JOSÉ ALBELDA* : "Cada vez se habla más de desarrollo sostenible, gestión y educación medioambiental, energías renovables. Aspectos todos ellos que serían partícipes de lo que podríamos llamar una nueva cultura medioambiental, tan urgente como difícil de llevarla a cabo. Pero, como siempre, lo urgente que no interesa se oculta lo más posible, como ha ocurrido y sigue ocurriendo con la crisis ecológica mundial. Cuando ya resulta imposible ignorarla, entonces se intenta minimizar su envergadura. Se trivializa el desastre medioambiental con vacíos gestos institucionales y maquillaje verde de poderosas empresas y grandes bancos; y, por supuesto, se potencia el voluntarismo ciudadano, a la vez que los verdaderos artífices del problema evitan asumir sus responsabilidades.
Pongamos un ejemplo cercano en el tiempo: la presentación en París del resumen previo del 4º Informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático generó la previsible respuesta de los políticos, con ambiciosas propuestas para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Mientras tanto, el señor Al Gore era recibido con honores de Estado allá por donde recalara con su oportuna película Una verdad incómoda.
Recordemos también que, al hilo de dicha presentación, un conjunto de organizaciones ecologistas lanzó una interesante iniciativa: cinco minutos de apagón global para reivindicar medidas efectivas contra el derroche energético. Apagón seguido solamente por el 3% de la población española; pero eso sí, las principales empresas e instituciones se apresuraron en apagar sedes y monumentos. En Valencia incluso el buque insignia de nuestra ciudad, el Palau de les Arts, vivió la oscuridad nocturna durante esos breves instantes. Tras unos cuantos días de presencia mediática -sobre todo en el medio educativo por excelencia, la televisión- mostrándonos datos científicos sobre futuros escenarios ambientales verdaderamente espeluznantes, todo volvió a la normalidad. Los medios de comunicación siguieron con sus temas cotidianos, persistentes, mientras iba perdiendo interés el 4º informe del IPCC y su oportuno acompañamiento político de firmes compromisos, que luego se difuminan con la misma rapidez con la que fueron proclamados.
Retorno, pues, a la rutina del engaño y el autoengaño, fácilmente asumidos por las sociedades opulentas que en el fondo se resisten a cambios profundos en su forma de vida, fieles al supuesto bienestar de consumo en el que se han asentado.
Pero esta actitud tiene su lógica. Como sociedad, actuamos según los patrones de comportamiento que la educación, el entorno y los modelos de éxito nos ofrecen. Por lo tanto, resulta verdaderamente difícil la transición de un modelo dedicado a estimular la producción y el consumo, a otro basado en el comedimiento en el uso de materiales y energía, característico de una economía que tienda a la sustentabilidad.
No pensemos, pues, que una nueva cultura medioambiental puede desarrollarse tan sólo a través de la encomiable labor de grupos ecologistas, certificaciones medioambientales de empresas, iniciativas municipales sobre el reciclaje de residuos, o estudios universitarios especializados en el tema que nos ocupa. Ni, por supuesto, gracias a las múltiples conferencias, jornadas y congresos sobre sostenibilidad subvencionados, en muchos casos, por instituciones o empresas que habitualmente tienen una actitud devastadora con el medio ambiente. Todo esto no basta. El cambio que se precisa implica priorizar el conocimiento y las respuestas eficaces ante la crisis ecológica en todos los ámbitos de nuestra realidad social. Y por supuesto en la educación. ¿Cuándo comprenderán los responsables de nuestro sistema educativo que para adaptarse a los tiempos que corren lo más urgente es potenciar la cultura medioambiental? Más necesaria, por cierto, que el incuestionable universo digital, con sus omnipresentes ordenadores como inequívoco signo de progreso.
¿Y las instituciones políticas? Por estos pagos, el conseller de Territori i Habitatge -que, como indica el nombre de su consellería, sigue dedicándose a potenciar la construcción de viviendas en el territorio- no cesa de ofrecernos sus espectaculares gestos mediáticos, en lugar de propuestas más comprometidas -y probablemente más impopulares-ante el desastre ecológico. Fotos junto a tortuguitas marinas, cuya madre se arriesgó sobremanera al desovar en la costa valenciana; promesas de biocombustibles a partir de los excedentes de cítricos; ecosistemas de ribera que se protegen con todos los fastos necesarios, a la vez que se siguen permitiendo PAIs que destruyen cientos de veces más territorio que el que se ha decidido preservar de nosotros mismos? Todo ello fiel reflejo del lavado verde de nuestros gobiernos autonómico y municipal. Es evidente que los que mandan en la Comunitat Valenciana desde hace doce años se oponen con firmeza a la apuesta por una verdadera cultura medioambiental; a la vez que repiten sin descanso la cantinela de la sostenibilidad, sin conocer en absoluto el hondo calado de dicho término.
Según vamos viendo, no parece fácil un cambio sustancial en las destructivas inercias que mueven el mundo a todos los niveles: neoliberalismo, poderosas empresas transnacionales, gobiernos débiles o corruptos, sociedades sumisas, individuos desinformados. Sin embargo, sólo un cambio estructural y sistémico, no epidérmico o simbólico, podría disminuir los efectos de la crisis de nuestra civilización, que no ha hecho más que comenzar. Y no se trata de catastrofismo, sino de realismo fundamentado en incuestionables datos científicos.
Ante el escenario que se nos presenta, no nos deben mover las expectativas de grandes éxitos, sino la necesaria denuncia de la desinformación y el cinismo que nos rodea. Frente a la obediencia acrítica y la ceguera impuesta, sólo nos queda la firme defensa de una nueva cultura medioambiental, prácticamente inexistente ahora.
Se trata de una cuestión de dignidad y de responsabilidad moral. No hacer como si no pasara nada ante la demolición de un mundo que aceptaba nuestra existencia.
*Profesor Universidad Politécnica de Valencia.
www.terracritica.org
*Levante, Domingo, 11 de marzo de 2007
¿Cultura medioambiental?
en
11.3.07
por UrbanismoPatasArriba
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Tema: ARTÍCULOS URBANISMO
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1 comentarios :
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