
Durante la semana de votaciones, los barceloneses no se cortaron un pelo al expresar sus motivaciones: «Esto es una alcaldada y la puede pagar cara», señalaba un votante en la sede del distrito del Eixample. «El tranvía ya quedó atrás en esta ciudad y es un disparate resucitarlo», decía una vecina. «La ciudad ya tiene bastantes problemas para gastar millonadas como en el Fòrum», apuntaba un joven. «Con la contaminación que hay en el barrio solo nos faltan más coches», agregaba una pareja. En resumen, la crisis ya mantenía crispados los ánimos y el ayuntamiento ha echado leña al fuego al entrar a destiempo en una polémica innecesaria y, sobre todo, muy cara, en opinión de la mayoría.
Curiosamente, muchos votantes ni siquiera han dedicado dos minutos a analizar el bulevar ni la rambla. La austeridad se ha impuesto y, por encima de los 300 millones (entre tranvía y reurbanización) han visto conatos de lujo en una postal (la maqueta) más idílica que los tiempos. Se ha autoimpuesto moderación hasta el punto de que lo que los propios votantes reclamaban un cambio más suave. Nadie se creía que los coches fueran a evaporarse y el tranvía («lento y peligroso», según los participantes a pie de urna) atrajese a los conductores redimidos.
Pero sobre todo, la C ha abierto la puerta a la pataleta popular. No tanto en sí contra la gestión global de Hereu, sino contra su fijación de prioridades. Y la campaña, cuyo coste sigue siendo un misterio, aún ha tocado más la fibra. Los votantes, según confesaban a diario, se han molestado por el partidismo e implicación del edil en la consulta, como si les quisieran vender algo, en tiempos en que nadie quería comprar.
* El Periódico - 17.05.10
Foto: Pasado y futuro. Dos seguidores del Barça caminan por la Diagonal en dirección al Camp Nou, ayer. - CARLOS MÁRQUEZ DANIEL, elperiodico.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario