Hartos de autovías

Joaquín Arce Fernández* : "Los españoles y los asturianos estamos ya empachados, gordos y enfermos de consumir compulsivamente tantas autovías, suelo y energía. A estas alturas de la historia, y en nuestra situación económica actual, las autovías, la construcción y el derroche energético no son, ni de lejos, una buena alimentación para una sociedad que quiera vivir largo tiempo, tener un desarrollo sano y equilibrado y administrar bien los escasos presupuestos disponibles. El Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes, aprobado en 2005 por el Gobierno de España, ya señalaba que somos el país de Europa con más asfalto por habitante y nuestra dotación de autovías y autopistas es de las más altas de Europa: España es el segundo país de la UE con más kilómetros de autopistas (sólo superado por Alemania) y el primero en términos relativos con relación al número de kilómetros por vehículo o de kilómetros por habitante. Y no por eso estamos más desarrollados. También somos, según el Informe de 2006 del Observatorio para la Sostenibilidad, de los que peor usamos la energía en Europa y los que más suelo natural urbanizamos de forma irreversible.

Por eso mismo, el PEIT, aunque todavía contempla la construcción de 6.000 nuevos kilómetros de autovía en su periodo de vigencia hasta 2020, se fijó como objetivos principales mejorar las redes ferroviarias, fomentar la intermodalidad, realizar planes de movilidad sostenible y reducir los impactos ambientales del transporte.

Así, el PEIT, pese a sus limitaciones, denunciadas por las asociaciones ecologistas españolas, estableció como objetivos ambientales: limitar las emisiones de CO2, reducir los contaminantes atmosféricos, limitar el uso de los vehículos privados, evitar la fragmentación de ecosistemas y el efecto barrera para la fauna, etcétera.

Estos objetivos no son improvisados. Responden a la preocupación profunda de la Unión Europea, y quizás del propio Gobierno español, por los impactos ambientales y la sostenibilidad del transporte, sector muy relacionado con la crisis energética, el cambio climático, las enfermedades provocadas por la contaminación y la pérdida de biodiversidad.

En ese contexto, sorprende el gran retraso y desinterés con el que se plantean todas estas cuestiones en Asturias, tanto por parte de la sociedad como del propio Gobierno regional. Por una parte, se hacen pomposas declaraciones públicas sobre el desarrollo sostenible como objetivo de la acción del Gobierno regional, y se promocionan mascotas turísticas, como el oso Yogui, con las que se quiere dar una imagen externa de buena salud ambiental. Pero, por otra, se impulsan proyectos de infraestructuras agresivas como la nueva autovía-carretera La Espina-Ponferrada o el embalse de Caleao, actuaciones urbanísticas consumistas y desarrollistas como las que se proponen estos días para Llanera y Siero, y proyectos industriales-energéticos como el contaminante y peligroso tinglado de regasificadora-centrales térmicas de ciclo combinado-líneas de alta tensión o la macroincineradora de residuos de Cogersa, todos ellos ejemplos de manual de lo que no hay que hacer en estos tiempos, si se tiene una mínima sensibilidad ecológica y de sostenibilidad.

En una época en que en la UE y los países más desarrollados de nuestro entorno se promueven sobre todo el ahorro y la eficiencia energética, las energías renovables, el reciclaje, la educación y la investigación, el transporte público y la conservación de la naturaleza, y se lucha por la salud y contra el consumo y el cambio climático, aquí seguimos obcecados en fomentar el transporte por carretera, la construcción y las industrias contaminantes del siglo pasado.

Es difícil explicar por qué somos tan catetos. Sobre todo en un momento en la que la información se difunde libremente y llega a todas partes. Los gobernantes, por lo menos, no deberían tener excusas. Quizás la causa de este desfase temporal en nuestro modelo de desarrollo tenga que ver con la persistente mentalidad que se generó en la difícil época de la posguerra española y el franquismo, en la que se pasó hambre y todo escaseaba. Esa situación nos hizo insaciables. Sería la misma postura que la de los nuevos ricos. O la de aquellas madres que, a toda costa, querían que sus hijos comiesen y engordasen, ignorando que, alcanzado un nivel de vida como el actual, está más extendido el problema de la obesidad que el de la desnutrición infantil.

Con las autovías, los proyectos 'ilusionantes'de crecimiento urbanístico y la industria energética nos está pasando lo mismo. Nuestros gobernantes nos quieren 'fartucar', hasta que no podamos más y 'nos salgan por las orejas'. Porque una parte de la gente lo pide, es verdad (sin ser conscientes de los costes y las alternativas), pero también porque muchos de ellos tienen mentalidades anticuadas, de épocas pasadas (clientelismo e inauguraciones), y no conocen ni entienden otros modelos de desarrollo sostenibles y actuales.

Habría que sustituir a esos políticos por otros. O, como mínimo, enviarlos a un cursillo de 'nutrición pública para la sostenibilidad'. Para que aprendan a poner a régimen el Presupuesto: disminuir los proyectos desarrollistas, pesados e indigestos, con mucho colesterol malo, como las nuevas carreteras y las grandes infraestructuras, y aumentar los proyectos inteligentes, sanos, pequeños y variados, las frutas y verduras de la gestión pública, la I+D, la educación, la gestión eficiente y el mantenimiento adecuado de los recursos, infraestructuras e instalaciones ya existentes, el ahorro, etcétera.

Y para que vayan haciendo prácticas de lo que debe ser la movilidad sostenible y el consumo responsable, estaría bien que, cuanto antes, nuestros políticos regionales renunciasen al coche oficial y empezasen a ir andando a los sitios, o usando, aunque sólo fuera de vez en cuando, el transporte público. Así, además, igual se animaban a mejorarlo.



* JOAQUÍN ARCE FERNÁNDEZ/MIEMBRO DE LA MESA FEDERAL DE LOS VERDES DE ASTURIAS




* El Comercio Digital - 14 de marzo de 2007


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