Una herencia que replantear

JOSEP MARIA MONTANER* : De momento, los cambios de rumbo en los Ayuntamientos han sido, en general, menos traumáticos que en la Generalitat de Cataluña. En Barcelona, con un relevo similar de partidos políticos, más parece una amistosa elección de nuevo equipo de dirección de una institución que un cambio real. Posiblemente, la herencia de Barcelona es suficientemente buena como para seguir con su inercia y apostar más por la continuidad que por la ruptura.
En política cultural, las ideas del nuevo concejal y director del Icub, Jaume Ciurana, son de continuidad, manteniendo a la mayor parte del equipo y valorando un trabajo bien gestionado en cultura, con proyectos como las fábricas de creación, que se van a completar; el Disseny Hub Barcelona, que sigue adelante, y un sistema de 36 bibliotecas públicas casi culminado que tienen más de 800.000 afiliados. Más que promover un cambio, el objetivo es reorganizar, poner en valor y sacar rendimiento, tal como se plantea revisando el funcionamiento de los centros cívicos. Aunque acucian problemas imprevistos, como el abandono de la Generalitat del proyecto de la Casa de las Lenguas, que deja Can Ricart en ruinas, declarado bien cultural de interés nacional (BCIN) y, de nuevo, en manos del Ayuntamiento.
Menos prometedoras son las políticas urbanas y sociales, aún con pocas indicaciones, más allá del horizonte de los recortes y de la certeza de que los mayores esfuerzos irán hacia la seguridad, el control y la privatización. La política de espacio público, que había caracterizado al ya histórico modelo Barcelona, tuvo un buen final de etapa con la intervención en el paseo de Sant Joan, dejando la herencia de unos jardines lineales agradables, bien diseñados y utilizados por todo tipo de personas.

Tenemos una buena herencia, pero falta la capacidad para repensarla y afrontar los problemas actuales. El modelo Barcelona no se agotó solo por el fracaso del Fórum 2004, sino porque la Administración de la ciudad fue incapaz de repensar y reformular su propio modelo urbano. Y no se demuestra que vaya a serlo ahora con los problemas más destacados, como el nefasto servilismo ante el turismo y la incapacidad para aproximarse a la excelencia y no al low cost, con lo cual los entornos más desgastados -La Rambla, el parque Güell, la Sagrada Familia, etcétera- siguen degradándose.

El punto de partida para los nuevos gestores debería estar claro: la sociedad se siente más representada cuanto mayor es la proximidad con la política, la gestión y la administración, y las políticas municipales tienen la oportunidad de ser las más atentas en la mejora de la calidad de vida real. Pero poca sensibilidad hacia los barrios y las personas demuestran los actuales gestores de Hábitat Urbano cuando lo que proponen son megaproyectos espectaculares, como el de la Zona Franca o las 16 puertas de Collserola, y cuando aún no se ha presentado ninguna evaluación crítica de lo existente, ni ninguna propuesta con base. Eso sí, ya se ha creado la componenda de una comisión formada por los representantes de los lobbies seudoprogresistas, para que cualquier crítica en los medios sea controlada.

El reto es reformular un modelo urbano a partir del debate con toda la ciudadanía. Reformularlo hacia la propia ciudad y desde la lógica del encaje territorial, en el contexto español y con relación al panorama de megarregiones metropolitanas. Con relación a España estamos en el peor marco de encaje que se ha dado durante las décadas de democracia. El sentimiento mayoritario es de distancia hacia un Estado en el que la alternativa va a ser el amargo jarabe ya probado del retroceso hacia el nacionalismo españolista. Más que una comunidad autónoma cualquiera, hoy se quiere ser o un Estado dentro de una España federal o independientes. Y es que Barcelona no es una ciudad española más, por debajo de Madrid, capital del reino con cuatro gobiernos superpuestos (Estado, Monarquía, autonomía y Ayuntamiento), sino que es una metrópoli de referencia, con fuertes cualidades urbanas, un gran potencial social, dentro de una megarregión, mediterránea y creativa, tal como la ha definido el intelectual liberal Richard Florida. Tenemos un reto clave y despilfarrar nuestra herencia va a ser una grave irresponsabilidad.

* Josep Maria Montaner es arquitecto.


* El País - Opinión - 6.10.11

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