ANDRÉS H. DE SÁ.- Levante* : "La denunciada depredación del territorio se presentaba como uno de los factores que más podían influir en los resultados de las elecciones municipales del pasado domingo. Y, en efecto, así ha sido. Pero en sentido justamente inverso al que movimientos, plataformas y asociaciones varias pretendían. Los alcaldes cuyos municipios han estado en el ojo del huracán por planes urbanísticos -los cada vez más conocidos PAI- han salido airosos e incluso reforzados de su cita con las urnas. Sus votantes ven el desarrollo urbanístico como una solución y no como un problema. «Ponga, por favor, un PAI en mi huerto».
La política se nutre en gran parte de percepciones y expectativas. Y la expectativa de poder trocar un campo ruinoso en un solar cotizadísimo ha pesado más en el ánimo de esos votantes que la conservación del territorio o si eso es pan para hoy y hambre para mañana. Cuidando, en definitiva, su legítimo interés particular. Por eso han optado por el alcalde que les abre las puertas de un buen negocio que por quienes hacen bandera de cerrarlas.
El debate sobre el territorio ha olvidado que no sólo hacen negocio los agentes urbanizadores y los intermediarios, sino que también se benefician, en menor medida, obviamente, los propietarios del terreno. La construcción masiva y la expectativa de que se extienda como una mancha de aceite han provocado, por ejemplo, que la tierra de cultivo haya alcanzado precios desorbitados en atención, precisamente, a que un día más o menos lejano pueda convertirse en terreno urbanizable.
Perder de vista esta legítima aspiración al enriquecimiento de los ciudadanos ha sido un grave error a la hora de plantear una oposición cerrada y frontal al actual modelo urbanístico. Lo mismo que es un error olvidarla a la hora de valorar la actitud del grueso de clases medias que configura el cuerpo electoral en los grandes núcleos urbanos. Hoy incluso lo que tradicionalmente se considera clase trabajadora, tiende a autocalificarse como clase media, aunque sea media-baja. Y, como tal, considera que en tiempos de bonanza merece su respaldo quien mayores posibilidades de enriquecerse le ofrece. En esas condiciones, además, no hace falta (?) redistribuir la riqueza o los recursos...
Pero aun aceptando estas premisas, ¿qué ocurre con unos electores que incluso premian a los corruptos, como ha ocurrido en la Comunitat este domingo? Parece que no hemos sido capaces de escarmentar en cabeza ajena con el caso de Marbella. Queda aún recorrido para llegar a la catarsis.
* Levante/EMV - 29 de mayo de 2007
El urbanismo como solución, no como problema
en
29.5.07
por UrbanismoPatasArriba
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