
Una actuación que, de culminarse costará unos 310 millones de euros (según el presupuesto inicial), que se detraerán de menesteres sí necesarios. Que tendrá una dudosa utilidad: más de 80.000 m2 para oficinas en una ciudad y entorno donde ya hay 150.000 m2 sin uso. Que alimentará tanto el descrédito político e institucional como el trabajo judicial: el cúmulo de irregularidades detectadas tienen ya el caso en el juzgado. Que generará diversos impactos sobre la ciudad: en su paisaje, parte integrante de su patrimonio; en su movilidad, con sus 3.000 plazas de aparcamiento en el corazón de uno de los nudos viarios más colapsados de todo el área metropolitana; en su tráfico aéreo, porque afectará a la seguridad de acceso al aeropuerto, etc.
A consecuencia de este proyecto, dentro de unos días, Sevilla podría entrar en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro. Su gran altura, ubicada a pocos metros del conjunto histórico de la ciudad, supondrá una enorme presión visual sobre los tres monumentos sevillanos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El Comité del Patrimonio Mundial de este organismo decidirá si entra en la lista de patrimonio en peligro durante la reunión que celebrará en Brasilia a finales de mes. Si se produce esa inclusión, sería un descrédito no sólo para la ciudad y su Ayuntamiento sino también para todo el Estado, con su Gobierno a la cabeza como responsable último del patrimonio nacional y, específicamente, del declarado como “mundial”.
Contra el interés público
Lamentablemente, la Torre Cajasol (ya rebautizada como “Torre Caralsol”) no es algo aislado. Es otro capítulo, aunque notorio, del historial de agravios que la ciudad viene sufriendo a manos de sus gobernantes; ejemplos de un proceder autocrático, poco transparente, no participado socialmente y de muy discutible sentido público. Una relación en la que destacan, entre otros, el Estadio Olímpico, tan costoso como infrautilizado; la biblioteca universitaria, alzándose a costa del parque del Prado de San Sebastián; el proyecto Metropol- Parasol, o “setas de la Encarnación”, que levanta un carísimo e inútil artefacto gigante en el corazón del casco histórico y acumula ya un sobrecoste del 70% sin que se haya empezado a construir.
Actuaciones surgidas de los delirios de unos políticos obnubilados e indigestados por el “efecto (o síndrome) Guggenheim”. Y que a estas alturas, y con la crisis económica, deberían empujar a la ciudadanía, y a un Gobierno local (PSOE-IU) que se dice “de progreso”, a reflexionar sobre lo que significan el servicio y el interés públicos; y sobre qué intervenciones son congruentes con dichos fines y cuáles no, yendo incluso en sentido opuesto.
* Carmen Navarro Mezquita / Integrante de la plataforma Túmbala
* Diagonal - 23.07.10
Foto: Sevilla, vista montaje rascacielos desde Giralda - Plataforma_Tumbala
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