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Su solar era una unidad de actuación junto a las naves derribadas de la vieja Canfrisa. Desde entonces «no hemos vuelto a dormir tranquilos», aseguró Cristina Ramírez, una de las propietarias afectadas que se niegan a vender su casa.
El problema es que al estar de acuerdo con vender la mayoría de los propietarios del área específica 122.3 y al crearse una Junta de Compensación, a estas diez familias no les queda más remedio que o bien llegar a un acuerdo de compra o esperar a la expropiación.
«Fuera de la realidad»
Pero, por ahora, ninguna oferta «se ha acercado a la realidad», señaló Ramírez. En la primera «nos ofrecieron mil euros por metro cuadrado. Mi casa tiene 66 metros útiles. ¿Qué compramos con 66.000 euros? ¿Nos vamos a vivir debajo de un puente?», se preguntó indignada.
En la segunda ocasión, a cambio de nuestra casa «nos ofrecieron un piso de 60 metros cuadrados, pero con la obligación de pagar una renta de 120 euros al mes durante 67 años [en total, 96.400 euros]. ¿Terminarían de pagarlo mis nietos, que aún no tengo!», exclamó más enfadada aún.
La última oferta de la constructora llegó el pasado mes de octubre: o un piso de 40 metros cuadrados construidos sin pagar nada -«somos cinco en la familia, ¿dónde nos metemos?», señaló- o uno de 60 metros cuadrados construidos, pagando 66.000 euros.
Pero, como dijo María del Carmen Cobo, «no tenemos porqué pagar nada. Nuestras casas no están en ruinas. No recibimos ningún tipo de subvención para pagarlas. ¿Por qué vamos a tener que pagar por una casa nueva si no queremos dejar las nuestras? Estamos orgullosos y encantados de vivir aquí. Tenemos un parque estupendo enfrente (Parque de la Vaca), Valdecilla a un paso, al igual que el colegio o el instituto para nuestros hijos».
Gabino Oria lleva 60 años viviendo en el número 23 de Cajo. Hace un año que murió su mujer «sin saber qué iba a ocurrir finalmente. Yo sólo quiero vivir tranquilo en mi casa, donde he criado a mis hijos».
Ramírez indicó que la mayoría de los inquilinos que viven en el resto de las viviendas «son alquilados. Las dueñas son unas señoras que no viven aquí y que han vendido encantadas. Otros se han dejado convencer. Pero nosotros todavía no entendemos por qué nos está ocurriendo esta pesadilla».
La ley les dice que tienen que ceder, pero ellos sólo piensan que son sus casas y no quieren abandonarlas.
* El Diario Montañés - M. Cores - 22 de julio de 2007
Foto: Algunos de los propietarios que se niegan a abandonar sus casas. / SE QUINTANA