Las paradojas del urbanismo

CRISTINA ABELLEIRA/Galicia* : No debe ser plato de buen gusto tener que ordenar la demolición de una vivienda, sobre todo cuando eso significa dejar en la calle a una familia que, como parece que sucede en el caso de Anllóns, tiene muchos otros problemas a los que hacer frente. Ya se sabe que a perro flaco todo se vuelve pulgas. Pero tampoco debe ser nada fácil denunciar al vecino, y menos todavía cuando un tribunal popular probablemente declararía inocente a quien hace una obra sin licencia, pero condenaría a quien lo puso en conocimiento de la justicia, porque lo primero está socialmente aceptado, pero lo segundo, no. Eso sí, siempre que no le toque a uno de cerca.
Esto me recuerda el caso de un vecino de Carballo que años atrás criticó airadamente el cierre de una parcela en primera línea de playa, pero olvidó mencionar que él es propietario de uno de los numerosos fines de semana ilegales que convierten casi en poblados chabolistas determinados puntos de la costa. La doble moral es demasiado frecuente en materia urbanística.
Pero lo peor es que los primeros en practicarla son los encargados de velar por el cumplimiento de la ley. A nivel personal son públicos los casos de concejales, alcaldes y diputados que se han visto envueltos en expedientes de reposición de la legalidad por diversas infracciones urbanísticas.

Y a nivel institucional conocida es la frase «ti vai facendo», que durante años ha propiciado el crecimiento desordenado, la desaparición de auténticas joyas de la arquitectura, la pavimentación de amplios espacios verdes y la imposición de una tipología constructiva con un valor estético más que dudoso.

Los ayuntamientos no solo han permitido que todo eso sucediera, sino que lo han fomentado y lo siguen justificando. Ahora, cuando las leyes parecen destinadas a poner un poco de orden en el urbanismo gallego, intentan solventar la papeleta de los que construyeron en suelo protegido, no pidieron licencia, no realizaron las cesiones obligatorias, no cumplieron las normas mínimas de habitabilidad, siguen utilizando luz de obra y, por lo tanto, nos están robando a todos, regularizando su situación en los planes generales, o, lo que es lo mismo, amparando de nuevo los excesos cometidos.

En materia urbanística, las paradojas se suceden. Tal vez lo único bueno de la crisis es que frenó a tiempo la masificación de una costa en la que servicios tan básicos como el suministro de agua o el saneamiento no están garantizados ni de lejos.


* La Voz de Galicia - Opinión - 18..11.11

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