Panta rei - Urbanismo

JOSÉ MARZO : "Sólo ahora estamos descubriendo las cualidades creativas del urbanismo. Por primera vez en la historia, con la democracia, el urbanismo se ha convertido en una práctica sometida a debate público. En su diseño están implicados directamente políticos, constructores y arquitectos, pero somos los ciudadanos los que con nuestras sugerencias y críticas, primero, y nuestro uso, después, le conferimos sentido. Uno intuye que los actores de este gran arte de construir una ciudad, habitarla, vivirla, e ir cambiándola para adaptarla a las exigencias de cada época, no serán condescendientes con quienes tan sólo lo consideran una oportunidad para su particularismo.

El urbanismo bien podría ser considerado un arte. Casi todas las ciudades tienen un perfil hermoso que ofrecer a la vista. Es la playa de La Concha de San Sebastián, con sus futbolistas persiguiendo la pelota por el lenguarón de arena; las torres de Salamanca, que Unamuno mencionaba en unos versos escritos en tardes sin cátedra; la línea colorida y hormigueante de las Ramblas de Barcelona, sus plazuelas agazapadas en el barrio gótico. Cuadros vivos y cambiantes, que exigen del visitante un esfuerzo o un paseo, y que a veces imponen un calendario. Toledo hay que verlo desde El Cigarral en los atardeceres de primavera, cuando el sol enciende las casas agarradas a la roca cortada por el Tajo. A otras ciudades la noche les sienta bien: las noches de verano el tráfico de Madrid se calma, relucen los adoquines de la Plaza Mayor, y las aceras del centro bullen de terrazas.

Es un arte colectivo e histórico. Cada generación ha ido heredando de las precedentes sus logros y sus errores, que no siempre ha sabido valorar ni corregir. Colgado de la bahía milenaria de Cartagena, ahora un teatro romano apenas si se atreve a mostrar de nuevo sus restos expoliados. Casi nada de Iberia en Cádiz, pero la imaginación cubre la laguna de la civilización perdida de Tartessos. También hay, en las periferias de las metrópolis, nuevas ciudades que padecen el legado de viejos pueblos agrícolas: las aceras, a un lado de los antiguos caminos de carros entre solares de casas con corral y granero, son tan estrechas que apenas si cumplen la función de guardabarros de las fachadas. He visto a mujeres con carrito subirse a las aceras y bajarse de ellas alternativamente, sorteando peldaños, armarios de la luz o del gas, incluso postes telefónicos.

El urbanismo permite o inhibe la creatividad de los habitantes de una ciudad. Con la modernidad, la ciencia del urbanismo conquistó la higiene, la salubridad, la eficiencia, es decir, los barrios ventilados, las alcantarillas, las calles en cuadrícula de la Lisboa reconstruida tras el terremoto de 1755. A mediados del siglo XIX, el barón de Hausman, bajo las órdenes del autócrata Napoléon III, despejó el centro de París y promovió la creación de grandes avenidas donde los revolucionarios republicanos no pudieran instalar sus barricadas. Los monárquicos no podían prever que más de un siglo después esos mismos bulevares acogerían la marea de manifestantes en las grandes ocasiones de la contestación.

La portuaria y obrera Vigo está emergiendo en la orilla sur de su ría, sacudiéndose un pasado de fábrica salpicada de viviendas baratas. Se está apropiando de su costa, convirtiéndola en un espacio de convivencia. Hay nuevas calles peatonales en los barrios viejos. Para refrescar la memoria de los nostálgicos del capitalismo franquista, aún quedará durante años el edificio de veintiún pisos clavado en la isla de Toralla, testimonio de esa mezcla de negligencia y corruptela escudada en la defensa de la "raza" y la "verdadera religión".

Sólo ahora estamos descubriendo las cualidades creativas del urbanismo. Por primera vez en la historia, con la democracia, el urbanismo se ha convertido en una práctica sometida a debate público. En su diseño están implicados directamente políticos, constructores y arquitectos, pero somos los ciudadanos los que con nuestras sugerencias y críticas, primero, y nuestro uso, después, le conferimos sentido. Uno intuye que los actores de este gran arte de construir una ciudad, habitarla, vivirla, e ir cambiándola para adaptarla a las exigencias de cada época, no serán condescendientes con quienes tan sólo lo consideran una oportunidad para su particularismo. Desde esta perspectiva, desde un paseo por las Ramblas y una tarde en El Cigarral, uno quiere pensar que la ciudad no soportará mucho tiempo la carga financiera de esa plusvalía generada por la especulación y que para imponerse degrada un poco más a algunos políticos corruptos y a las instituciones que representan.

El urbanismo puede ser un arte político que contribuya al desarrollo de una ciudadanía creadora. No sólo en la intimidad de las casas o en el trabajo, también en los espacios urbanos se despliega el arte de convivir. Aceras por las que pasear y en las que pintar o hacer música, polideportivos en los que ejercitar el cuerpo y bibliotecas en las que acceder a la cultura, jardines en los que enamorarse, plazas en las que jugar, reunirse y dialogar. Espacios en los que la democracia se va constituyendo y crece.


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