcción, que ya hemos ido viendo. Por tanto, resulta muy perjudicial cómo se está planteando el proceso de las recalificaciones en Pallares, porque sólo es una muestra más de la fiebre del ladrillo que nos asola a escala nacional. Por supuesto que es interesante que se construya algo. En primer lugar, para que los que viven en el pueblo (algo cada vez más difícil) tengan una vivienda, cosa hoy casi imposible también. Ese tipo de construcción es el que debe ser prioritario. Por otra parte, es también necesaria la construcción de viviendas, segundas residencias si es el caso, para completar urbanísticamente el pueblo, por ejemplo la acera del Callejón a la Calle La Puebla, y en la Cerca de los Toros, todavía a medio hacer.
Pero no se trata sólo de la cantidad de terreno, sino de la forma de urbanizarlo y construirlo. Urbanizar poco a poco y vendiendo solares ha sido algo que ha dado relativamente buen resultado y ha supuesto una mejora para Pallares. En efecto, ha hecho que gente del pueblo que vive en él o emigra estacionalmente pero quiere seguir aquí, se haya ido haciendo su casa. Lo mismo ha sucedido con los que emigraron, siguen queriendo a su pueblo y quieren pasar en él temporadas o incluso volver cuando se jubilen. Suelen ser estos precisamente los que más trabajo dan a los constructores y albañiles locales y los que más gastos de otro tipo hacen en el pueblo. Eso puede seguir pasando en el futuro si las cosas se hacen poco a poco y no se urbaniza masivamente, abriendo la caja de los truenos de la especulación y la avalancha de intereses extraños y perjudiciales para Pallares de los que sólo unos cuantos obtienen sustanciosas ganancias.
Nota. Está asociación ha decidido la publicación de este artículo como ejemplo de un problema que sufren o van a sufrir muchos de los pueblos de nuestra comarca y nuestra región, dentro de un mal entendido desarrollo. En especial sobre aquellos megaproyectos ya anunciados que nada tienen que ver con el entender y la convivencia de nuestras gentes, y ni mucho menos con el desarrollo social, cultural y natural de nuestros pueblos.
* Ecologistas en Acción - Monesterio, 6 de septiembre
Foto: Monesterio (Badajoz) - dip-badajoz.es
La avalancha del ladrillo en Pallares
en
8.9.07
por UrbanismoPatasArriba
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Tema: COLABORACIONES , NOTICIAS Extremadura
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