Un urbanismo verde e inteligente

ELOBSERVADOR* : Seattle (EEUU), una ciudad ecologista que hasta vota a sus alcaldes en función de sus propuestas medioambientales.
Es difícil imaginar que haya escasez de agua en Seattle, Washington. En esta ciudad del noroeste de Estados Unidos, famosa por sus frecuentes lluvias, hay vistas del estrecho de Puget, así como de los lagos de agua dulce desde casi todas las colinas. Dos cordilleras con nieves perpetuas, las montañas Olímpicas y las Cascadas, flanquean la ciudad al este y al oeste.
Sin embargo, la amenaza de la escasez de agua desencadenada por el derretimiento de los glaciares y las temperaturas más cálidas inspiró a esta ciudad de 609.000 habitantes a embarcarse en uno de los planes de protección del clima más ambiciosos del país. La ciudad lanzó proyectos para reducir el desperdicio de energía al aislar y acondicionar edificios, al reducir la conducción de vehículos mediante la construcción de nuevas redes de transporte público y al posicionarse a sí misma como hervidero de empleo e innovación en energía limpia. Los resultados han sido evidentes durante varios años: en 2008, cuatro años antes del plazo, Seattle alcanzó la meta del protocolo de Kioto de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 7% por debajo de los niveles de 1990 que se había establecido para EEUU. Su liderazgo inspiró a otras 1.000 localidades del país a aceptar el mismo objetivo.

El ex alcalde de Seattle, Greg Nickels, que estuvo en el cargo de 2002 a 2009, dijo que todo comenzó a raíz de las graves advertencias sobre los suministros de agua. “Cuando asumí el cargo, el clima no estaba en mi lista de asuntos que resolver”, contó Nickels. “Estaba convencido de dos cosas. Una, que el cambio climático era un asunto del futuro y que ocurriría primero en otros lugares. Y, dos, que el gobierno federal estaba trabajando en el tema. Estaba equivocado”, continuó.

La importante densidad

La mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero que se producían en Seattle provenían del transporte, por lo que sustituir los viajes en auto por viajes en transporte público era la clave para reducir su huella de carbono. Y, para apoyar redes de ómnibus y trenes ligeros, tenía que haber vecindarios más densos y compactos, en los que se pudiera caminar.

Sin embargo, aunque en el lugar había muchos amantes de la naturaleza que se mudaban a ella por las montañas y vías fluviales, muchos no veían la relación entre la protección del medioambiente y la mayor densidad en las zonas residenciales. Seattle es una de las grandes ciudades de EEUU en la que hay más hogares familiares individuales que edificios.

Por ejemplo, un plan que permitía la construcción de edificios más altos cerca de la nueva estación de tren ligero en el vecindario de Mount Baker encontró oposición de los locales a los que les preocupa que la mayor densidad provocara mayor congestión de tráfico y delincuencia. “La gente necesita jardines y espacios abiertos para tener buena salud mental”, dijo Pat Murakami, residente del barrio, al diario Seattle Times. “¿Es que tenemos que vivir como sardinas enlatadas?”, agregó.

Para argumentar a favor de la necesidad de una mayor densidad urbana, viajó a la ciudad un grupo de defensores de la sostenibilidad. Uno de ellos es el escritor Alex Steffen, quien fomenta el “urbanismo verde e inteligente”, es decir, la idea de que vincular los valores ecológicos a la tecnología.

El elemento central de la visión urbana y ecológica de Seattle ha sido la restauración del vecindario de South Lake Union, cerca del centro. Hace una década el lugar era un espacio para estacionamiento de autos y almacenes infrautilizados. A través de alianzas entre la ciudad y privados, se ha convertido en un bullicioso corredor de alta tecnología en el que están anclados nueve edificios que constituyen la sede de la empresa Amazon.

Según Mike Mann, ex director de la Oficina de Sostenibilidad y Medioambiente de la ciudad y actual consultor ambiental y de sostenibilidad, la transformación funcionó porque incluyó cosas que gustaban a los residentes y a los empleados de las oficinas: una línea de tranvía, tiendas, restaurantes y un parque frente a la ribera en el lugar donde antes había un astillero de la Armada.

“Cuando se aumenta la densidad, tiene que ser útil para la gente. Tiene que haber lugares de ocio y espacios públicos, y no ser solo torres de apartamentos al estilo soviético que la gente no desea”, dijo Mann.

Autos versus trenes

En otras zonas, lo más difícil ha sido reducir las emisiones producidas por el transporte. La ciudad y el estado están listos para comenzar la construcción de un túnel que pasará por debajo de la zona marítima del centro y que costará miles de millones de dólares. El plan no tiene espacio para incluir líneas de tren y los defensores de la sostenibilidad dicen que invertir tanto en un proyecto solo para autos tiene poca visión de futuro.

Después de negociaciones dirigidas a reducir el tamaño del túnel, Nickels decidió apoyar su construcción. Muchos creen que esa decisión le costó el voto de los ecologistas en las elecciones de 2009, lo que derivó en la inesperada victoria del ambientalista Mike McGinn.

Sin embargo, la campaña que Nickels comenzó, continuó durante el mandato del nuevo alcalde. La ciudad está construyendo un plan de tren ligero a 15 años que Nickels promovió. Las tasas de reciclaje y producción de abono son de las más altas en el país. Los cruceros que se dirigen a Alaska ahora se enchufan a la red eléctrica cuando están en puerto, en vez de mantener los motores encendidos en la marina.

Edificios con goteras

Quizá lo más prometedor es que la ciudad ha iniciado un innovador programa para reducir el desperdicio de energía en los edificios con goteras. En EEUU casi el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero de todo el país provienen de los edificios. El programa Community Power Works de Seattle, que ha recibido US$ 20 millones en fondos del paquete de estímulo económico federal, pretende arreglar algunos de los obstáculos que hacen que los dueños de edificios sean reticentes a repararlos.

Primero, ofrece evaluaciones de energía a bajo costo (US$ 95) para ayudar a los dueños de casas y empresas a saber en qué zonas desperdician sus edificios calefacción y electricidad. Segundo, colabora con la institución de inversión en la comunidad Enterprise Cascadia para ofrecer préstamos a 20 años para inversiones en eficiencia energética. Esto resuelve el dilema económico de muchos dueños de casas, ya que inversiones tales como buenos aislamientos y sellado de tuberías pagan por sí solas con el tiempo, pero cuestan bastante cuando se instalan.

Finalmente, la organización Community Power Works ha lanzado un proyecto piloto para 2.000 hogares que es un “fondo de incentivos para la reducción del carbono”. En esencia es un mercado de carbono que paga subsidios a los propietarios de los edificios en función de las emisiones de dióxido de carbono que logren reducir.

Para Mann, “En las ciudades se localizan muchas emisiones, porque son centros de industria y población, pero también son laboratorios para encontrar soluciones. Generan ideas a las que el gobierno federal va a acudir en algún momento”.



* El Observador - Jonathan Hiskes - 18.09.11
Foto: Seattle - elobservador

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