Benimaclet.- Solos ante el ladrillo

ELMUNDO/valencia* : ‘Cuando despertó, la finca todavía seguía allí’. No es una parodia del famoso micro relato de Monterroso: ‘Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí’. Es la historia resumida de los últimos resistentes urbanos, un puñado de propietarios de alquerías dispersas por la ciudad, acosadas por inmuebles de más o menos alturas, que las cercan y oprimen cual cinturón de ladrillo y hormigón. Cada día, cuando despiertan, comprueban que las torres que les rodean están ahí, que no han sufrido una pesadilla o un mal sueño. Que están solos ante el ladrillo. Son viviendas unifamiliares y modestas sin la historia y el nombre propio de alquerías que forma parte del acervo patrimonial, como la del Moro, la Torre de Benicalap, o la Magister, que alberga el Museo de la Horchata, en Alboraya.
No es fácil tropezar con una de ellas, pero si lo haces, es como encontrarse ante un espejismo urbano, se experimenta un tránsito espacio temporal, y se entra en un bucle por el que viajas a tiempos pretéritos. En el número 37 de la calle Ministro Mayans, sobrevive una de las más grandes y bien conservadas, con la clásica yuxtaposición de distintos elementos constructivos, dedicados a vivienda y almacén de útiles y aperos agrícolas, y los graciosos tejados inclinados color ocre. En uno de los lados, una pequeña huerta cercada que se alimenta del CO2 de la intensa circulación.

En el Noreste del barrio de Benimaclet, al final de la calle La Murta, juntas e inseparables como dos hermanas gemelas, subsisten un par de casas de labranza, con su decorativa parra sobre el dintel de la puerta y una frondosa higuera. Están habitadas por personas mayores, reacias a hablar sobre sus motivos para seguir ancladas al pasado, o de las ofertas sustanciosas que hayan podido recibir. Su presencia es buena prueba de que están a gusto en sus raíces y se han negado a cortarlas de cuajo, que no han sido seducidos por las chequeras del mejor postor. Una tribu de gatos de distintos tamaños y pelajes pone una nota de color en el zaguán. Ellos tampoco piensan marcharse de allí. Por detrás, una explanada de tierra en la que brotan coches y motos en vez de judías, tomates o alcachofas.

En una zona más céntrica y transitada, detrás de la Facultad de Medicina, en el Camí Vell de Benimaclet, se levanta lo que a primera vista parece un trampantojo, una broma de la vista. Es una graciosa vivienda unifamiliar con hechuras de barraca, que en tiempos albergó una sociedad gastronómica, La Murta, y que por insondables motivos del caótico urbanismo ha quedado atrapada en un desfiladero de fincas. La fachada se conserva en buen estado, pero sorprende la línea ondulada de uno de los laterales, como si la casa fuera aquélla del cuento infantil, de merengue o chocolate, y un niño la hubiera lamido por un lado. Un solar vallado invadido por las yerbas, forma un oasis prohibido en el desierto de asfalto. Un lugar muy frecuentado por los perros del vecindario.

Hay que caminar un buen trecho a lo largo del campus de Tarongers, hasta el cementerio del Cabanyal, para descubrir la alquería que ofrece una visión más espectacular por el contraste entre su sencilla arquitectura a ras de suelo, y la impresionante muralla que se levanta tras ella, un doble edificio unido a media altura que remeda la forma de cruz. Rodeada de solares y algún campo invadido de malas yerbas, la casa pintada de cal con su pequeño jardín y huerta adjunta, inspira una especie de ternura. Un día, hace varios años, llegaron las máquinas, y poco a poco, de forma inexorable, el muro de ladrillo y hormigón se alzó cada vez más alto en el cielo hasta quitarles un buen trozo de luz. Pero sus habitantes siguen en ella dispuestos a resistir.

Se podría diseñar una ruta turística por estas auténticas alquerías valencianas, y algunas más situadas en el Sur y Oeste de la periferia, para asombro y disfrute de los visitantes foráneos. Se les podría contar que la ciudad ha crecido sobre los cimientos de cientos de ellas, sobre los restos de miles de higueras. Sobre un inmenso cementerio vegetal. Es todo un lujo, ¿un milagro?, que queden todavía unas cuantas de estas viviendas originarias. Las últimas, tristemente, antes de que sólo puedan verse en algún parque temático, con entrada gratis para los niños menores de seis años.


* El Mundo - 16.10.11
Foto: Valencia, casas resisten en Benimaclet - elmundo

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