Burbuja que revienta

Camilo José Cela Conde* : "Durante años, hemos estado hablando y oyendo hablar de la burbuja inmobiliaria, entendida ésta como una operación especulativa en la que el precio de las viviendas subía y subía sin freno. Ya fuese por las ingentes cantidades de dinero negro que debían aflorar de forma inevitable por la puesta en marcha del euro, ya se tratara del deseo de media Europa de contar con una casa en el sur, o de la necesidad que tiene toda nueva familia de meterse en algún sitio, lo cierto es que la presión del mercado al alza llevó con rapidez los precios de solares, chalets, fincas y pisos hasta ponerlos a la altura de los rascacielos de diseño que toda ciudad postmoderna anhela lucir. Las consecuencias en términos de picaresca recalificando terrenos y obteniendo licencias de construcción tardaron mucho más en ser, no ya de dominio público (pocos ciudadanos ignoraban el origen de según qué repentinas fortunas) sino de intervención judicial.


Pero los policías, los fiscales y los jueces terminaron por cerrar las operaciones de mayor escándalo. Como por jugoso que sea un negocio llega siempre a tocar techo, las noticias acerca de tramas de delincuencia urbanística, destapadas sobre todo en las costas del Reino, coincidieron con los primeros signos de que la burbuja perdía aire. Desplomes en la Bolsa y campanadas de medianoche para algunos próceres a los que las carrozas se les volvían calabazas de golpe anticiparon lo que todo el mundo, de nuevo, veía venir: que las operaciones de multiplicación del capital en cuestión de meses siempre que se dedique éste a construir tienen sus días contados. Jamás dejarán de ser un espléndido negocio pero, al menos, volverán a sujetarse a las leyes no sólo del mercado sino de los códigos urbanísticos y penales.

En ésas estábamos cuando se ha hecho público que un alto funcionario de la ONU es autor de un informe en el que se alerta a España ante la aparición de una grave e inminente crisis inmobiliaria. Al leer los titulares de la noticia, pensé que se trataba de más de lo mismo: del susto ante un posible desplome súbito del negocio de la construcción. Pero no. De lo que nos advierte la institución internacional de mayor rango es acerca de la situación de asfixia de los españoles de a pie, de quienes han de pagar cerca del 40% de su salario en hipotecas. El relator de la ONU, que así se llama su cargo, Miloon Kothari no hace predicciones macroeconómicas -no sólo eso- sino que entra en lo más doloroso de la situación. En sus mismas palabras, la dificultad de acceso a la vivienda de muchos españoles puede impedirles el disfrute de derechos humanos como son los de educación, alimentación o vestido.

No se trata sólo, pues, de tener que resignarse a un verano sin vacaciones. Lo que el señor Kothari nos dice es que en este país de los milagros económicos, del crecimiento sostenido por encima del europeo y de la bonanza empresarial hay una cantidad inmensa de ciudadanos sobre quienes pende la amenaza de que el sueldo no les dé para educar a sus hijos, para comer con arreglo a lo deseable y para vestirse de manera adecuada.

A ver si van a ser ésas las verdaderas razones para el debate político y no la educación para la ciudadanía, el derecho a la autodeterminación de alguna esquina de la península, la memoria histórica o la manera como hay que tratar -de tú, de usted- a Fidel Castro.




* La Opinión de Málaga - VIERNES 29 JUNIO 2007


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