CARLOS CARRIÓN |
No son `okupas´ ni alternativos. Ni siquiera jóvenes, porque muchos han superado los 30. Son, sencillamente, víctimas del `boom´ inmobiliario. Hace un mes sorprendieron con movilizaciones masivas. El humor de sus consignas no hacen sino subrayar la gravedad de un problema que afecta a más del diez por ciento de la población. Su objetivo: que se cumpla el artículo 47 de la Constitución: «Todos tenemos derecho a una vivienda digna».
El pasado 7 de noviembre a las 12 de la mañana, mientras el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, inauguraba la feria inmobiliaria Meeting Point, dos mujeres introducían sus manos en un bidón de cemento fresco. La Policía tardó cuatro horas en liberarlas y tuvo que utilizar un martillo percutor para separarlas del hormigón. Con ese gesto pretendían hacer visible la relación de los españoles con las hipotecas y la especulación inmobiliaria. Inseparables. Dos semanas antes, más de cien jóvenes con pijama se adueñaron de la sección dormitorio de Ikea en Hospitalet de Llobregat y, a finales de octubre, la Asamblea contra la Precariedad y a favor de una Vivienda Digna dio muestras de su poder de convocatoria al reunir a 15.000 personas en una manifestación en Madrid.
El movimiento social a favor de una vivienda digna crece cada día ante la mirada impasible de los políticos, que de momento prefieren despachar a los que protestan con decálogos de buenas intenciones. Algunos medios los llaman «okupas», «antisistema» o, sencillamente, «jóvenes», y lo cierto es que ni son okupas ni quieren dinamitar las estructuras ni son «sólo jóvenes», adjetivos que simplifican un movimiento plural y espontáneo donde abundan ecologistas, estudiantes universitarios, sindicalistas y asociaciones de vecinos, pero también mucha gente que nunca había participado en un colectivo y decide enrolarse por primera vez en una causa porque le toca donde más duele. Luis Castrillo pertenece a estos últimos: «Si con 32 años me siguen llamando `joven´ es porque vivo en precario, no porque lo sea. Después de varios contratos miserables he decidido prepararme unas oposiciones. Vivo con mi pareja en un piso de alquiler y no puedo aspirar a más. Sinceramente creo que nuestra generación está acorralada. En España no se reconoce la formación universitaria y las empresas se han acostumbrado a tener una clase obrera de lujo. La única gente que conozco que está ganando mucho dinero es porque se ha ido a trabajar a Holanda o a Estados Unidos, donde sí reconocen el valor de nuestras titulaciones. En este país hay una bomba de relojería: los jóvenes que están dejando de serlo y no tienen acceso a nada de lo que esperaban».
Por miedo al activismo de estos jóvenes (que tienen todos los lujos de la clase media hasta que se independizan de sus padres), la Generalitat y el Gobierno desconvocaron la cumbre de ministros de Vivienda de la UE que debía celebrarse en Barcelona en octubre. Trataban de evitar los efectos de esta oleada de protestas que comenzó en mayo gracias a un correo electrónico anónimo. «Por una vivienda digna. Pásalo». Nadie sabe quién escribió la misiva, pero lo cierto es que funcionó y miles de personas acudieron a sentadas por toda la geografía española, sin permiso, sin organización y sin líderes. La experiencia se repitió seis domingos. Así surgió la Asamblea contra la Precariedad y la Vivienda Digna, conocida como V de Vivienda, que se multiplicó por Barcelona, Málaga, Zaragoza, Sevilla, Logroño, San Sebastián, Cáceres y Granada.
"Internet es la piedra angular del movimiento".
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